El purpurado mexicano consagró el templo parroquial de San Juan Diego, el primer templo que se construye fuera de la nación azteca en honor al santo indígena a quien la Virgen se reveló. Junto al cardenal mexicano, viajaron el párroco de la basílica de Guadalupe y algunos fieles, que se sumaron a sus compatriotas residentes en la Argentina.
La celebración fue por momentos emotiva y estuvo plagada de cantos, abrazos, aplausos y lágrimas. Los vecinos del barrio recordaron los orígenes de la comunidad, aquella que empezó hace más de 20 años con una imagen y una cruz y la celebración de la misa al aire libre o en una carpa.
Las actividades por la consagración comenzaron en la noche del jueves 30 de abril, con una concurrida serenata a la Virgen. Por la mañana del viernes, la comunidad recibió en el atrio de la iglesia a los cientos de fieles de parroquias vecinas, que llegaron a pie y con sus patronos a cuesta. Antes de la misa, un desfile de banderas honró a a la Virgen de Guadalupe como “emperatriz de América” y hubo varios llamados a la unión de todos los pueblos de la región.
El templo parroquial, moderno y que en parte refleja la estructura circular de la basílica de Guadalupe, quedó pequeño ante la multitud de fieles que ocuparon la nave central. Con dificultad, los celebrantes ingresaron y ocuparon el altar y los costados. Más de 30 sacerdortes concelebraron con el cardenal mexicano y con el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Aurelio Poli, y sus obispos auxiliares, monseñores Joaquín Sucunza, Enrique Eguía Seguí, Juan Carlos Ares y Ernesto Giobando SJ.
A sabiendas de que esta era una ceremonia histórica para el barrio y la ciudad, los organizadores colocaron una pantalla gigante y altavoces afuera del templo, lo que permitió que cientos más participaran de la misa desde el exterior.
En su homilía, el cardenal Rivera recordó el protagonismo del obispo Jorge Bergoglio en el nacimiento de la comunidad parroquial, allá por 1992, cuando el actual pontífice era obispo auxiliar porteño y vicario de la zona Flores. Luego recordó la importancia del templo para la comunidad cristiana y la vida del santo patrono de la comunidad.
"Muy queridos hermanos y hermanas, ¡cómo le hubiera gustado al papa Francisco estar aquí para inaugurar este funcional y hermoso edificio donde va creciendo la parroquia!", dijo el purpurado. "Vengo del Tepeyac, donde Dios se ha mostrado con cada uno de nosotros gracias a su madre, santa María de Guadalupe, que eligió a un humilde indígena, Juan Diego, para que sea su mensajero. En él depositó toda su confianza, todo su amor, toda su misericordia", dijo.
El cardenal Rivera observó que san Juan Diego fue un humilde indígena a quien Dios le mostró el paraíso al transformar el cerro árido, pedregoso y salitroso del Tepeyac en un cerro donde la vida de Dios regó para manifestar la vida y la nueva alianza del verdadero Dios por quien se vive.
El purpurado mexicano observó que los recintos materiales "nos ayudan a concentrarnos en nuestras relaciones con Dios", y recordó que el templo es la casa de Dios y la casa de la Iglesia. También subrayó que "es más importante la Iglesia pueblo que la Iglesia edificio", y dijo a los fieles que ellos son "templo del Espíritu Santo", como dice san Pablo en su Carta a los Corintios.
Reconociendo una feligresía humilde, el cardenal aseguró que san Juan Diego era un pobre campesino que no merecía ser elegido por la Madre de DIos para la encomienda de construirle un templo; sin embargo, fue a través de este indio, al que definió como "lleno de Dios", por quien la Virgen quiso mostrarse a todos sus hijos de América.
Tras la homilía, el cardenal Rivera y los concelebrantes procedieron a la consagración del templo. Oraron y marcaron el altar y las columnas con el óleo y encendieron las velas, mientras una nube de incienso cubría con su aroma el interior del recinto. Luego, los fieles estallaron en ovación cuando la figura de un san Juan Diego, cubierto por un manto con la imagen de la Virgen, fue llevada hacia el altar, en donde permanece junto al Jesús crucificado.
Al término de la comunión llegó el momento de los agradecimientos. El cardenal Poli agradeció el gesto de la comunidad mexicana y del cardenal Rivera, y elogió la tarea del presbítero Marcelo Gallino, primer párroco de la comunidad, y del presbítero Federico Trapaglia, actual párroco.
El padre Trapaglia también habló y agradeció los esfuerzos de tantos que colaboraron con el templo. Recordó a los difuntos y, emocionado, leyó una carta que el papa Francisco envió al cardenal Poli. El Santo Padre elogió el trabajo de obispos, sacerdotes y laicos para impulsar el crecimiento de la comunidad, y aseguró que reza por la parroquia.
Autoridades presentes
El nuncio apostólico, monseñor Emil Paul Tscherrig, concelebró la misa junto al cardenal Rivera, el cardenal Poli, los obispos auxiliares y los sacerdotes porteños.
Asistieron también a la celebración el director general de Culto Católico, Luis Saguier Fonrouge; el director de Cultos del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Alfredo Abriani; el ministro de Desarrollo Urbano porteño, Daniel Chaín; el jefe de la Policía Metropolitana, Horacio Giménez, y el embajador de México, Fernando Castro Trenti.+
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