Participan en el Seminario de Estudio, los obispos recién nombrados en las circunscripciones eclesiásticas que dependen del Dicasterio misionero: 74 obispos de 34 naciones de cuatro continentes: 17 naciones de África, 8 de Asia, 6 de Oceanía y 3 de América Latina.
Al recibirlos esta mañana en la Sala Clementina, el Santo Padre les recomendó que "sean pastores", y que "no busquen la propia gloria".
En el discurso que pronunció, el Papa reflexionó sobre la cuestión de qué representa ser obispo y cuál es la esencia de esta vocación, e invitó a interrogarse sobre su verdadera identidad como pastores formulando la pregunta ¿quién es el obispo?, con el fin de poder adquirir una mayor conciencia de su labor, "a pesar de que no exista un modelo estándar-idéntico en todos los lugares del mundo".
Siguiendo el ejemplo del Buen Pastor, "el obispo está llamado a hacer suyo el corazón del sacerdocio, que es la ofrenda de su propia vida, gracias a la efusión del Espíritu Santo", dijo Francisco subrayando tres rasgos esenciales que caracterizan a un mitrado: hombre de oración, hombre del anuncio y hombre de comunión.
"La oración -dijo Francisco- no es para el obispo una devoción sino una necesidad; no es una tarea más entre otras, sino un ministerio de intercesión indispensable: debe llevar cada día ante Dios a las personas", y destacó que el obispo activo en la oración "comparte la pasión y la cruz de su Señor", ya que "es fácil llevar una cruz sobre el pecho...pero el Señor nos pide llevar un bien más pesado sobre nuestras espaldas y corazones: nos pide compartir su cruz".
El Santo Padre hizo hincapié en que como sucesor de los Apóstoles, el obispo este asume el mandato que Jesús dio a sus discípulos: "vayan y proclamen el Evangelio". Pero el Evangelio "no se anuncia sentado, sino en camino. El obispo no vive en la oficina, como administrador de la compañía, sino entre la gente, en las calles del mundo, como Jesús", advirtió Francisco explicando que el auténtico pastor "sale de sí mismo para encontrarse a sí mismo, no le gusta la comodidad, no le gusta la vida tranquila y no ahorra energías, sino que trabaja para los demás, abandonándose a la fidelidad de Dios. Si busca puestos y seguridades mundanas, no es un verdadero apóstol del Evangelio", aseguró.
Respecto de otro punto identificativo del obispo, el pontífice explicó que el obispo "no puede tener todos los dones, ni todos los carismas, sino que "está llamado a tener el carisma del todo", es decir, a mantenerse unido, a cimentar la comunión. “Si el obispo busca puestos y seguridades mundanas, no es un verdadero apóstol del Evangelio”.
"La Iglesia necesita unión, no solistas fuera del coro o líderes de batallas personales. El pastor reúne: es obispo para sus fieles y cristiano con sus fieles. No es noticia en los periódicos, no busca el consenso del mundo, no está interesado en proteger su buen nombre, sino que ama tejer la comunión involucrándose en primera persona. No sufre de falta de protagonismo, sino que vive arraigado en el territorio, rechazando la tentación de alejarse con frecuencia de la diócesis y huir en búsqueda de sus propias glorias", añadió el Papa.
El Santo Padre concluyó pidiendo a los pastores que defiendan con ahínco y entrega algunas de las realidades más importantes de la sociedad:
Las familias: "ya que a pesar de estar condicionadas por una cultura que transmite la lógica de lo provisorio y favorece los derechos individuales, siguen siendo las primeras células de todas las sociedades y las primeras Iglesias, porque son iglesias domésticas".
Los seminarios: "controlen cuidadosamente que estén guiados por hombres de Dios, educadores capaces y maduros que, con la ayuda de las mejores ciencias humanas, garanticen la formación de perfiles humanos sanos, abiertos, auténticos y sinceros, que den prioridad al discernimiento vocacional para reconocer la voz de Dios, entre las tantas otras que resuenan en los oídos y en el corazón".
Los jóvenes: "a quienes será dedicado el inminente Sínodo porque son el futuro de la Iglesia y de la sociedad".
Los pobres: "dediquen tiempo y energía a los últimos sin miedo a mancharse las manos", concluyó Francisco alentando a los prelados a no caer en la apatía que conduce a la mediocridad y deseando a todos "la santa inquietud por el Evangelio, que es la única que da Paz".+
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