Mons. Buenanueva llamó a “reconocernos hermanos”
Citando el Antiguo Testamento, el obispo relató: “Caín dijo a su hermano Abel: «Vamos afuera». Y cuando estuvieron en el campo, se abalanzó sobre su hermano y lo mató. Entonces el Señor preguntó a Caín: «¿Dónde está tu hermano Abel?». «No lo sé», respondió Caín. «¿Acaso yo soy el guardián de mi hermano?»…”
“El crimen es abominable: el hermano mayor mata al menor. El castigo es también severo: ya no habrá paz ni tranquilidad en la vida de Caín, sino un caminar errático y siempre bajo amenaza”, destacó.
“Algo inesperado, sin embargo, sorprende al lector: ‘Caín respondió al Señor: «Mi castigo es demasiado grande para poder sobrellevarlo. Hoy me arrojas lejos del suelo fértil; yo tendré que ocultarme de tu presencia y andar por la tierra errante y vagabundo, y el primero que me salga al paso me matará». «Si es así, le dijo el Señor, el que mate a Caín deberá pagarlo siete veces». Y el Señor puso una marca a Caín, para que, al encontrarse con él, nadie se atreviera a matarlo’”.
“¿Dios termina protegiendo al asesino? ¿De qué lado está finalmente? ¿Cuál es su juego?”, planteó monseñor Buenanueva y reconoció: “El relato nos desafía. No se presta a lecturas simplistas ni unidireccionales. En realidad, tendremos que ponernos a la escucha de toda la revelación bíblica para comprender el por qué último de esta actitud del Creador”.
“Las fuentes de la violencia -esa que asoma una y otra vez dejándonos sin aliento- solo se pueden secar si, al miedo, al resentimiento y a la agresividad que mata se los conjura con la fraternidad. Sí: cada uno de nosotros debemos hacernos cargo del otro, porque somos hermanos”, afirmó.
“Eso es el Evangelio de Cristo. Esa es su propuesta: reconocernos hermanos, vivir la cultura del Buen Samaritano”, concluyó.
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