Francisco: Honren a sus padres, demuéstrenles afecto y nunca jamás los insulten

Francisco: Honren a sus padres, demuéstrenles afecto y nunca jamás los insulten

Ciudad del Vaticano (AICA): “Honrar a tu padre y a tu madre, es reconocer su importancia también a través de acciones concretas, que expresan dedicación, afecto y cuidado”, explicó esta mañana el papa Francisco durante la audiencia general celebrada en la Plaza de San Pedro, continuando con su catequesis sobre los mandamientos, este miércoles dedicada al dedicada al cuarto mandamiento: honra a tu padre y a tu madre.
“Honrar a tu padre y a tu madre, es reconocer su importancia también a través de acciones concretas, que expresan dedicación, afecto y cuidado”, explicó esta mañana el papa Francisco durante la audiencia general celebrada en la Plaza de San Pedro, continuando con su catequesis sobre los mandamientos, este miércoles dedicada al dedicada al cuarto mandamiento: honra a tu padre y a tu madre.

El pontífice comenzó indicando el significado del término “honor” que se da a los padres. “El término hebreo –precisó el Papa– indica la gloria, el valor, al pie de la letra el peso, la consistencia de una realidad. No se trata de formas externas, sino de la verdad”. De hecho, honrar a Dios, en la Escritura, afirma el Papa, significa reconocer su realidad, contar con su presencia; esto también se expresa con los ritos, pero implica sobre todo dar a Dios el lugar que le corresponde en la propia existencia.

El Santo Padre mencionó el texto del Deuteronomio: “Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor tu Dios te ha ordenado, para que tus días se prolonguen y puedas ser feliz en la tierra que el Señor tu Dios te da”, y señaló que la palabra “felicidad” en el Decálogo aparece sólo vinculada a la relación con los padres.

“Esta sabiduría milenaria, añadió Francisco, evidencia la importancia del ambiente familiar en los primeros años de vida, que repercute en la posterior forma de ser y comportarnos. Podemos pensar en tantos jóvenes que, después de haber vivido una infancia difícil y dolorosa, se han reconciliado, a través de Cristo, con la vida y han sido un ejemplo luminoso para muchos otros”.

“Pensemos en el hoy beato, pero el próximo mes santo, Sulprizio, ese joven que a los 19 años terminó su vida reconciliado con tanto dolor, con tantas cosas, porque su corazón estaba sereno y nunca había negado a sus padres. Pensemos en San Camilo de Lellis, que desde una infancia desordenada construyó una vida de amor y servicio; Santa Josefina Bakhita, que creció en una horrible esclavitud; o el beato Carlos Gnocchi, huérfano y pobre; y el propio San Juan Pablo II, marcado por la pérdida de su madre a una edad temprana”.

“Los enigmas y los porqués de nuestra vida se iluminan descubriendo la presencia del Señor a nuestro lado. En Él, honramos a nuestros padres con la libertad de hijos adultos y los acogemos con misericordia y amor”.

Seguidamente el Papa dijo que el Cuarto mandamiento, dice aún más, no sólo habla de la bondad de los padres, sino de un acto de los hijos, independientemente de los méritos de los padres, y dice que, “aunque no todos los padres sean buenos y no todas las infancias sean serenas, todos los hijos pueden ser felices, porque el logro de una vida plena y feliz depende de la justa gratitud a quienes nos han traído al mundo”.

En este sentido, el Papa precisó que, el hombre de cualquier historia que venga, recibe de este mandamiento la orientación que conduce a Cristo: en Él, en efecto, se manifiesta el verdadero Padre, que nos ofrece “renacer de lo alto”. “Nuestras heridas comienzan a ser potencialidades cuando por gracia descubrimos que el verdadero enigma ya no es ¿por qué?, sino ¿para quién? ¿En vista de qué obra me forjó Dios a través de mi historia? Aquí todo se invierte, todo se vuelve precioso, todo se vuelve constructivo. Mi experiencia, incluso triste y dolorosa, pero a la luz del amor como se hace para los demás, para quien, fuente de salud”.

Entonces, concluyó Francisco, podemos empezar a honrar a nuestros padres con la libertad de los hijos adultos y la aceptación misericordiosa de sus limitaciones. “Honrar a los padres: ¡pero ellos nos dieron la vida! Si te has alejado de tus padres, haz un esfuerzo y vuelve, vuelve con ellos, tal vez sean viejos.... Te dieron la vida. Y luego tenemos el hábito de decir cosas malas, incluso malas palabras. Por favor, nunca, nunca, nunca insultes a los padres de otras personas. ¡Nunca! Nunca insultes a tu madre, nunca insultes a tu padre. ¡Nunca! ¡Nunca! Tú tomas esta decisión interna. De ahora en adelante, nunca insultaré a la madre o al padre de nadie. ¡Le dieron la vida! No deberían ser insultados”.

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