Ciudad del Vaticano (AICA): ¨El diablo existe” y ¨no quiere que las personas sigan a Cristo”, expresó Francisco esta mañana, al presidir la misa en la capilla Santa Marta, al tiempo que pidió aprender del evangelio cómo combatirlo. El Papa indicó que el demonio tentó a Jesús muchas veces, y Jesús sintió en su vida las tentaciones y las persecuciones. Lo advirtió para que los cristianos, que quieren seguir Jesús, conozcan “bien esta verdad”.
El pontífice subrayó que todos somos tentados, porque el diablo no quiere nuestra santidad, y reafirmó que la vida cristiana es, precisamente, una lucha contra el mal, según reconstruyó Radio Vaticana.
“La vida de Jesús ha sido una lucha: Él vino para vencer el mal, para vencer al príncipe de este mundo, para vencer al demonio”, observó el Santo Padre, quien amplió la idea al indicar que el demonio tentó a Jesús muchas veces, y Jesús sintió en su vida las tentaciones y las persecuciones. Lo advirtió para que los cristianos, que quieren seguir Jesús, conozcan “bien esta verdad”.
"Alguno de vosotros, quizás – no lo sé – puede decir: 'Pero Padre, qué antiguo es usted. ¡Hablar del diablo en el siglo XXI!'. Pero, cuidado ¡que el diablo existe! El diablo existe. ¡También en el siglo XXI! Y no debemos ser ingenuos ¿eh? Debemos aprender del Evangelio cómo se lucha contra él”, dijo Francisco.
El obispo de Roma también aseveró que la tentación tiende a crecer y justificarse. Subrayó que es importante pararla a tiempo para que "un hilo de agua”, para que no se convierta en "una marea”.
Extracto de la homilía del Papa
También nosotros somos tentados, también nosotros somos objeto del ataque del demonio, porque el espíritu del mal no quiere nuestra santidad, no quiere el testimonio cristiano, no quiere que seamos discípulos de Jesús. ¿Y cómo hace el espíritu del mal para alejarnos del camino de Jesús con su tentación? La tentación del demonio tiene tres características y nosotros debemos conocerlas para no caer en las trampas. ¿Cómo hace el demonio para alejarnos del camino de Jesús? La tentación comienza levemente, pero crece: siempre crece. Segundo, crece y contagia a otro, se transmite a otro, trata de ser comunitaria. Y, al final, para tranquilizar el alma, se justifica. Crece, contagia y se justifica.
Tenemos una tentación que crece: crece y contagia a los demás. Pensemos en una habladuría, por ejemplo: yo siento un poco de envidia por aquella persona, por aquella otra, y antes tengo la envidia dentro, solo, y es necesario compartirla y a va a lo de otra persona y dice: ‘¿Pero tú has visto a esa persona?’… y trata de crecer y contagia a otro, a otro… Pero éste es el mecanismo de las habladurías ¡y todos nosotros hemos sido tentados de caer en las habladurías! Quizá alguno de ustedes no, si es santo, ¡pero también yo estoy tentado por las habladurías! Esta es una tentación cotidiana. Comienza así, suavemente, como el hilo de agua. Crece por contagio y, al final, se justifica.
Todos somos tentados, porque la ley de la vida espiritual, de nuestra vida cristiana, es una lucha: una lucha. Porque el príncipe de este mundo – el diablo – no quiere nuestra santidad, no quiere que nosotros sigamos a Cristo. Alguno de ustedes, tal vez, no sé, podría decir: ‘Pero, Padre, ¡qué antiguo es usted: hablar del diablo en el Siglo XXI!’. Pero ¡miren que el diablo existe! El diablo existe. ¡También en el Siglo XXI! Y no debemos ser ingenuos, ¡eh! Debemos aprender del Evangelio cómo se hace para luchar contra él
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