El purpurado junto con el nuncio apostólico, monseñor Emil Paul Tscherrig y el embajador de El Salvador, Oscar Menjivar Chávez, invitó a participar de esta celebración en memoria del prelado salvadoreño asesinado el 24 de mayo de 1980.
En marzo pasado, la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina decidió acompañar “la vigilia de oración del pueblo salvadoreño, que siempre reconoció en monseñor Romero la figura de un pastor que comprometió su vida por el Evangelio".
Monseñor Romero será beatificado en una misa que presidirá el cardenal Ángelo Amato SDB, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Entre los muchos prelados y sacerdotes, concelebrarán el actual arzobispo de San Salvador, monseñor José Luis Escobar Alar, y el arzobispo Vincenzo Paglia, prefecto de la Pontificia Comisión para la Familia y postulador de la causa de canonización.
Datos biográficos de Mons. Romero
El arzobispo de Buenos Aires envió a los medios los siguientes datos, tomados de la causa de beatificación: Oscar Arnulfo Romero nació en Ciudad Barrios, El Salvador, el 15 de agosto de 1917. Su familia era humilde y con un tipo modesto de vida. Fue ordenado sacerdote a la edad de 25 años en Roma, el 4 de abril de 1942.
El padre Romero era un sacerdote sumamente caritativo y entregado. Dada su amplia labor sacerdotal fue elegido Secretario de la Conferencia Episcopal de El Salvador y ocupó el mismo cargo en el Secretariado Episcopal de América Central. El 25 de abril de 1970, la Iglesia lo llamó a proseguir su camino pastoral elevándolo al ministerio episcopal como Obispo Auxiliar de San Salvador y en el día de su ordenación episcopal dejaba claro el lema de toda su vida: “Sentir con la Iglesia”. El 14 de diciembre de 1974, Monseñor Romero se hizo cargo de la Diócesis más joven de El Salvador, Santiago de María.
En El Salvador la violencia avanzaba, con ello la Iglesia se edificaba en contra de esa situación de dolor, por tal motivo la persecución a la Iglesia en todos sus sentidos comenzó a cobrar vida. En medio de ese ambiente de injusticia, violencia y temor, Mons. Romero fue nombrado Arzobispo de San Salvador el 3 de febrero de 1977. El 12 de marzo de 1977, se dio la triste noticia del asesinato del padre Rutilio Grande, un sacerdote amplio, consciente, activo y sobre todo comprometido con la fe de su pueblo. La muerte de Rutilio le dolió mucho a Monseñor Romero : “un mártir dio vida a otro mártir”. La situación del país se complicó cada vez más. Un nuevo fraude electoral impuso al general Carlos Humberto Romero en la Presidencia Y una protesta generalizada se dejó escuchar en todo el ambiente.
En el transcurso de su ministerio arzobispal, monseñor Romero se convirtió en un implacable protector de la dignidad de los seres humanos, sobre todo de los más desposeídos; esto lo llevaba a emprender una actitud de denuncia contra la violencia, y sobre todo a enfrentar cara a cara a los regímenes del mal. Sus homilías se convirtieron en una cita obligatoria de todo el país cada domingo. Desde el púlpito iluminaba a la luz del Evangelio los acontecimientos del país y ofrecía rayos de esperanza para cambiar esa estructura de terror. A raíz de su actitud de denuncia, Mons. Romero comenzó a sufrir una campaña extremadamente agobiante contra su ministerio arzobispal, su opción pastoral y su personalidad misma.
Ya a finales de 1979 Monseñor Romero sabía el inminente peligro que acechaba contra su vida y en muchas ocasiones hizo referencia a ello consciente del temor humano, pero más consciente del temor a Dios a no obedecer la voz que suplicaba interceder por aquellos que no tenían nada más que su fe en Dios: los pobres.
El domingo 23 de marzo de 1980 Mons. Romero pronunció su última homilía, la cual fue considerada por algunos como su sentencia de muerte debido a la dureza de su denuncia: “en nombre de Dios y de este pueblo sufrido... les pido, les ruego, les ordeno en nombre de Dios, cese la represión”. Al día siguiente, 24 de marzo de 1980, monseñor Oscar Arnulfo Romero Galdamez fue asesinado de un certero disparo, aproximadamente a las 6:25 p.m. mientras oficiaba la Eucaristía. Fue enterrado el 30 de marzo y sus funerales fueron una manifestación popular frente a la Catedral para darle el último adiós, prometiéndole que nunca lo iban a olvidar. Lo sentían como un padre, quien los cuidaba, quien los quería, todos quisieron verlo por última vez.+
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