Mons. Arancedo: “La vida de comunión, principio y signo de una Iglesia misionera”
“Él nos habla de su Padre que lo envió y del Espíritu Santo que ellos, después de su Ascensión, nos enviarán. Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Podemos llegar a conocer la existencia de un Dios creador y principio de todo, a eso llega la filosofía, pero no a conocerlo en su intimidad si Él no se nos revela”, recordó, y agregó: “El misterio de la vida de Dios lejos de ser algo oscuro adquiere, por el testimonio de Jesucristo, la luminosidad de una verdad que da sentido y horizonte a nuestra vida”.
El prelado afirmó que “la primera actitud de la fe es, por ello, de gratitud y alabanza, porque Dios se nos ha revelado como fuente, camino y término de nuestra vida”.
“Esta conciencia de la fe trinitaria es principio e imagen de la Iglesia. No tenemos que buscar modelos para hablar o definir a la Iglesia, solo contemplar la vida de Dios como nos la ha revelado Jesucristo en sus palabras, principalmente en su oración: ‘Padre, que ellos sean uno como nosotros somos uno’”, explicó.
El arzobispo santafesino sostuvo que “la Iglesia está llamada a ser la expresión visible en el mundo de esta vida de comunión en Dios. Esta es, precisamente, la obra del Espíritu Santo como alma de la Iglesia”.
“Cuando perdemos de vista esta realidad teológica corremos el peligro de hacer una Iglesia a nuestra medida, que termina siendo una expresión débil o una suerte de ideología política, que no es la Iglesia de Jesucristo, por ello no despierta ni trasmite la fe. En cambio, cuando su fuente es la vida de comunión en Dios, ella nos muestra un camino nuevo de vida”, advirtió.
Monseñor Arancedo puntualizó que la oración de Jesús concluye: “Que sean uno para que el mundo crea”, y reflexionó: “La vida de comunión, que es expresión de nuestra fe en el Dios Uno y Trino, se convierte en principio y signo de una Iglesia misionera”.
“Un modo de actualizar esta conciencia es valorar el significado que tiene el persignarnos, es decir, hacerlo de un modo más reflexivo y religioso. Nos signamos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en Él hemos sido bautizados y en Él estamos llamados a vivir nuestra fe”, señaló.
“Cuántas veces es un acto rápido y casi mecánico que no eleva nuestro espíritu al ámbito de la fe, y corremos el peligro de hacer de la oración un diálogo con nosotros mismos y no abiertos a la escucha del Dios que nos ama, nos habla y nos sana”, concluyó.+
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