El arzobispo de Rosario impulsa la formación de una pastoral villera

El arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Eliseo Martín, reveló que promoverá la formación de una pastoral villera para atender las situaciones de exclusión y vulnerabilidad que la pobreza y la droga, entre otros factores, generan en la ciudad de Rosario y sus alrededores.

En una entrevista radial desde los estudios de LT3, el prelado confirmó que la Pastoral de Drogadependencia, que conduce el presbítero Fabián Belay, trabaja para llevar una mayor presencia de la Iglesia a los ámbitos de la exclusión.

“Queremos ver, si podemos, hacer una tarea más incisiva. El Papa me alentó enormemente. Si nosotros llegamos con el mensaje y lo podemos comunicar a través de nuestra propia vida y nuestro modo de ser, y hay más personas que quieren vivir cada día este encuentro con Dios, necesariamente esto trae una consecuencia humana positiva”, dijo el arzobispo, para quien es necesario “un cambio de mentalidad”.

Monseñor Martín llamó a los laicos a vivir conforme al Evangelio y a los criterios que trae Jesucristo, y proponer la doctrina social de la Iglesia con más empeño. “El Jesús del Evangelio nos dice a todos «estuve preso y me viniste a ver, estuve hambriento y me diste de comer», y así cada vez que hacemos algo por el prójimo, lo hacemos por Cristo”, señaló.

El arzobispo se mostró confiado en que más sacerdotes, religiosos y laicos se harán eco del llamado. “Dios quiera que en la Iglesia aparezcan más vocaciones que se involucren con este tema. Hay sacerdotes que son emblemáticos en su entrega”, observó.

No basta con el Estado
Para monseñor Martín, el Estado no tiene la capacidad para resolver los problemas de fondo. “En esto se necesita gratuidad. Necesitamos ir allá por amor, sin esperar ninguna cosa a cambio. Y punto. Compartir la vida y el tiempo, pero el Estado no lo puede dar”, afirmó.

“Ciertamente, este sistema no funciona”, resumió. “Hay un sistema de producción cada vez más acelerado, que produce bienes supérfluos y nos estamos gastando todo lo que tiene la Tierra, sin dejar nada para las generaciones futuras. Esto es claro con la obsolescencia programada. Todos estamos implicados en un cambio de mentalidad”, acotó.

“El egoísmo es una tumba que te encierra y te mata. La regla de la vida es dar y darse”, concluyó.

La tarea de la Iglesia
El presbítero Fabián Belay, también invitado, criticó los programas del Estado que “quieren meter la realidad en el programa en vez de adecuar el programa a la realidad”. Sostuvo que las situaciones conflictivas escapan a los diseños planteados, y lamentó la falta de agentes profesionales para abordar los problemas actuales.

“Hay familias enteras en situación de calle y tal vez tenés programas para madres solteras, u hogares para varones, pero no para todos. Vos tenés escuelas que están pensadas para la clase media, pero no para chicos con situaciones de violencia, desnutrición u otros. A lo mejor, no se piensa cómo responder a la realidad”, dijo el sacerdote.

“Las escuelas de nuestros barrios tienen un psicólogo, un trabajador social o un psicopedagogo. En un barrio marginal, con una escuela que tiene 400 chicos, necesitás un equipo interdisciplinario, y ni siquiera daría abasto”, detalló.

El sacerdote recordó que en la arquidiócesis hay experiencias de inserción en las villas. “La intención en este momento es volver a hacer un trabajo de inserción, ver cómo se puede desde la Iglesia lograr una promoción humana más integral. Una persona que se encuentra con Dios no puede más que mejorar su nivel de vida. Nosotros vemos, como Iglesia, que debemos responder desde el Evangelio a todas las necesidades”, dijo.

El padre Belay destacó el camino hecho en las parroquias porteñas, donde se crearon obras para atender el flagelo de las drogas, como el Hogar de Cristo y los centros barriales. “Los curas, apoyados en su momento por el cardenal Bergoglio, armaron un dispositivo de atención primaria para rehabilitar a los chicos destruidos. Queremos rescatar sus derechos básicos desde lo pastoral. Nuestro trabajo es con una mirada de fe y humana”, aseguró.

Por último, el padre Belay narró la experiencia de la Casa del Padre Misericordioso: “Los miércoles hay un grupo de voluntarios catequistas con quienes salimos a visitar a los pibes de la calle. También hay un grupo que visita los barrios. Siempre está el prejuicio, pero cuando ven que el acercamiento es desinteresado, ellos nos dicen que dejan de ser invisibles. Nos dicen que vayamos igual, aunque no haya comida de por medio. Gracias a Dios, hay muchas instituciones que hacen esta recorrida”.

Para aquellos que plantean la inquietud de recuperarse y de salir de la calle, los referentes eclesiales elaboran propuestas y articulan con profesionales. De acuerdo a la situación, los invitan a comenzar un proceso de desintoxicación en hospitales públicos o en granjas.+

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