Mons. Buenanueva: María, "mujer, discípula y hermana"
“Estoy en Roma, junto con los obispos de Córdoba, Cuyo, Patagonia y el Noroeste para nuestra visita al obispo de Roma, el papa Francisco y sus colaboradores”, explicó el prelado. “Esto significa que no puedo estar en dos fiestas marianas muy significativas para la diócesis de San Francisco: este lunes 13 de mayo, la fiesta patronal diocesana en honor a la Virgen de Fátima. Y, el domingo 19, la gran peregrinación a Colonia Vignaud, celebrando a María Auxiliadora”, reconoció.
En ese sentido, planteó: “¿Qué significa María para un cristiano, para la misma Iglesia?”, y compartió su testimonio personal: “En mi caso, la figura de María me acompaña desde que tengo memoria. Aprendí a rezar con el ‘Bendita sea tu pureza ...’. María es presencia, compañía y, con el paso del tiempo y la madurez de la vida, un estímulo para caminar”, afirmó.
“Es la experiencia que comparamos con tantos que, como en Vignaud o Villa Concepción, se acercan con devoción a los santuarios marianos de todo el mundo. Experiencia que se repite en cada ermita, capilla o Iglesia; delante de una imagen de la Virgen, ante un icono o, sencillamente, tomando el Rosario en las manos”, aseguró.
“En estos últimos tiempos, por las diversas razones, se puede explicar en tres palabras: mujer, discípula y hermana. Las tres de hondo calado humano, a la vez que evangélico, espiritual e incluso teológico”, consideró.
“Es lo que ha pasado con la figura del mismo Jesús: volver a los relatos evangélicos y redescubrir a través de ellos la espesura humana del Señor. No se trata de una condición divina, sino también en el sentido de la humanidad. Solo Dios podría llegar a ser tan humano, al decir de un pensador cristiano”, sostuvo.
“Lo mismo sucede con su madre. Realización del genio femenino. Libre, intrépida, inquieta y fuerte. Tan capaz de silenciar para rumiar la vida, como osada para intervenir cuando hace falta, se lo pidan o no. Hermana, porque de nuestra misma madera. Y discípula, pues ni una de las extraordinarias gracias por haber recibido el trabajo de caminar, la paciencia y la entrega de sí misma”, detalló.
“La misma comunidad cristiana, a la vez que invocó a María como madre, la contempló como signo y estímulo para vivir en el fondo del Evangelio, en las condiciones y las circunstancias que la Providencia nos depara. Sin nostalgias ni miedos, sino con confianza y desbordante alegría. Y, también así, llevar a todos los anuncios de Cristo”, concluyó.+
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