Junto al rector de la UNLZ, doctor Diego Molea, con quien compartió el cierre de la jornada, el prelado valoró la iniciativa como “un espacio cualificado para tratar con profundidad la problemática y la formación de agentes que ayuden y se comprometan con esta temática, que abarca a todos los sectores de la población, pero los que más pagan son los pobres y los más débiles”.
Asimismo, destacó que “desde nuestra pastoral cotidiana vemos con asombro cómo mujeres, niños y tantos otros que han caído en las adicciones, renacen a la esperanza cuando se los recibe, se les da una oportunidad, se los cuida y se camina junto a ellos”.
“En otro tiempo, trabajábamos con otras iglesias cristianas con los CPI, Centros Preventivos de Iglesia, pero han desaparecido; el gobierno tiene los CPA, Centro de Prevención de Adicciones, pero el de Parque Barón, por ejemplo, está cerrado”, advirtió.
Monseñor Lugones pidió “que no se toque el presupuesto para el trato de adicciones, ya que a la vez necesitamos incrementarlo por las dificultades que nos apremian en este sector”.
Al describir el accionar de la Iglesia en el ámbito nacional y las obras que lleva a cabo como los Hogares de Cristo, el obispo invitó “a todos los actores de la sociedad a que conozcan nuestros centros barriales, nuestros puntos de escucha, nuestros espacios preventivos que se distribuyen a lo largo y ancho de todo el país, y cada vez son más, y en eso somos testigos del milagro de la vida que se reconstituye cuando es recibida como viene y se acompaña cuerpo a cuerpo”.
“Si realmente queremos ayudar a los más vulnerables, no podemos profundizar el descarte, todos podemos hacer algo”, sostuvo.
Por su parte, el obispo de Merlo-Moreno y delegado episcopal para la Pastoral de la Drogadependencia, monseñor Fernando Maletti, integró el primer panel de la jornada sobre “Cómo prevenir la drogodependencia”, junto con el presbítero Osvaldo Mouriño, delegado diocesano de la Pastoral de Adicciones, y otros especialistas.
"Despenalizar el consumo es dejar abandonado al adicto"
Monseñor Maletti recordó que “intentamos acompañar esta problemática desde la prevención, el acompañamiento a las víctimas y la utopía de la recuperación”, y se refirió al proyecto de ley del nuevo Código Penal en relación a la despenalización del consumo de estupefacientes como la marihuana.
“Vemos la buena intención de los que buscan no criminalizar al adicto, es una locura criminalizar la enfermedad, pero intentemos pararnos desde la perspectiva de las familias más vulnerables: sin un buen sistema de salud, sin políticas fuertes de prevención, sin un sistema educativo realmente inclusivo y eficiente, el único encuentro del adicto y su familia que pide ayuda con el Estado es la justicia; despenalizar en estas condiciones es dejar abandonado al adicto”, alertó.
El padre Mouriño, en tanto, dijo que “el fuerte golpe en la matriz laboral de nuestra sociedad, la precarización aún mayor del empleo, la pérdida del poder adquisitivo del salario, la creciente deserción escolar y el resquebrajamiento familiar, son factores expulsadores de jóvenes y niños a las calles, niños y jóvenes marginados que entran en el circuito de la venta de drogas, del consumo o de ambos”.
“La Iglesia diocesana sigue siendo un ámbito que propicia el encuentro, el diálogo fraterno y diverso para la búsqueda de soluciones, pero también que exige responsabilidad y compromiso a quienes por voluntad popular asumieron la difícil pero noble e indelegable tarea de proteger a la comunidad experimentando ese amor comprometido, al cual nos insta el Papa Francisco”, agregó.
El encuentro -que contó con la participación de expertos e intelectuales que se reunieron para “analizar posibles soluciones y generar conciencia sobre esta problemática”- fue organizado por la Casa de Altos Estudios, la Pastoral de Adicciones y la Pastoral Universitaria de la diócesis, y contó con el auspicio de la Asociación de Graduados de la Facultad de Derecho y la Asociación de Docentes e Investigadores de la UNLZ.
Informes: www.eclesia.info.+
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