Obispos, sacerdotes, religiosos, diplomáticos, funcionarios y fieles que llegaron a conocer al representante papal durante su corta estadía en el país, participaron esta noche de la celebración eucarística en su memoria en la catedral metropolitana de Buenos Aires.
“En el breve lapso que estuvo con nosotros, el nuncio León supo ganarse el afecto y el cariño de sus hermanos obispos, de sus colegas en el cuerpo diplomático y de gran parte del pueblo de Dios que lo pudo conocer”, aseguró monseñor Ojea.
“Tenía la calidez propia del africano nutrida en una experiencia honda de vida familiar y comunitaria y al mismo tiempo su formación diplomática en la Santa Sede que había capitalizado con una inteligencia muy aguda”, describió.
El prelado sanisidrense sostuvo que monseñor Kalenga Badikebele “poseía además un verdadero corazón de pastor, se quedaba largamente después de las ceremonias con la gente sacándose fotos y por supuesto era el último en terminar”.
En este sentido, monseñor Ojea dijo que, tras la celebración de Luján del 8 de julio del año pasado, el nuncio le había confiado que “disfrutaba, de veras, el largo tiempo que dedicaba a sus hermanos al concluir la misa”.
“Se lo veía muy feliz con su destino en la Argentina. Sentía que el Santo Padre lo había distinguido y quería devolver esa confianza. Pensando en esta alegría que compartía, parece más misteriosa la voluntad de Dios al haberlo llevado tan rápidamente”, agregó.
El presidente de la CEA recordó el “decálogo” para los representantes papales, que Francisco entregó días atrás a los nuncios, y puso el acento en la quinta virtud: “El nuncio es un hombre del Papa”.
“Como representante pontificio el nuncio no se representa a sí mismo sino al sucesor de Pedro y actúa en su nombre ante la Iglesia y los gobiernos. Es decir, concreta, implementa y simboliza la presencia del Papa entre los fieles y los pueblos. Es hermoso que en varios países la Nunciatura se llame Casa del Papa”, puntualizó citando al pontífice.
El prelado reveló que hablando con monseñor Kalenga específicamente de su función, el diplomático le hizo una distinción entre obediencia y acatamiento: “Una cosa es acatar externamente el magisterio pontificio, otra cosa es tener una auténtica docilidad interior al Espíritu Santo que en este momento está hablando a través de las enseñanzas del Papa”, especificó.
“Yo siento que mi misión en la Argentina es provocar un amor muy grande al Santo Padre y a su magisterio y trabajar para que se lo conozca y se lo quiera cada día más”, agregó al completar el pensamiento del nuncio.
Monseñor Ojea señaló que su última presencia pública fue en La Rioja, donde le admitió que le causó estupor algunas declaraciones cuestionando la beatificación de Angelelli y compañeros mártires, y le dijo: “Cuando la Iglesia proclama un beato, lo que los creyentes debemos hacer es orar y pedirle que interceda por nosotros agradeciéndole al Señor que tenemos un amigo más a quien confiarle nuestras cosas”.
“Volviendo al texto del Evangelio que hemos escuchado, pidámosle al Señor que nuestro hermano esté junto a Jesús haciéndonos lugar en la Casa del Padre para volver a encontrarnos juntos en el abrazo definitivo del Reino”, concluyó.
Tanto la misa como el homenaje al monseñor Kalenga Badikebele, el nuncio fallecido el 12 de junio, terminó con el canto del salve Regina.
En tanto, el encargado de Negocios a.i, monseñor Aliaksandr Rahinia, agradeció a las autoridades eclesiásticas, civiles, diplomáticas y fieles que participaron de la misa en memoria del nuncio.
Al término de la misa, monseñor Ojea y el obispo de Chascomús y secretario general de la CEA, monseñor Carlos Humberto Malfa, saludaron a miembros de la colectividad congoleña, país africano del que era oriundo el nuncio, que participaron del homenaje en la catedral porteña.+
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