Mons. Castagna: “El proyecto de Cristo no es político, ni ideológico”
“Cristo, presente en los signos temporales mencionados, suministra la gracia de la fidelidad para ejecutar el bien y llegar a la verdad. Sin su auxilio, la inclinación al mal y al error prevalecerá sin remedio. Lo podemos comprobar a diario, en expresiones corrientes y de aparente intrascendencia”, advirtió en su sugerencia para la homilía dominical.
Tras sostener que “toda opción por el mal, por mínima que parezca, afecta a los demás y enrarece la vida social”, señaló que en cambio “la Vida, que procede de Cristo resucitado, cura la libertad del hombre y le otorga la capacidad de corregir la opción que lo inclina hoy al mal y al error”.
“La presencia de Jesucristo glorificado, entre los miembros de una comunidad, si es acogido dócilmente, producirá el enfoque de un nuevo orden: el que corresponde a la Redención. No es un proyecto político, ni una ideología. Cristo es la gracia que Dios ofrece para dar vida y autenticidad a los esfuerzos -de los mejores estadistas - orientados a proyectar debidamente el orden político y social. Cristo ordena interiormente a todo hombre y mujer, los educa para la obediencia a la voluntad del Padre y los constituye en protagonistas de la renovación histórica que les corresponde”.
“Estamos en deuda. Nuestro comportamiento hace agua en flancos destacados. Aún no acabamos de reconocer nuestra debilidad y la necesidad que tenemos de Dios”, reconoció.
Texto de la sugerencia
1.-Cristo es verdadera comida y bebida. Aunque mencioné, en otra ocasión, la vigencia universal de este pasaje evangélico, es oportuno aplicarlo a lo que vive hoy la Iglesia y nuestra sociedad. Cuando se trata de lo esencial Jesús no deja dudas de lo que quiere decir. Por su condición de Pan bajado del cielo no admite ser una simple y romántica metáfora. El realismo de su anuncio guarda distancia de todo equívoco. Su carne es comida y su sangre es bebida. Quien no está dispuesto a "comerlo" no podrá acceder a la Vida eterna. Jesús anticipa, en forma de enseñanza, lo que hará en la Última Cena. Para que no quede la mínima duda del sentido real de su anuncio, lo reitera con énfasis: "Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida" (Juan 6, 55). Más adelante, al comprobar el desacuerdo de "muchos" de sus discípulos, se dirige a quienes permanecen junto a Él: "Jesús preguntó entonces a los Doce: ¿También ustedes quieren irse? Simón Pedro le respondió: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios" (Juan 6, 67-69). Es tan necesaria la verdad expuesta que Jesús arriesga ser abandonado por los más cercanos, hasta por todos. Ocultar la verdad o disimularla denotaría una deshonestidad impropia de Él. Dios ama mucho a los hombres como para someterlos a cualquier forma de oportunismo mentiroso.2.-La honradez del Maestro. Cristo es Dios, que ama hasta no titubear en ofrecer su vida. Quizás los Doce no captaban intelectualmente aquella misteriosa revelación, pero, creían en Él. No dudaban de su honradez de Profeta y Maestro. Más adelante sabrán distinguir en los signos, especialmente seleccionados por el mismo Señor, el Misterio revelado. La Iglesia, heredera única de los Apóstoles, dispondrá de la potestad de ponerlos válida y legítimamente. Mientras dure la historia humana, la gracia de Cristo fluirá desde los sacramentos de la fe hacia la vida de cada persona que los celebre. De esa manera, la gracia redentora influye en el mundo real y lo orienta a su destino perdido por causa del pecado. ¡Cuántas veces hemos abordado el tema del mal, origen de la violencia - siempre injusta - del maltrato a los inocentes y de las múltiples tragedias que sacuden la historia contemporánea! Existe una conciencia, expresada en reflexiones bien formuladas, que no disimula la diferencia entre el bien y el mal, pero, que no logra contrarrestar el mal o el error en el comportamiento habitual. San Pablo lo confesaba, al dar testimonio del drama interior que debía afrontar continuamente.
3.-No es un proyecto político, ni ideológico. Cristo, presente en los signos temporales mencionados, suministra la gracia de la fidelidad para ejecutar el bien y llegar a la verdad. Sin su auxilio, la inclinación al mal y al error prevalecerán sin remedio. Lo podemos comprobar a diario, en expresiones corrientes y de aparente intrascendencia. Toda opción por el mal, por mínima que parezca, afecta a los demás y enrarece la vida social. La Vida, que procede de Cristo resucitado, cura la libertad del hombre y le otorga la capacidad de corregir la opción que lo inclina hoy al mal y al error. La presencia de Jesucristo glorificado, entre los miembros de una comunidad, si es acogido dócilmente, producirá el enfoque de un nuevo orden: el que corresponde a la Redención. No es un proyecto político, ni una ideología. Cristo es la gracia que Dios ofrece para dar vida y autenticidad a los esfuerzos - de los mejores estadistas - orientados a proyectar debidamente el orden político y social. Cristo ordena interiormente a todo hombre y mujer, los educa para la obediencia a la voluntad del Padre y los constituye en protagonistas de la renovación histórica que les corresponde. Estamos en deuda. Nuestro comportamiento hace agua en flancos destacados. Aún no acabamos de reconocer nuestra debilidad y la necesidad que tenemos de Dios.
4.-Dios no se venga, redime. Dios no se guía por el mezquino amor propio que domina a los hombres. Su reacción ante la horrible ofensa de maltratar su hermosa Creación - incluido el hombre - consiste en un nuevo y más conmovedor acto de amor: la Redención. El Evangelio expone la centralidad de Cristo, y la absoluta necesidad de su acción redentora. Él es esa "reacción amorosa" de Dios ante el caos que provoca el pecado. La Eucaristía prolonga esa reacción divina, en el transcurso de toda la historia, hasta el fin de los tiempos. Se constituye en el alimento necesario, para una respuesta sostenida y fiel, por parte del hombre y de los pueblos, a la Redención. Sin Él, y en la forma elegida de ofrecerse como alimento de la fidelidad, no es posible evitar el pecado y sus trágicas e infinitas reediciones.+
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