El Papa bendijo los palios y llamó a “tocar” la miseria humana
El pontífice, que celebró la Eucaristía acompañado por los 14 nuevos cardenales creados durante el consistorio del día anterior, advirtió sobre la tentación de alejarse de las llagas de Cristo.
“Contemplar y seguir a Cristo exige dejar que el corazón se abra al Padre y a todos aquellos con los que Él mismo se quiso identificar, y esto con la certeza de saber que no abandona a su pueblo”, subrayó, y agregó: “Jesús toca la miseria humana, invitándonos a estar con Él y a tocar la carne sufriente de los demás”.
El Papa atribuyó esta actitud a la acción del demonio que, actuando “a escondidas” trata de alejar a los cristianos de Jesús.
Francisco explicó que Jesús, el Ungido de Dios, “lleva el amor y la misericordia del Padre hasta sus últimas consecuencias”, hasta la cruz. “Tal amor misericordioso supone ir a todos los rincones de la vida para alcanzar a todos, aunque eso le costase el ‘buen nombre’, las comodidades, la posición…, el martirio”, afirmó.
“Contemplar la vida de Pedro y su confesión, es también aprender a conocer las tentaciones que acompañarán la vida del discípulo. Como Pedro, como Iglesia, estaremos siempre tentados por esos ‘secreteos’ del maligno que serán piedra de tropiezo para la misión. Y digo ‘secreteos’ porque el demonio seduce a escondidas, procurando que no se conozca su intención”, advirtió.
Por el contrario, “participar de la unción de Cristo es participar de su gloria, que es su Cruz”, diferenció, y agregó: “Gloria y cruz en Jesucristo van de la mano y no pueden separarse; porque cuando se abandona la cruz, aunque nos introduzcamos en el esplendor deslumbrante de la gloria, nos engañaremos, ya que eso no será la gloria de Dios, sino la mofa del ‘adversario’”.
Ante la tentación de permanecer alejados de las llagas de Cristo en la cruz, Francisco recordó que “confesar la fe con nuestros labios y con nuestro corazón exige identificar los ‘secreteos’ del maligno”.
“Aprender a discernir y descubrir esos cobertizos personales o comunitarios que nos mantienen a distancia del nudo de la tormenta humana; que nos impiden entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y nos privan, en definitiva, de conocer la fuerza revolucionaria de la ternura de Dios”, aseveró.
Por último, el Papa destacó que “contemplar y seguir a Cristo exige dejar que el corazón se abra al Padre y a todos aquellos con los que Él mismo se quiso identificar, y esto con la certeza de saber que no abandona a su pueblo”.+
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