Catequesis del Papa: El centro de la oración cristiana es llamar “Padre” a Dios
Esta es la raíz de la oración cristiana: llamar “Padre” a Dios. ¡Hace falta valor! No se trata tanto de una fórmula, como de una intimidad filial en la que somos introducidos por la gracia: Jesús es el revelador del Padre y nos da familiaridad con Él. “No nos deja una fórmula para repetirla mecánicamente. Como en toda oración vocal, el Espíritu Santo, a través de la Palabra de Dios, enseña a los hijos de Dios a hablar con su Padre, señaló el Papa.
El Santo Padre explicó seguidamente que Jesús mismo usó diferentes expresiones para rezar al Padre. “Por ejemplo, en la noche de Getsemaní, Jesús reza así: “¡Abba, Padre! Tú lo puedes todos, si es posible: ¡aparta de mí este cáliz! pero que no se haga mi voluntad sino la tuya”. En medio de las tinieblas, Jesús invoca a Dios con el nombre de “Abbà”, con confianza filial y, aunque sienta temor y angustia, pide que se cumpla su voluntad.
Francisco recordó otros pasajes del Evangelio en los que Jesús insiste con sus discípulos para que cultiven un espíritu de oración. “La oración debe ser insistente, y sobre todo, debe recordar a los hermanos, especialmente cuando vivimos relaciones difíciles con ellos. Jesús dice: ’Y cuando ustedes se pongan de pie para orar, si tienen algo en contra de alguien, perdónenlo, y el Padre que está en el cielo les perdonará también sus faltas’. ¿Cómo podemos dejar de reconocer la similitud con el Padrenuestro” en estas expresiones? Y los ejemplos podrían ser numerosos, también para nosotros”.
También se encuentran en los escritos de San Pablo una presencia del Padre, en una “estupenda” síntesis, dijo el Papa, donde la invocación del cristiano se condensa en una sola palabra: "Abbà".
“En el Evangelio de Lucas, Jesús satisface plenamente la petición de los discípulos que, al verlo a menudo aislado y sumergiéndose en la oración, un día deciden preguntarle: ‘Señor, enséñanos a orar, como Juan, el Bautista, enseñó a sus discípulos’. Y entonces el Maestro les enseñó la oración al Padre”.
Francisco dijo que “considerando el Nuevo Testamento como un todo, está claro que el primer protagonista de toda oración cristiana es el Espíritu Santo, que sopla en el corazón del discípulo. El Espíritu nos hace capaces de orar como hijos de Dios, lo que realmente somos para el Bautismo”. Porque como dijo el Santo Padre, el Espíritu nos hace orar en el ‘surco’ que Jesús cavó para nosotros. Este es el misterio de la oración cristiana: por gracia nos atrae ese diálogo de amor de la Santísima Trinidad.
“Jesús rezaba así. A veces usaba expresiones que ciertamente están muy lejos del texto del Padrenuestro. Pensemos en las palabras iniciales del Salmo 22, que Jesús pronuncia en la cruz: ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’. ¿Puede el Padre celestial abandonar a su Hijo? No, desde luego”. Y sin embargo, dijo el Papa, el amor por nosotros, los pecadores, llevó a Jesús a este punto: al punto de experimentar el abandono de Dios, su lejanía. Pero incluso en el grito de angustia, el ‘Dios mío, Dios mío’ permanece. En ese ‘mío’ está el núcleo de la relación con el Padre, está el núcleo de la fe y la oración.
“¡Te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, ocultaste estas cosas a los sabios y poderosos y se las diste a conocer a la gente sencilla!”
Por eso, a partir de este núcleo, un cristiano puede orar en cualquier situación. Él puede asumir todas las oraciones de la Biblia, especialmente de los Salmos; pero también puede orar con tantas expresiones que en milenios de historia han brotado del corazón de los hombres. Y al Padre nunca dejamos de hablar de nuestros hermanos y hermanas en la humanidad, porque ninguno de ellos, especialmente los pobres, permanece sin un consuelo y una porción de amor. +
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