Durante el encuentro el cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, presentó el mensaje de la Santa Sede para la Jornada Mundial de la Pesca y monseñor Raúl R. Gallagher, secretario para las Relaciones con los Estados, pronunció un discurso, mientras monseñor Fernando Chica Arellano, Observador Permanente de la Santa Sede ante la FAO, el FIDA y el PAM, pronunció el discurso de clausura.
El Mensaje de la Santa Sede refleja los datos sobre pesca facilitados por la FAO en 2016 (último año auditado): más de 59 millones de personas trabajan en el sector pesquero o de la acuicultura. Alrededor del 14% de esas personas son mujeres.
El 85% de las personas que viven de la pesca o de la acuicultura vive en Asia. Le siguen África, América Latina y el Caribe. Esas 4 regiones suministras 171 millones de toneladas de pescado al mercado mundial, lo que equivale a 320 mil millones de dólares.
Finalmente, el proceso de producción, procesamiento, distribución y comercio de pescado proporciona sustento a cerca de 820 millones de personas. Por último, la FAO destaca que el consumo de pescado proporciona el 20% de las proteínas animales necesarias en la alimentación a 3.200 millones de personas.
Más allá de la importancia que el sector pesquero supone para el desarrollo y sustento de numerosas comunidades, estas cifras también esconden una serie de cuestiones problemáticas. En el mensaje de la Santa Sede se advierte de la existencia de “abusos físicos y verbales”, “la explotación masiva de pescadores, incluyendo numerosos casos de trabajo forzado, la trata de seres humanos y la desaparición en el mar”.
Además, se denuncia “un vínculo directo entre todos estos abusos y el uso de banderas de conveniencia, la Pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (INDNR), el crimen transnacional”. Además, advirtió del grave perjuicio medioambiental que implican estas prácticas ilícitas.
Ante estas realidades, la Santa Sede garantiza la ayuda a los pescadores por parte de la Iglesia: “no podemos taparnos los oídos, no podemos permanecer en silencio”.
Asimismo, se recuerda el Artículo 23 de la Declaración Universal de Derechos Humanos en el que se consagra el derecho al trabajo, a la libre elección del trabajo, a unas condiciones laborales satisfactorias y a la protección contra el desempleo. Se establece el derecho a no padecer discriminación salarial, el derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria que garantice la subsistencia del trabajador y de su familia, y el derecho a sindicarse.
“¡Estos derechos laborales fundamentales son derechos humanos y también deben ser los derechos de los pescadores!”, se asevera en el mensaje de la Santa Sede. +
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