“Hoy, dos días después de la Fiesta de la Santa Cruz, pensé en regalarles a ustedes que están en la plaza, un crucifijo. El crucifijo es el signo del amor de Dios, que en Jesús dio la vida por nosotros. Los invito a acoger este don y a llevarlo a vuestros hogares, a los cuartos de sus hijos, o de los abuelos. En cualquier parte, pero que se vea en la casa”.
“No es un objeto de decoración, es un signo religioso para contemplarlo y orar. Mirando a Jesús crucificado, miramos nuestra salvación. No se paga nada, ¡si alguien les dice que deben pagarlo es un vivo! Esto es un regalo del Papa. Agradezco a las religiosas, los pobres y prófugos que ahora distribuirán este don, pequeño, pero valioso. Como siempre, la fe viene desde los pequeños, de los humildes”, les dijo.
Los 40 mil crucifijos son de metal plateado y está acompañado por una tarjeta con palabras que él mismo pronunció en el Vía Crucis de la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil en 2013: “En la Cruz de Cristo está todo el amor de Dios, está su inmensa misericordia”.
Los crucifijos fueron repartidos por pobres, sin techos y refugiados, a los que Francisco invitó, a través de la Limosnería Apostólica, después del rezo de la oración mariana a una bebida y algo de comer.
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