Ante los fieles, romanos y peregrinos, congregados en la Plaza de San Pedro, el Papa reflexionó sobre el Evangelio de hoy, que relata las palabras de Jesús a sus apóstoles con ocasión de la Última Cena. Ante la inminencia de su muerte, Jesús alienta a sus discípulos diciéndoles que “no se quedarán solos”, sino que con ellos estará siempre el Espíritu Santo, el “paráclito”, que “está al lado, para sostener y consolar”, como indica su nombre en griego, explicó el obispo de Roma.
¿Cuál es la misión del Espíritu Santo que Jesús promete como un regalo? Preguntó el pontífice y explicó: Él mismo lo dice: “Él te enseñará todo y te hará recordar todo lo que les he dicho”. Durante su vida terrenal, Jesús ya transmitió a sus discípulos lo que les quería encomendar y completó la Revelación divina, es decir, todo lo que el Padre quería decirle a la humanidad con la encarnación del Hijo. Entonces continuó explicando el Papa “La tarea del Espíritu Santo es hacer que las personas recuerden, es decir, que comprendan e vivan y transmitan las enseñanzas de Jesús”.
Ésta es también la ‘misión de la Iglesia’, llevada a cabo a través de un estilo de vida preciso, caracterizado por ciertas exigencias: la fe en el Señor y la observancia de su Palabra; la docilidad a la acción del Espíritu, que hace vivo y presente continuamente al Señor resucitado; vivir de su paz y dar testimonio de ella con actitud de apertura y de encuentro con los demás”.
“Para lograr esto -dijo Francisco- esto, la Iglesia no puede permanecer estática, con la participación activa de cada persona bautizada, está llamada a actuar como una comunidad en movimiento, animada y apoyada por la luz y la fuerza del Espíritu Santo que hace nuevas todas las cosas”.
“Se trata de liberarnos de los vínculos mundanos representados por nuestros puntos de vista, nuestras estrategias, nuestras metas, que a menudo entorpecen el camino de la fe y nos colocan en una escucha dócil de la Palabra del Señor. Así es el Espíritu de Dios que nos guía y guía a la Iglesia, hará brillar el rostro auténtico, hermoso y luminoso, querido por Cristo.
El Señor hoy nos invita a abrir nuestros corazones al don del Espíritu Santo, para guiarnos por los caminos de la historia. Día a día nos enseña la lógica del Evangelio, la lógica de recibir el amor, “enseñarnos todo” y “recordarnos todo lo que el Señor nos dijo Y la invocación a la Virgen María, “humilde y valiente” colaboradora del Espíritu Santo en la Encarnación del Hijo de Dios, “para que nos ayude también a dejarnos instruir y guiar por el Paráclito, y poder así “acoger la Palabra de Dios y dar testimonio de ella con nuestra vida”.
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