Recordando las palabras del Evangelio de San Juan: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas mi siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano”, Francisco destacó tres acciones que explican la obra de Jesús: “Él habla, conoce, da la vida eterna, custodia”.
“El Buen Pasto, Jesús, está atento a cada uno de nosotros, nos busca y nos ama, dirigiéndonos su palabra, conociendo en profundidad nuestro corazón, nuestros deseos y nuestras esperanzas, como también nuestros errores y nuestras decepciones”, explicó el Papa.
Además, “nos recibe y nos ama como somos, con nuestros méritos y nuestros defectos. Por cada uno de nosotros Él da la vida eterna: nos ofrece la posibilidad de vivir una vida plena, sin fin. También nos custodia y nos guía con amor, ayudándonos a atravesar los senderos inaccesibles y las rutas a veces peligrosas que se nos presenta en el camino de la vida”.
Las acciones del Buen Pastor, “escuchan mi voz”, “me siguen”, son acciones “que muestra de qué modo debemos corresponder a la actitud dócil y premurosa del Señor. Escuchar y reconocer su voz, de hecho, implica intimidad con Él, que se consolida en la oración, en el encuentro corazón a corazón con el divino maestro y pastor de nuestras almas”.
“Esta intimidad refuerza en nosotros el deseo de seguirlo, saliendo del laberinto de recorridos erróneos, abandonando los comportamientos egoístas para encaminarse sobre caminos nuevos de fraternidad y de entrega de nosotros mismos, a imitación de Él”.
El Papa insistió: “No olvidemos que Jesús es el único Pastor que nos habla, que nos conoce, que nos da la vida eterna y que nos custodia. Nosotros somos su rebaño y sólo debemos esforzarnos en escuchar su voz, mientras con amor Él escruta la sinceridad de nuestros corazones”.
“Con esta continua intimidad con nuestro Pastor, surge la alegría de seguirlo dejándose conducir a la plenitud de la vida eterna. Esta vida eterna está ya presente en nuestra existencia terrena, pero se manifestará plenamente después de la muerte, introduciéndonos en la felicidad sin fin, en comunión con Dios y con todas las personas que se han dejado conducir por Él”, concluyó el pontífice.
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