La Eucaristía fue concelebrada por los obispos auxiliares, monseñor Pedro Javier Torres y monseñor Ricardo Seirutti, y los obispos eméritos, monseñor José María Arancibia, monseñor José Rovai y monseñor Roberto Rodríguez. Participaron sacerdotes de la arquidiócesis y asistieron integrantes (titulares y suplentes) del aula sinodal.
En su homilía, monseñor Ñáñez pidió la intercesión de “nuestra Madre, la Santísima Virgen María, patrona de nuestra comunidad católica en su advocación de Nuestra Señora del Rosario del Milagro, la de los santos cordobeses, San José Gabriel del Rosario Brochero, las beatas María del Tránsito y Catalina de María, y de un modo especial la de Santa Teresita del Niño Jesús, a quien encomendó especialmente la realización de este Sínodo”, expresó.
Sobre el propósito de este undécimo Sínodo, el arzobispo señaló que es, ante todo, “centrar la mirada de nuestra fe y de nuestro afecto en la persona del Señor Jesús, en su mensaje, en sus gestos, en su obra salvadora en favor de todos los hombres. Centrar la mirada de nuestra fe y de nuestro afecto en Jesús para renovar nuestra adhesión a Él, nuestra amistad con Él, y para compartir con todos este precioso tesoro, que es el Señor, Evangelio vivo, que nos encamina a la comunión con el Padre de los cielos, en la gracia del Espíritu Santo, introduciéndonos así en el misterio de la vida trinitaria” detalló.
Asimismo, recordó las palabras del papa Francisco que “nos desafía a ser una Iglesia ‘en salida’, es decir, una Iglesia que habiéndose encontrado con Jesús se anima a llevar a todas partes y de compartir con todos el tesoro de su Evangelio, un tesoro que humaniza, que abre horizontes insospechados y plenificadores, horizontes de vida que no acaba, de vida eterna”.
“Al afrontar la tarea sinodal deberemos también estar atentos a no dejarnos tentar por ningún tipo de ‘triunfalismo’ que nos haga perder la sencillez, la humildad del Evangelio y de su estilo, así como también evitar todo ‘inmediatismo’ que nos lleve a imaginar cambios y transformaciones casi instantáneas”, continuó.
Para finalizar, monseñor Ñáñez recordó que “la Virgen Santísima es invocada en la Liturgia como ‘la aurora que precede al Sol de justicia’. El nacimiento de María es ya el preanuncio del nacimiento del Redentor, del primer anuncio del Evangelio de la salvación. A Ella nos encomendamos filial y confiadamente y le encomendamos las tareas y los frutos de este XI Sínodo", concluyó.+
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