La celebración tuvo lugar en la ciudad de Federación, donde se encuentra entronizada la imagen histórica de la patrona de la diócesis. La misa estuvo presidida por el obispo diocesano, monseñor Luis Armando Collazuol, y concelebrada por todo el presbiterio.
En su homilía, el obispo destacó la presencia de los jóvenes, en el marco del Año Diocesano de la Juventud, y refiriéndose a la figura de María, “modelo de fe y de fidelidad a la vocación”, señaló; “A ella contemplamos para todos alcanzar la gracia de una fidelidad como la que marcó su respuesta. Le decimos: ‘María, guía a nuestros jóvenes en su vocación’”.
“Toda vocación nace del encuentro con una persona viva: Jesucristo el Señor”, recordó el prelado. “Escuchado, seguido y amado, o rechazado y hasta condenado a través de los siglos: ¿Quién es? ¿A qué nos llama? ¿Qué ofrece para que vayamos en pos de él?”, preguntó.
“¿Qué es lo que nos ofrece Jesús a nosotros para movernos a seguirle?”, continuó, y citando el Evangelio, respondió: “‘No palabras humanas sino el mensaje de Dios, palabras de Vida eterna’; ‘No un bienestar o un poder temporal, sino el Reino de los Cielos’, y no sólo para el futuro, sino Dios mismo reinando ya en nosotros. ‘Una paz que el mundo no puede dar; ‘Una liberación, pero la mayor de todas, de la opresión del pecado’; ‘Una Vida que vence a la misma muerte, Vida eterna’”, enumeró.
“Jesús ofrece todo esto cuando proclama su mensaje: el Reino de Dios llega para los hombres, es más, para los pecadores, aunque a condición de volver el corazón y la vida al Señor. Al recibirlo, encontramos el tesoro más valioso, la perla más preciosa, y no nos conformamos ya con la vanidad de las promesas del mundo”, afirmó.
Por otra parte, y en referencia a la comunidad de discípulos, recordó que “toda vocación cristiana es comunitaria”. En ese sentido, afirmó: “Es preciso convencerse de que la vocación primera del cristiano es seguir a Jesús”.
“Se trata de discernir el llamado personal de Jesús a cada uno de nosotros. La escucha del llamado nos invita a profundizar el sentido original y personal de la vocación al seguimiento de Cristo, en el estado de vida y situación de cada uno, descubriendo los dones y carismas que el Espíritu Santo nos ha dado y nos da”, añadió.
“La vocación cristiana de todos y la vocación particular de cada uno nos llaman a vivir el vínculo inseparable entre la gracia divina y la responsabilidad humana, lazo contenido y revelado en esas dos palabras de Jesús: ‘ven y sígueme’, y en aquellas otras: ‘vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos’”, recordó.
“Se nos invita a interpretar y reconocer el dinamismo propio de nuestra vocación, su desarrollo gradual y concreto en las fases de buscar a Jesús, seguirlo y permanecer con Él como discípulos, y partir desde Él como misioneros al encuentro de los hermanos”, animó.
“Es una tarea personal: la historia de toda vocación cristiana es la historia de un inefable diálogo entre Dios y la persona llamada, entre el amor de Dios que llama y la libertad del hombre que responde a Dios en el amor”, agregó.
“Es una acción eclesial: la Iglesia, comunidad de los discípulos de Jesús, es el ámbito propio del discernimiento y la respuesta a Jesús”, concluyó.
“Reunidos en torno a nuestra Madre, María Inmaculada de la Concordia, le pedimos que nos alcance a todos la gracia de vivir, como ella, la vida como una vocación que se realiza en la fe, la esperanza y el amor. Y especialmente le pedimos que entre nuestros jóvenes haya también respuestas generosas al llamado al sacerdocio, la vida consagrada y el servicio misionero”, pidió.
Proclama de los Jóvenes
Reunidos en la Acampada Juvenil Mariana, los jóvenes de la diócesis compartieron una proclama con sus anhelos y deseos más profundos.
En el documento, agradecen a la Iglesia por el Año Juvenil Diocesano. "Gracias por llamarnos a ser protagonistas en la historia de nuestra Iglesia", señalan. Además, destacan la figura de Jesucristo: "su Persona, su Evangelio, su amor incondicional, su cercanía, su paciencia y su misericordia".
"En este momento de la historia nos sentimos capaces de atraer a otros jóvenes. ¡Lo cual nos llena de alegría! Pero al mismo tiempo nos sentimos poco escuchados y poco acompañados", reconocen. "Nos encontramos más conectados pero menos comunicados. Sentimos que muchas veces perdemos la palabra, la escucha, la empatía, el 'cara a cara'", añaden.
"Asimismo nos sentimos amados infinitamente por Dios y queremos transmitir con alegría este mensaje que resuena en nuestros corazones: ¡Anímate a reconocerte hijo de Dios!", exclaman.
Entre los compromisos asumidos se destacan: "ser testimonios vivos, siendo coherentes entre lo que creemos, decimos y hacemos"; "formarnos para defender nuestros ideales. Contagiar la alegría desde la humildad y la confianza"; "proclamar nuestra fe en los diferentes ámbitos. Sumergirnos en cada realidad que busca esperanza".
Finalmente, piden la ayuda de la Iglesia: La compañía del obispo con la oración y la cercanía; la intercesión de los sacerdotes, a quienes solicitan especialmente "que se animen a romper viejas estructuras y dar espacio a la renovación pastoral. Que promuevan los eventos juveniles", a las religiosas "que se renueven en sus carismas y nos conviden de ellos. Que recen por nosotros y nos tengan más presente". A los matrimonios y familias cristianas "que acompañen y apoyen nuestros procesos vocacionales". A la comunidad en general, que confíen en ellos, "que aviven la comunión y la participación", y recuerdan: "¡Confiamos en nuestra Diócesis!".+
Publicar un comentario