Confluyeron de todos lados del país con el afán de renovar la historia con Cristo. Los asistentes al II Encuentro Nacional de Juventud en Rosario llegaron de grandes ciudades y de pequeños pueblos, en contingentes formados por varios ómnibus o desperdigados en pequeñas combis, autos particulares o transportes de línea.
Por ejemplo, 25 chicos de la Sociedad de la Alegría, obra de Don Bosco, habían venido de Tucumán: 15 en una trafic y 10 en colectivos de línea. Adolescentes de la pastoral juvenil de Villa La Angostura, Neuquén, habían empleado 32 horas de viaje en ómnibus para llegar a Rosario, acompañados por la catequista Luz Ricardes. Eran de la escuela Virgen Niña y de la parroquia Nuestra Señora de los Lagos. De Villa Bosch, Buenos Aires, vinieron en autos particulares 18 jóvenes de la parroquia llevada por religiosos josefinos de Murialdo.
Walter, de 18 años, estudia Medicina en la Universidad Barceló en Santo Tomé, Corrientes, pero venía con chicos del grupo misionero San Francisco Javier, de Colonia Liebig, su pueblo natal, a 120 kilómetros de Santo Tomé. Su familia vive allí, donde su papá es obrero de una fábrica yerbatera. Los integrantes de ese grupo misionero ayudan y hacen misiones en una isla de Apipé, adonde llevan ropa y medicamentos a los pobladores, muy pobres, y comparten la fe. “Somos jóvenes y queremos demostrarles que no todo está perdido”, apunta Walter.
“Es emocionante ver esta cantidad de gente”, dijo Matías, de 16 años, de la parroquia Inmaculada Concepción, de la localidad bonerense de Pontevedra. Nunca había estado en una reunión así. Estudia en la escuela técnica 3, de Pontevedra, apunta Walter, a quien acompañan Máximo, de 12 años, de otra escuela técnica del mismo lugar, la 2, y otros compañeros. Daniel Argüello, de 16, resume sus impresiones en una sola palabra: emoción.
En la marcha que fue el primer día desde el Monumento Nacional a la Bandera hasta el hipódromo Independencia, no menos de tres o quizá cuatro kilómetros, podían recogerse vivos testimonios, caminando a la par, al tiempo que no pocos jóvenes saludaban o entregaban recuerdos a los vecinos que miraban con interés y simpatía.
Ayelén Riquelme, de 24 años, se graduó de licenciada en asistente social en la Universidad Nacional de Lanús, y trabaja en un servicio local de niñez y adolescencia en el área de Desarrollo Social del municipio de Quilmes. Va a las casas de muchos afectados y ve lo peor de lo peor: casos de violencia familiar, abuso sexual, adicciones… “Detrás de cada caso hay un alma con su historia”, dice. Siente que está en ese lugar porque Dios la puso y se pregunta qué querrá de ella. Y sueña con dar mucho más. Atender las necesidades materiales y psicológicas es necesario, pero no soluciona todo. Reflexiona: hay necesidad de conocer a Jesús.
En la marcha por calles céntricas de la ciudad hubo cánticos, conversaciones, saludos, rezos, y algunos lemas sostenidos, como Sí a la vida, coreado durante varias cuadras en clara posición de apoyo a la vida por nacer ante la discusión por la legalización del aborto.
Un obispo comentó cómo advertía en las conversaciones a chicos buscando qué es lo que Dios quiere de ellos, cada uno con sus dudas y sus certezas, su apertura al futuro, atisbando qué será su vida, su vocación, y su deseo de brindar su aporte a una sociedad más humana, a renovar la historia, desde el lugar que le toque. Desde el estrado hubo testimonios personales de un muchacho seminarista y de una joven novicia de las cooperatrices de Cristo Rey, que contó su búsqueda de la voluntad de Dios, a través de dos noviazgos –en uno estaba a punto de casarse- y de cursos de discernimiento, de mucha oración, hasta encontrar su camino con una alegría que su rostro trasuntaba.
Varios obispos y sacerdotes estuvieron confesando en un gran espacio donde había, con distancia entre unas y otras, muchas sillas al aire libre. Así se pudo ver al cardenal Mario Poli, entre otros.
Como es lógico, hubo muchos muchachos y chicas de Rosario y de zonas circundantes, inscriptos de antemano o sumados al final. Algunos que estudian en Rosario, como Agustín, de 24 años, que estudia tecnicatura en administración de empresas, y vive en un departamento con otros amigos oriundos, como él, de Concepción del Uruguay. Tomás Almada, que estudia comunicación social en la Universidad Nacional de Rosario es otro de sus coterráneos y acompañantes. Todos son ex alumnos salesianos y los fines de semana van a Funes, cerca de Rosario, donde participan en el Movimiento Juvenil Salesiano, ayudan en un barrio periférico y se reúnen en la escuela María Auxiliadora. Allí confluyen con chicos de Funes, que también asistieron al encuentro nacional, como Joel, que estudia profesorado de filosofía, y Fiorella, psicopedagoga.
En la noche de apertura, Diana Fanlo, de Corrientes, de 33 años, dio desde el estrado del hipódromo un cálido saludo a todos, junto con Mariano García, el otro coordinador nacional del encuentro, de Buenos Aires. Ella concurrió desde días antes a Rosario con su esposo y su chiquita de menos de un año. Era la culminación de un trabajo que empezaron a preparar hace tres años.
Diana agradeció a los que vinieron de distintas regiones, con sus comunidades, sus grupos juveniles, sus parroquias. “Sabemos que esto ha implicado mucho movimiento, precisó, mucho sacrificio. Gracias por bancarse el frío, por las horas de cansancio, por las horas sin dormir…” Estamos convencidos de que Dios no va a dejar pasar por algo todo este esfuerzo que han hecho para venir hoy acá para renovar juntos la historia, afirmó.
Y concluyó dando “gracias a Nuestra Madre, porque gracias a Ella hoy estamos aquí”. Expresó “que con María podemos juntos hacer este sueño posible, renovar esa patria de hermanos y juntos podemos renovar la historia”.+
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