Mons. Castagna recuerda cuál es la acción del Espíritu Santo en el mundo

Mons. Castagna recuerda cuál es la acción del Espíritu Santo en el mundo

Buenos Aires (AICA): El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que “al celebrar Pentecostés recordamos que de su presencia animadora depende lo bueno que logran los hombres y mujeres de buena voluntad, aún aquellos que no profesan religión alguna. La era del Espíritu interesa a toda la humanidad. El Santo Espíritu inspira y anima todo bien, aún sin la explícita conciencia de quienes son dóciles a esa inspiración”.
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que “al celebrar Pentecostés recordamos que de su presencia animadora depende lo bueno que logran los hombres y mujeres de buena voluntad, aún aquellos que no profesan religión alguna. La era del Espíritu interesa a toda la humanidad. El Santo Espíritu inspira y anima todo bien, aún sin la explícita conciencia de quienes son dóciles a esa inspiración”.

El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que “al celebrar Pentecostés recordamos que de su presencia animadora depende lo bueno que logran los hombres y mujeres de buena voluntad, aún aquellos que no profesan religión alguna. La era del Espíritu interesa a toda la humanidad. El Santo Espíritu inspira y anima todo bien, aún sin la explícita conciencia de quienes son dóciles a esa inspiración”.

El prelado sostuvo que “esta convicción genera una alentadora esperanza en medio de los desatinos y locuras que afloran, como tumores malignos, en la epidermis de nuestra sociedad” y exclamó: “‘No todo está perdido’, afirmamos ante gestos y acontecimientos de alto contenido virtuoso”.

“La promoción de lo auténticamente bueno, bello y verdadero es el único antídoto contra el odio, la violencia y la inseguridad causada por la delincuencia. En ella juega un papel primordial la familia, como célula fundante de la sociedad, y la educación. Para los cristianos, que deben nutrirse de la Palabra y de los sacramentos, se requiere que los ‘administradores de los misterios de Dios’ se esmeren en preparar y suministrar correctamente ese alimento de su fe”, subrayó en su sugerencia para la homilía para la solemnidad de Pentecostés.

Texto de la sugerencia

1.- Pentecostés, fruto de la Pascua. Pentecostés es fruto de la Pascua. Jesús resucitado cumple lo que el Jesús histórico había prometido. Esta última aparición, en línea con las que hemos recordado durante el Tiempo Pascual, incluye el envío formal de sus discípulos: "Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes". (Juan 20, 21) No los abandona librados a sus límites y carencias culturales, los provee de una potestad que lo hará presente a Él, en beneficio de un mundo necesitado de misericordia: "Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan". (Juan 20, 22-23) El peor daño recibido por el hombre - auto infligido - es el pecado. El mayor de los beneficios es, por lo mismo, el perdón del pecado. Para ello vino Jesús y, para ello está su Iglesia, fundada en los Apóstoles. El Bautista lo identifica ante sus discípulos con un título y misión, que recordamos con frecuencia: "Al día siguiente, Juan vió acercarse a Jesús y dijo: "Este es el Codero de Dios, que quita el pecado del mundo". (Juan 1, 29) Porque es el pecado al que vino a erradicar, pagando con la Cruz un precio en extremo alto. ¡Qué importante es la persona humana para merecer tal estremecedor sacrificio! Cuando no nos miramos desde la fe ¡qué baja o errónea autoestima invade nuestro ánimo! Cuando San Pablo afirma con tanta convicción: "Por la gracia de Dios soy lo que soy", sin medir explícitamente el alcance de su expresión, acierta con lo que constituye la verdadera originalidad del hombre creado por Dios. Siendo su obra excelente, ni aún el pecado logra destruir su dignidad.

2.- Recuperar la relación de amor con Dios y con el prójimo. El hombre más perdido es un ser recuperable. Por ello Dios decide redimirlo mediante el misterio de la Encarnación de su Hijo divino. Su recuperabilidad no es mérito suyo sino de su Creador, que lo hizo bien: "Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno". (Génesis 1, 31) Por causa del mal uso de la libertad se produce el pecado. Es obra del hombre, rebelado contra el mandamiento de Dios y, por lo mismo, negado al amor que debe a su Creador y Padre y a sus hermanos los hombres. Para recuperar su relación de amor - con Dios y con sus semejantes - necesita ser recreado. La Redención es una forma de recreación. El Espiritu Santo, Amor del Padre y del Hijo, hace la obra y la repara, después del desaguisado causado por el hombre. Pentecostés es el comienzo de la era del Espíritu. Durante la misma se va edificando el Reino, cuya cercanía es anunciada por Jesús, su piedra angular. El mismo Señor relaciona la perfección de su obra redentora con la llegada del Espíritu Santo, especialmente cuando la ignorancia y la fragilidad de sus discípulos se ponen más de manifiesto.

3.- La acción del Espíritu en el mundo. Al celebrar Pentecostés recordamos que de su presencia animadora depende lo bueno que logran los hombres y mujeres de buena voluntad, aún aquellos que no profesan religión alguna. La era del Espíritu interesa a toda la humanidad. El Santo Espíritu inspira y anima todo bien, aún sin la explícita conciencia de quienes son dóciles a esa inspiración. Esta convicción genera una alentadora esperanza en medio de los desatinos y locuras que afloran, como tumores malignos, en la epidermis de nuestra sociedad. - "No todo está perdido" - afirmamos, ante gestos y acontecimientos de alto contenido virtuoso. La promoción de lo auténticamente bueno, bello y verdadero es el único antídoto contra el odio, la violencia y la inseguridad causada por la delincuencia. En ella juega un papel primordial la familia, como célula fundante de la sociedad, y la educación. Para los cristianos, que deben nutrirse de la Palabra y de los sacramentos, se requiere que los "administradores de los misterios de Dios" (1 Corintios 4, 1-2) se esmeren en preparar y suministrar correctamente ese alimento de su fe. Me refiero a los ministros sagrados - obispos, presbíteros y diáconos - y a la responsabilidad eclesial que los urge. ¡Qué trascendencia la de su predicación y catequesis! Se la puede descuidar o desnaturalizar. Es preciso exponer, a todos, la integridad del Misterio de Cristo, de tal modo que nadie pueda ampararse en "falta de información", para eximirse de la opción más grave y trascendente de su vida. Es alarmante la indiferencia religiosa, hasta la aversión contra la Iglesia y su mensaje, que parece predominar en nuestra sociedad, originariamente evangelizada por la Iglesia Católica.

4.- Hoy sigue siendo Pentecostés. Sin duda, algunas ideologías contrarias al contenido de la fe católica, se han establecido cómodamente entre nosotros. La ignorancia religiosa produce un caldo de cultivo de insospechada gravedad. No obstante, el Espíritu Santo, derramado sobre la Iglesia naciente y el mundo - el día de Pentecostés - está actuando hoy, aunque el mal se mantenga embravecido contra Él. El Don de Cristo, vencedor del pecado - por su Muerte y Resurrección - eliminará definitivamente todo resabio de mal. Es preciso renovar la fe en la presencia activa del Espíritu Santo y cultivar la docilidad a su acción.+

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