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El obispo de Puerto Iguazú le pide al Presidente más control en el puente fronterizo

Puerto Iguazú (Misiones) (AICA): El obispo de Puerto Iguazú, monseñor Marcelo Martorell, le solicitó al presidente Alberto Fernández más controles en el puente fronterizo de esa ciudad misionera, al advertirle que “la conciencia colectiva” de la gente del lugar se está “desbordando” a raíz del cruce de turistas infectados o no con coronavirus.
El obispo de Puerto Iguazú, monseñor Marcelo Martorell, le solicitó al presidente Alberto Fernández más controles en el puente fronterizo de esa ciudad misionera, al advertirle que “la conciencia colectiva” de la gente del lugar se está “desbordando” a raíz del cruce de turistas infectados o no con coronavirus.

“Le quiero comentar, que la conciencia colectiva de la ciudad de Puerto Iguazú se está desbordando en razón de los turistas infectados o no, que están pasando desde hace dos días por el puente”, sostuvo en una carta abierta difundida por las redes sociales.

“Las familias temen por la fuerza de seguridad, aduaneros y los choferes y se está en un reclamo constante mi teléfono y del Sr. Intendente no dan más y ya no sabemos que contestar; y desde el gobierno provincial nos dicen que es del gobierno nacional”, agregó.

Texto de la carta
Señor presidente, disculpe mi atrevimiento, soy el Obispo de Iguazú, me pasó su contacto el Sr. Gobernador.

Le quiero comentar, que la conciencia colectiva de la ciudad de Puerto Iguazú se está desbordando en razón de los turistas infectados o no, que están pasando desde hace dos días por el puente.

Las familias temen por la fuerza de seguridad, aduaneros y los choferes y se está en un reclamo constante mi teléfono y del Sr. Intendente no dan más y ya no sabemos que contestar; y desde el gobierno provincial nos dicen que es del gobierno nacional.

Nosotros estamos bien, pero ahora tenemos el dengue y el Coronavirus.

Es que tal vez, el Sr presidente puede hacer algo a través de las autoridades nacionales de migraciones.

Le pido perdón por mi atrevimiento de molestarlo, y ruego a Dios nuestro Señor en mi cuarentena, para que lo cuide en su salud y la Virgen nuestra Señora le dé fuerza para seguir gobernando con la claridad y firmeza que lo hace en estás circunstancias.

Muchas gracias. Perdone la molestia.+

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Ciudad del Vaticano (AICA): El director editorial del Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede, Andrea Tornielli, consideró que la meditación en solitario, bajo la lluvia, del papa Francisco para pedir el fin de la pandemia del coronavirus fue un “anticipo del Viernes Santo”, en el que el protagonista fue el Crucifijo de la “Gran Peste”.
El director editorial del Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede, Andrea Tornielli, describió las sensaciones de la meditación del papa Francisco para pedir el fin de la pandemia del coronavirus, tras la que impartió la bendición Urbi et Orbi extraordinaria con indulgencia plenaria.

“El protagonista de la oración que en la tarde del 27 de marzo -anticipo del Viernes Santo - celebró el papa Francisco en una plaza vacía de San Pedro sumida en un silencio irreal, fue Él. El Crucifijo, con la lluvia torrencial que irrigó su cuerpo, añadiendo a la sangre pintada en la madera el agua que el Evangelio nos dice que brotó de la herida infligida por la lanza”, aseguró.

Tornielli sostuvo que el pontífice “parecía pequeño, y aún más curvado al subir los escalones del atrio, no sin esfuerzo y en soledad”, al hacerse intérprete de los dolores del mundo para ofrecerlos al pie de la Cruz: “Maestro, ¿no te importa que estemos perdidos?”

“La sirena de una ambulancia, una de las muchas que en estas horas cruzan nuestros barrios para ayudar a los nuevos contagiados, acompañó con las campanas el momento de la bendición eucarística Urbi et orbi, cuando el Papa, aun solo, reapareció en la plaza desierta y azotada por la lluvia, trazando la señal de la cruz con la custodia”, detalló.

Texto del editorial
El protagonista de la oración que en la tarde del 27 de marzo -anticipo del Viernes Santo - celebró el Papa Francisco en una plaza vacía de San Pedro sumida en un silencio irreal, fue Él. El Crucifijo, con la lluvia torrencial que irrigó su cuerpo, añadiendo a la sangre pintada en la madera el agua que el Evangelio nos dice que brotó de la herida infligida por la lanza.

Ese Cristo Crucificado que sobrevivió al fuego, que los romanos llevaron en procesión contra la peste; ese Cristo Crucificado que San Juan Pablo II abrazó durante la liturgia penitencial del Jubileo del 2000, fue el protagonista silencioso e inerme en el centro del espacio vacío. Incluso María, Salus populi Romani, encapsulada en la vitrina plástica que se había vuelto opaca debido a la lluvia, pareció que cedía el paso, casi desapareciendo, humildemente, ante Él, levantado en la cruz por la salvación de la humanidad.

El papa Francisco parecía pequeño, y aún más curvado al subir los escalones del atrio, no sin esfuerzo y en soledad, haciéndose intérprete de los dolores del mundo para ofrecerlos al pie de la Cruz: “Maestro, ¿no te importa que estemos perdidos?” La angustiosa crisis que estamos experimentando con la pandemia “desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades" y “ahora, mientras estamos en mares agitados, te suplicamos: ¡Despierta, Señor!”

La sirena de una ambulancia, una de las muchas que en estas horas cruzan nuestros barrios para ayudar a los nuevos contagiados, acompañó con las campanas el momento de la bendición eucarística Urbi et orbi, cuando el Papa, aun solo, reapareció en la plaza desierta y azotada por la lluvia, trazando la señal de la cruz con la custodia. Una vez más, el protagonista fue Él, ese Jesús que inmolándose quiso hacerse alimento para nosotros y que también hoy nos repite: "¿Por qué tienen miedo? ¿Aún no tienen fe?... No tengan miedo".+

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Mons. Giobando agradeció la cercanía de los consagrados con los que más sufren

Buenos Aires (AICA): El obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Ernerto Giobando SJ, agradeció que los consagrados estén más cerca de la gente en este tiempo de pandemia por el coronavirus, especialmente de “los que más sufren en su cuerpo y en su espíritu” y allí donde “hay un dolor, una enfermedad, una miseria”.
El obispo auxiliar de Buenos Aires y vicario episcopal para la Vida Consagrada, monseñor Ernerto Giobando SJ, ratificó el compromiso de los consagrados de estar cerca de la gente en estos tiempos de pandemia por el coronavirus.

“Especialmente de aquellos que más sufren en su cuerpo y en su espíritu. Allí donde hay un dolor, una enfermedad, una miseria, allí estamos nosotros”, precisó en un mensaje.

Tras indicar que “algunos pueden salir, otros acompañamos desde la retaguardia”, agradeció la labor específica de cada uno.

“Gracias por aquellas hermanas y hermanos que están en la primera línea, haciéndose cargo de los hambrientos, de los sin techo, de los enfermos. Gracias por poner el cuerpo con las debidas precauciones de higiene y de circulación”, empezó.

“Gracias por nuestros cuatro carmelos. Cuatro lugares donde la oración de intercesión se hace más necesaria que nunca”, prosiguió.

“Gracias por nuestros Mayores, los más vulnerables al contagio, necesitamos hoy más que nunca su sabiduría para sonreír, en medio de las dificultades, su capacidad para poner serenidad en la convivencia comunitaria y una buena dosis de buen humor. Ustedes tienen una misión: rezar, rezar, rezar”, completó.

El prelado recordó que es tiempo de Cuaresma, mientras que la humanidad está en cuarentena, por lo que: “La mirada nos une: la esperanza del día final, o del primer día en que podamos salir. Es como mirar la Pascua con una luz nueva”.

“¿Qué haremos en ese primer día?”, preguntó, y anticipó: “Un abrazo, un beso, un estrecharse hondamente y experimentar la alegría de volver a empezar”.

El obispo recordó que los consagrados “tenemos una misión que nos pinta de cuerpo entero: ser artífices de comunión, ser testigos de la alegría de vivir unidos, ser apóstoles de la misericordia”.

“Que San Luis Gonzaga, Santa Genoveva de París, San Francisco de Asís, San Cosme y San Damián, Santa Rosa de Lima, San Roque, el Santo Cura Brochero y tantos santos y beatos que interceden especialmente en tiempo de pestes y enfermedades, sean quienes nos iluminen el camino hacia la tan esperada Pascua de Resurrección”, pidió.

Por último, monseñor Giobando impartió su bendición y transmitió el saludo especial del arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Aurelio Poli, y de los demás obispos auxiliares.+

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Buenos Aires (AICA): “Comenzamos a ver personas que tienen hambre, porque no pueden trabajar, no tenían un trabajo permanente y por muchas circunstancias. Oramos por las familias que comienzan a sentir la necesidad debido a la pandemia”, rezó el papa Francisco al inicio de la misa matutina celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta, dedicada hoy a “los que comienzan a sentir las consecuencias económicas de la pandemia”.
“Comenzamos a ver personas que tienen hambre, porque no pueden trabajar, no tenían un trabajo permanente y por muchas circunstancias. Oramos por las familias que comienzan a sentir la necesidad debido a la pandemia”, rezó el papa Francisco al inicio de la misa matutina celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta, dedicada hoy a “los que comienzan a sentir las consecuencias económicas de la pandemia”.

En su homilía, comentando el Evangelio del día, Francisco volvió a criticar el clericalismo y dijo que los sacerdotes y las monjas deben ayudar a los pobres y los enfermos, incluso en este período.

“'Y todos volvieron a su casa': después de la discusión y todo esto, todos volvieron a sus creencias. Hay una grieta en las personas: las personas que siguen a Jesús lo escuchan, él no se da cuenta del largo tiempo que pasa al escucharlo, porque la Palabra de Jesús entra en el corazón, y el grupo de doctores de la Ley que a priori rechaza a Jesús. porque no funciona según la ley, según ellos.

Son dos grupos de personas. Las personas que aman a Jesús lo siguen a él y al grupo de intelectuales de la Ley, los líderes de Israel, los líderes del pueblo. Esto está claro "cuando los guardias volvieron con los principales sacerdotes y dijeron:" ¿Por qué no lo trajeron aquí? ", Respondieron los guardias:" Nunca ha hablado un hombre así ". Pero los fariseos les respondieron: ¿Tú también has sido engañado? ¿Alguno de los líderes de los fariseos creía en él? Pero estas personas que no conocen la Ley están malditas ".

"Este grupo de médicos de la Ley, la élite, siente desprecio por Jesús. Pero también, siente desprecio por la gente, 'esas personas', que son ignorantes, que no saben nada. El santo pueblo fiel de Dios cree en Jesús, lo sigue, y este grupo de élites, los doctores de la Ley, se separa del pueblo y no recibe a Jesús. Pero ¿por qué, si estos fueran ilustres, inteligentes, hubieran estudiado? Pero tenían un gran defecto: habían perdido el recuerdo de su pertenencia a un pueblo".

"El pueblo de Dios sigue a Jesús no puede explicar por qué, pero lo sigue y llega al corazón, y no se cansa. Pensemos en el día de la multiplicación de los panes: han estado todo el día con Jesús, hasta el punto en que los apóstoles le dicen a Jesús: "Déjalos, para que se vayan a comprar comida". Los apóstoles también tomaron distancia, no tomaron en consideración, no despreciaron, pero no tomaron en consideración al pueblo de Dios: "Déjenlos ir a comer". La respuesta de Jesús: "Dales algo de comer". Los vuelve a poner en la gente".

“El pueblo de Dios - dijo entonces - tiene una gran gracia: el sentido del olfato. La sensación de saber dónde está el Espíritu. Él es un pecador, como nosotros: es un pecador. Pero tiene esa sensación de conocer los caminos de la salvación ".

El problema de las élites, de los clérigos de élite como estos, es que habían perdido la memoria de su pertenencia al Pueblo de Dios; se volvieron sofisticados, pasaron a otra clase social, se sintieron líderes. Es el clericalismo lo que ya existía. "¿Pero cómo es que - he oído en estos días -cómo es que estas monjas, estos sacerdotes que están sanos van a los pobres a alimentarlos, y pueden contagiar el coronavirus? ¡Pero dile a la Madre Superiora que no deja salir a las monjas, dile al obispo que no deja salir a los sacerdotes! ¡Son para los sacramentos! Pero aliméntalos, ¡deja que el gobierno provea!". De eso se habla hoy en día: del mismo argumento. "Son gente de segunda clase: somos la clase dirigente, no debemos ensuciarnos las manos con los pobres".

Muchas veces pienso: son buenas personas -sacerdotes, monjas- que no tienen el valor de ir a servir a los pobres. Falta algo. Lo que faltaba a estas personas, a los doctores de la ley. Perdieron su memoria, perdieron lo que Jesús sentía en sus corazones: que eran parte de su pueblo. Han perdido la memoria de lo que Dios le dijo a David: "Te tomé de la grey". Han perdido la memoria de ser parte de la grey.

Y estos, cada uno, cada uno regresó a casa. Una ruptura. Nicodemo, que vio algo -era un hombre inquieto, quizás no tan valiente, demasiado diplomático, pero inquieto- fue a Jesús entonces, pero fue fiel con lo que pudo; trató de mediar y toma de la Ley: "¿Nuestra Ley juzga a un hombre antes de que lo hayamos escuchado y sepamos lo que hace?". Le respondieron, pero no contestaron a la pregunta sobre la Ley: "¿Eres tú también de Galilea? Estudia. Ustedes son ignorantes y verán que de Galilea no hay profeta" Y así terminaron la historia.

Pensemos también hoy en tantos hombres y mujeres cualificados para el servicio de Dios que son buenos y van a servir al pueblo; tantos sacerdotes que no se separan del pueblo. Anteayer recibí una fotografía de un sacerdote, un párroco de montaña, de muchos pequeños pueblos, en un lugar donde nieva, y en la nieve llevaba la custodia a los pequeños pueblos para dar la bendición. No le importaba la nieve, no le importaba el ardor que el frío le hacía sentir en sus manos en contacto con el metal de la custodia: sólo le importaba llevar a Jesús a la gente.

Pensemos, cada uno de nosotros, de qué lado estamos, si estamos en el medio, un poco indecisos, si estamos con el sentimiento del pueblo de Dios, el pueblo fiel de Dios que no puede fallar: tienen esa infalibilitas en creer. Y pensamos en la élite que se separa del pueblo de Dios, en ese clericalismo. Y quizás el consejo que Pablo da a su discípulo, el joven obispo, Timoteo, nos sirva a todos: "Acuérdate de tu madre y de tu abuela". Acuérdate de tu madre y de tu abuela. Si Pablo aconsejó esto fue porque conocía bien el peligro al que conducía este sentido de élite en nuestro liderazgo.

Antes de concluir la Misa, el Papa exhortó a la Comunión espiritual en este difícil momento debido a la pandemia del coronavirus, y terminó la celebración con la adoración y la bendición Eucarística. 

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"Caridad hecha servicio": Dos colegios fabrican máscaras para vencer el coronavirus

Añatuya (Santiago del Estero) (AICA): En estos “tristes tiempos” que atraviesa el mundo debido a la pandemia, los colegios agrotécnicos Virgen de Huachana y San Benito, de la diócesis de Añatuya, proponen que “la solidaridad y la caridad expandida” sean los valores que venzan al coronavirus. Por eso, con la ayuda de impresoras 3D, fabrican barbijos y máscaras para colaborar con esta situación de emergencia sanitaria.
Ante la pandemia mundial que afecta al mundo, los colegios agrotécnicos Virgen de Huachana, de la localidad de Campo Gallo, y San Benito, de la localidad de Santos Lugares, pertenecientes al obispado de Añatuya, pusieron en marcha una campaña de confección de barbijos y máscaras.

Desde que comenzó la campaña, las máquinas de los dos colegios trabajan las 24 horas, con turnos rotativos. Cada barbijo o mascarilla tarda 8 horas en confeccionarse. Al sonar la alarma, “con la alegría de saberse haciendo algo por los demás”, los voluntarios salen a programar el siguiente.

La idea surgió cuando, a través de la secretaria de uno de los colegios, recibieron la noticia de un emprendimiento de barbijos, máscaras y viseras que se lleva a cabo en la ciudad de Goya. En ese momento, pensaron que se podía utilizar la impresora 3D, donación del INET, la materia prima con la que contaban, y teniendo en cuenta que el personal de servicios públicos necesita de estos insumos, pusieron manos a la obra para “salir al encuentro de esa necesidad” y aportar “un granito de arena en estos tiempos”.

El primer obstáculo que se presentó fue el de no contar con los programas para realizarlo, por lo que contactaron al profesor Damián Tymoszuk, que tiene a cargo el proyecto en Goya, quien amablemente les facilitó el material y su asesoramiento.

Para cumplir con la medida de cuarentena obligatoria, con un permiso especial, trasladaron la impresora de un colegio a otro, dado que la escuela de Santos Lugares es escuela albergue y los alumnos residen allí. “Trabajamos quedándonos en casa”, explicaron.

“Ya nos han contactado de varios hospitales de otros departamentos y así hemos contactado a amigos personales y a los que quieran sumarse para ayudarnos con los insumos”, detallaron. “Estamos seguros de que al Covid-19 lo vencerá la caridad hecha servicio y responsabilidad por parte de todos y cada uno”.
Del proyecto participan el obispado de Añatuya, el obispado de Río Cuarto, la Fundación Gottau, y amigos personales. Para este desafío, se autodenominaron “Los aisladitos de Gottau”.

“Educar, elegir la vida”, son las palabras del papa Francisco que definen a estos dos colegios fundados por monseñor Gottau para ser “servidores de nuestra gente”. “En eso estamos y esperemos estar siempre”, desearon.+

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Murió el único obispo mongol. Tenía 101 años

Monseñor Joseph Ma Zhongmu Tegusbeleg ver más
Ningxia (China) (AICA): A los 101 años de edad, el 26 de marzo, falleció en China monseñor Joseph Ma Zhongmu Tegusbeleg, obispo emérito de Yinchuan, el único obispo católico en el mundo de etnia mongola.
A los 101 años de edad, el 26 de marzo, falleció en China monseñor Joseph Ma Zhongmu Tegusbeleg, obispo emérito de Yinchuan, el único obispo católico en el mundo de etnia mongola.Se desempeñó como obispo desde 1983 hasta 2005.

El prelado padeció la época de persecución más violenta del siglo XX y luego la ausencia de reconocimiento a su ministerio episcopal por parte de las autoridades comunistas.

Según los datos biográficos suministrados por su diócesis y divulgados por AsiaNews, monseñor monseñor Ma Zhongmu nació en Chengchuan, en la región norte de China que limita con Mongolia, el 1 de noviembre de 1919. Fue ordenado sacerdote el 31 de julio de 1947 y realizó estudios en la universidad católica de Fu Ren en Pekín.

Fue condenado en 1958 a trabajos forzados y calificado de "contrarrevolucionario" al negarse a pertenecer a la oficialista Asociación Patriótica. El entonces sacerdote fue liberado en 1969, pero no se le permitió ejercer su ministerio, teniendo que trabajar en una planta de conservación de agua como obrero durante 10 años más.

En 1980 retornó al servicio pastoral y en 1983 fue nombrado obispo de Yinchuan, dignidad que nunca fue reconocida por las autoridades. Por este motivo ejerció su ministerio episcopal como parte de la llamada "Iglesia subterránea" hasta su retiro por edad avanzada en 2005.

Además de su largo servicio y los sufrimientos padecidos por su fidelidad a la Iglesia, el obispo elaboró la primera traducción del Misal Romano al mongol. Según informó la diócesis, este aporte no pudo ser oficial, ya que desafortunadamente al enviar el texto para su aprobación en la Santa Sede no existía ninguna persona con conocimiento de la lengua que pudiera examinarlo.+

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Diocesis de Celaya

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