En su discurso en el marco de la visita apostólica a Rumania, el Papa también expresó que los lazos de fe que les unen se remontan a los apóstoles y, en particular, “al vínculo que unía a Pedro con Andrés”.
“Ellos nos recuerdan que hay una fraternidad de la sangre que nos precede, y que, como una silenciosa corriente vivificante nunca ha dejado de irrigar y sostener nuestro caminar a lo largo de los siglos”, aseguró.
Al hablar de las persecuciones a los cristianos, el Papa subrayó que en Rumania, al igual que en tantos otros lugares actuales, han experimentado la Pascua de muerte y resurrección.
“Muchos hijos e hijas de este país, de diferentes Iglesias y comunidades cristianas, han sufrido el viernes de la persecución, han atravesado el sábado del silencio, han vivido el domingo del renacimiento”, aseveró.
Tras explicar que el ejemplo de estos hermanos y hermanas está hoy ante ellos y ante las nuevas generaciones que no han conocido aquellas dramáticas condiciones, enfatizó: “Es una herencia demasiado valiosa para que sea olvidada o mancillada. Y es una herencia común que nos llama a no distanciarnos del hermano”.
Francisco destacó que aquel viaje que realizó San Juan Pablo II hace 20 años, siento la primera vez que un obispo de Roma visitaba a un país de mayoría ortodoxa, “fue acontecimiento que contribuyó no sólo al resurgir de las relaciones entre ortodoxos y católicos en Rumania, sino también al diálogo entre católicos y ortodoxos en general”.
Ante el Patriarca Daniel y los obispos del Santo Sínodo ortodoxo, el Santo Padre hizo hincapié en la memoria: “No la memoria de los males sufridos e infligidos, de juicios y prejuicios, que nos encierran en un círculo vicioso y conducen a actitudes estériles sino la memoria de las raíces”.
“Los primeros siglos en los que el Evangelio, anunciado con parresia y espíritu de profecía, encontró e iluminó a nuevos pueblos y culturas; los primeros siglos de los mártires, los padres y confesores de la fe, de la santidad vivida y testimoniada cotidianamente por tantas personas sencillas que comparten el mismo Cielo”, valoró.
El Papa también señaló que “necesitamos escuchar juntos al Señor” y especialmente en estos últimos años en que los caminos del mundo nos han conducido a rápidos cambios sociales y culturales.
“Son muchos los que se han beneficiado del desarrollo tecnológico y el bienestar económico, pero la mayoría de ellos han quedado inevitablemente excluidos, mientras que una globalización uniformadora ha contribuido a desarraigar los valores de los pueblos, debilitando la ética y la vida en común, contaminada en tiempos recientes por una sensación generalizada de miedo y que, a menudo fomentada a propósito, lleva a actitudes de aislamiento y odio”, reconoció.
Asimismo, advirtió sobre “las seducciones de una cultura del odio e individualista” y aseguró que, aunque no sea tan ideológica como en los tiempos de la persecución ateísta, es “más persuasiva e igual de materialista”.
Por último, Francisco habló de la “fragilidad de los vínculos”, esa que “termina aislando a las personas”.+
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