La Ascensión cierra la obra terrena de Cristo y empieza la de los apóstoles
“La Iglesia -expresó monseñor Martorell- celebra hoy la Ascensión del Señor a los Cielos, tal como lo anunciaba Él mismo el día de la Pascua: “subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes”, le había dicho a María Magdalena. Asimismo les había anunciado a los discípulos de Emaús: “¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?”. ¿No había mostrado su Gloria a los discípulos Santiago, Pedro y Juan en la Transfiguración?. Jesús vuelve al Padre, de donde vino, y después de sufrir las humillaciones aquí en la tierra, vuelve a la Gloria que le corresponde”.
“Los evangelistas fueron testigos visibles de la Ascensión. Los que lo habían visto morir en la Cruz, lo vieron subir a los Cielos. Así lo relata Marcos: “El Señor Jesús fue llevado al Cielo y está sentado a la derecha de Dios” y Lucas lo describe así: “Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo”. El Libro de los Hechos de los Apóstoles también atestigua lo mismo que relatan los evangelistas: “Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes y serán mis testigos hasta los confines de la tierra. Dicho esto, los Apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó a la vista de ellos”, espectáculo maravilloso para los apóstoles, que se quedaron atónitos, hasta que los ángeles los sacaron de su maravilloso asombro”.
“Es la Ascensión esperanza para la vida de fe del cristiano, que en su peregrinar por la tierra, muchas veces se ve solitario en su fe, muchas veces sufriente y en la aridez de la fe misma. San Pablo nos dice en Efesios: “Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la Gloria… ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados”. Y él fundaba esta esperanza en lo que él mismo había sido testigo: la gloria de Cristo levantado por encima de toda criatura. Esto es lo que Dios hará en favor de aquellos que unidos a Cristo en la fe, en el Cuerpo Místico del cual Él es la Cabeza, compartirán su suerte después de este caminar. Si hoy en el sufrimiento compartimos la cruz de Cristo, también un día tendremos parte en su Gloria eterna”, concluyó monseñor Martorell.+
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