Card. Gracias: Eliminar el riesgo para que la lacra de los abusos no siga adelante
El purpurado centró la atención sobre los discernimientos rigurosos y las diversas acciones que impidan los abusos en el futuro, trabajando “juntos”, porque “tenemos mucho por delante”.
En su intervención, titulada “La obligación de rendir cuentas en una Iglesia colegial y sinodal”, se centró en la rendición de cuentas de la jerarquía episcopal y ha señalado que el abuso sexual de menores y otras personas vulnerables “no solo viola la ley divina y eclesiástica, sino que también es un comportamiento criminal público”.
El cardenal indio subrayó la necesidad de la colegialidad y la sinodalidad para poder afrontar el problema de los abusos.
“Al invitar a los presidentes de las Conferencias Episcopales, el Papa está señalando cómo la Iglesia debe abordar esta crisis. Para él y para los que nos reunimos con él, será el camino de la colegialidad y de la sinodalidad”, destacó.
“Al abordar juntos el flagelo del abuso sexual, es decir, de manera colegiada, debemos hacerlo con una visión singular y unificada, así como con la flexibilidad y la capacidad de adaptación que se derivan de la diversidad de las personas y las situaciones bajo nuestra atención universal”.
En su exposición, abordó las causas que subyacen tras estos crímenes cometidos por pastores que, precisamente, deberían proteger a los fieles, y no agredirlos.
Señaló que “el abuso sexual de menores y adultos vulnerables en la Iglesia revela una compleja red de factores interconectados que incluyen: psicopatología, decisiones morales pecaminosas, ambientes sociales que permiten que ocurra el abuso, y a menudo respuestas institucionales y pastorales inadecuadas o claramente dañinas, o una falta de respuesta”.
El modo correcto de afrontar la cuestión
“No podemos ignorar –continuó diciendo– que en la Iglesia hemos tenido dificultades para afrontar la cuestión del abuso de modo correcto” y que también los obispos tienen “tal responsabilidad”. Por esta razón se preguntó si los obispos se empeñan “realmente” en mantener una “conversación abierta”, señalando “honestamente” a sus hermanos “obispos o sacerdotes” frente a un “comportamiento problemático”.
La exhortación es a “cultivar la cultura de la correctio fraterna” y, al mismo tiempo, considerar “las críticas de un hermano como una oportunidad para realizar mejor nuestros deberes”, admitiendo “personalmente los errores unos con otros” y pidiendo ayuda “sin querer pretender ser perfectos”: manteniendo “verdaderamente una relación fraterna”, en estos casos – explicó – “no debemos preocuparnos por dañarnos a nosotros mismos”, aunque “demostremos debilidad”.
La comunicación base de la colegialidad
Cada obispo –recordó el purpurado indio– obedece “directamente al Santo Padre”. En esta perspectiva el Purpurado insta a preguntarse “honestamente” si “a veces” no se piensa que la relación con los demás obispos “no es tan importante, sobre todo si los hermanos tienen una opinión diferente y o sienten la necesidad de corregirnos”.
El camino es el de “una confrontación entre la Curia Romana y nuestras conferencias episcopales”: independientemente de que sea la relación entre los “obispos locales y Roma”, o que se trate de la relación de los obispos entre sí, “debería quedar claro –señaló– que la colegialidad sólo puede ser vivida y puesta en práctica sobre la base de la comunicación”.
La pregunta es, entonces, si se utilizan “realmente” todas las formas de comunicación “moderna, regular y sostenible” o si se sigue estando “retrasados”. La idea del Presidente de la Conferencia Episcopal de la India es la de “mejorar en la velocidad del intercambio de informaciones y también en la participación para elaborar opiniones e iniciar debates”.
Daños incalculables
“Los abusos cometidos por clérigos (obispos, sacerdotes, diáconos) y otras personas que sirven en la Iglesia (por ejemplo, maestros, catequistas, entrenadores) derivan en daños incalculables, tanto directos como indirectos. Lo más importante es que el abuso inflige daño a los sobrevivientes”.
Afirmó el cardenal Oswald Gracias que “este daño directo puede ser físico. Inevitablemente, es psicológico con todas las consecuencias a largo plazo de cualquier trauma emocional grave relacionado con una profunda traición a la confianza. Muy a menudo, es una forma de daño espiritual directo que remece la fe y perturba severamente el itinerario espiritual de aquellos que sufren abuso, a veces llevándolos a la desesperación”.
Detalló que el daño a las víctimas también puede ser indirecto, como resultado “de una respuesta institucional fallida o inadecuada”.
Incluye esa respuesta errónea “no escuchar a las víctimas ni tomar en serio sus reclamaciones, no ampliar la atención y el apoyo a las víctimas y sus familias, dar prioridad a la protección de los asuntos institucionales y financieras (por ejemplo, ocultando los abusos y a los abusadores) por encima de la atención a las víctimas, no retirar a los abusadores de situaciones que les permitirían abusar de otras víctimas, y no ofrecer programas de formación y detección para los que trabajan con niños y adultos vulnerables”.
También relató haberse reunido, hace apenas dos semanas, con un grupo de víctimas, doce personas, algunas de las cuales afirmaron que habían perdido la fe en Dios y en la Iglesia, y hay muchas otras – afirmó – que aún no han sido escuchadas. Por lo tanto, el reto es: “Cómo ayudarlas”.
“Por muy grave que sea el abuso directo de niños y adultos vulnerables, el daño indirecto infligido por aquellos con responsabilidad directiva dentro de la Iglesia puede ser peor al revictimizar a aquellos que ya han sufrido abuso”.
Justicia eclesiástica y justicia civil
Como consecuencia, destacó que hacer justicia a las víctimas es “una tarea fundamental que nos incumbe a todos, individual y colegialmente”.
Ese restablecimiento de la justicia a las personas que han sufrido abusos tiene un doble nivel: la justicia eclesiástica y la justicia civil.
“Por supuesto, debemos defender y promover la justicia de Dios e implementar las normas de justicia que pertenecen a nuestra comunidad eclesial”. Sin embargo, “el abuso sexual de menores y otras personas vulnerables no solo viola la ley divina y eclesiástica, sino que también es un comportamiento criminal público. Aquellos que son culpables de un comportamiento criminal, en justicia tienen la obligación de rendir cuentas ante las autoridades civiles por dicho comportamiento”.
Además, se refirió a la sanación de las víctimas como una obligación central de la Iglesia, lo que implica “un acercamiento respetuoso y un reconocimiento honesto de su dolor y sufrimiento. Ignorar o minimizar lo que las víctimas han experimentado solo exacerba su dolor y retrasa su sanación”.
“Hay muchos caminos hacia la sanación, desde el asesoramiento profesional hasta los grupos de apoyo y otros medios”.
En este sentido, destacó la importancia de “identificar y aplicar medidas para proteger a los jóvenes y a las personas vulnerables de futuros abusos”. +
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