En la homilía, en el marco de los 40 años de la diócesis, el prelado invitó a “renovar el servicio” contemplando a María. Para ella, “la fe fue un donarse totalmente y sin condiciones a Dios nuestro Señor. Acogió a Dios en su corazón y en su vida entera”, señaló el obispo.
“Mirar la bella imagen de la Virgencita de Luján, mueve nuestro corazón para contemplarla como la contemplaba el Negro Manuel”, afirmó monseñor Tissera y agregó: “Necesitamos tener la humildad de ese pequeño esclavo para experimentar la ternura de esa Madre de los pobres, la Virgencita de Luján”.
Tras contar la historia del esclavo Manuel, el obispo manifestó: “Él, que anduvo con la Virgen toda su vida, inspira y anima al pueblo a peregrinar con Ella. Acompaña a los que llevan de visita su imagen a las casas, se hace amigo de toda persona y ayuda al pueblo en sus necesidades”. “Él nos dejó esta frase como expresión de su vida: ‘Soy de la Virgen, nomás’. También nosotros podemos hacerla nuestra”, invitó.
“Esta pequeña y gran historia la he contado, para que en la persona del Negro Manuel podamos reconocer a tantas hermanas y tantos hermanos que han servido a la Iglesia de Quilmes en estos 40 años, empezando por el generoso y fiel servidor, su primer pastor, monseñor Jorge Novak”, recordó.
Finalmente, el prelado expresó: “Hoy vivimos momentos de gran preocupación por el futuro inmediato. Falta el pan en las mesas de los hogares, el desasosiego va ganando el corazón ante la creciente falta de trabajo, nos causa dolor cómo crece la violencia, en sus distintas manifestaciones y asistimos a enfrentamientos que dificultan la ‘cultura del encuentro’ con la que sueña la Iglesia del papa Francisco”, y exhortó a vivir una “cultura del encuentro”.+
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