Mons. Castagna: “Jesús no viene a negar la verdad sino a afirmarla”


Mons. Castagna: “Jesús no viene a negar la verdad sino a afirmarla”




Corrientes (AICA): El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, destacó que “la perfección de la Ley - la caridad - constituye el cumplimiento de toda ley y, sin ella, ninguna ley se cumple de verdad. Si éste fuera el fundamento antropológico de nuestra legislación no habría lugar para tantos y tan graves errores”. “Parece que no lo es, ya que la contradicción se filtra, aún existiendo el propósito confeso de poner las cosas en su lugar y administrar sabiamente la justicia. En consecuencia, no lamentaríamos que los pobres y excluidos agonizaran frente a los estrados de tribunales, envilecidos por magistrados sin ética, y los delincuentes ‘entraran por una puerta y salieran por otra’ gozando de libertad y de derechos cívicos inmerecidos”, advirtió.

El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, destacó que “la perfección de la Ley - la caridad - constituye el cumplimiento de toda ley y, sin ella, ninguna ley se cumple de verdad. Si éste fuera el fundamento antropológico de nuestra legislación no habría lugar para tantos y tan graves errores”.

“Parece que no lo es, ya que la contradicción se filtra, aún existiendo el propósito confeso de poner las cosas en su lugar y administrar sabiamente la justicia. En consecuencia, no lamentaríamos que los pobres y excluidos agonizaran frente a los estrados de tribunales, envilecidos por magistrados sin ética, y los delincuentes ‘entraran por una puerta y salieran por otra’ gozando de libertad y de derechos cívicos inmerecidos”, advirtió.


En su sugerencia para la homilía de este domingo, el prelado recordó que “la ley del amor, a la que Jesús otorga valor único e irremplazable, entra en colisión con la práxis de muchas de nuestras decisiones legales. La presión política ejercida por quienes sostienen la ideología del odio, la revancha y la venganza, hace sentir su hegemónico poder” y agregó: “Jesús no se presta al juego de ocultar o tergiversar la verdad. No viene a negar la verdad sino a afirmarla. Por ello, se opone tenazmente a quienes la burlan y, no obstante, los llama, sin desahuciarlos, a la penitencia y a la conversión”.


Texto de la sugerencia


1.- La salud subordinada a la fe. Aquel hombre enfermo de lepra acude al único que puede librarlo del mal. Se sabe enfermo y comprende que la virtud para curarlo está en aquel joven Profeta. Por eso cae a sus piés y exclama con absoluta confianza: "Si quieres puedes purificarme" (Marcos 1, 40). La respuesta inmediata, fruto del reconocimiento admirado de la fe de aquel hombre, por parte de Jesús, otorga particular esplendor a la escena evangélica. Así ocurre en ocasiones semejantes. Lo que más choca al Señor es la soberbia de los fariseos, legalistas y racionalistas, que niegan lo que escapa al reducido alcance de sus entendimientos. Jamás aceptarían que un humilde carpintero, procedente de un pobre pueblo de campaña, viniera a imponerles una enseñanza contraria a su rígida interpretación de la ley. Jesús no viene a desobedecer la Ley sino, como Él mismo lo afirma: "a darle cumplimiento". La fe firme y simple de aquel hombre lo predispone a entender lo que Dios le revela. Su postración ante el Maestro es consecuencia de su exacta lectura de los signos. Lo que no supieron descifrar sus comarcanos lo logró aquel enfermo, excluido de la sociedad e incluso de la Sinagoga.

2.- El respeto de Jesús a la legislación vigente. La explícita recomendación de no decir nada y presentarse ante el sacerdote, como la Ley lo establecía, prueba el extremo respeto de Jesús por la legislación vigente. La perfección de la Ley - la caridad - constituye el cumplimiento de toda ley y, sin ella, ninguna ley se cumple de verdad. Si éste fuera el fundamento antropológico de nuestra legislación no habría lugar para tantos y tan graves errores. Parece que no lo es, ya que la contradicción se filtra, aún existiendo el propósito confeso de poner las cosas en su lugar y administrar sabiamente la justicia. En consecuencia, no lamentaríamos que los pobres y excluidos agonizaran frente a los estrados de tribunales, envilecidos por magistrados sin ética, y los delincuentes "entraran por una puerta y salieran por otra" gozando de libertad y de derechos cívicos inmerecidos. La ley del amor, a la que Jesús otorga valor único e irremplazable, entra en colisión con la práxis de muchas de nuestras decisiones legales. La presión política ejercida por quienes sostienen la ideología del odio, la revancha y la venganza, hace sentir su hegemónico poder. Jesús no se presta al juego de ocultar o tergiversar la verdad. No viene a negar la verdad sino a afirmarla. Por ello, se opone tenazmente a quienes la burlan y, no obstante, los llama, sin desahuciarlos, a la penitencia y a la conversión.


3.- Vino a mostrar el rostro del Padre bueno. El intento, no siempre logrado con éxito, de que no lo confundan con un simple obrador de milagros, responde a la verdadera finalidad de su misión evangelizadora. Viene a transmitir y revelar una Buena Nueva que encuentra, entre los principales de su pueblo, objetores encarnizados. Son quienes han fraguado un proyecto de liberación que no corresponde al plan de Dios. La Encarnación responde al pensamiento eterno, tan distante del nuestro, mediante la misma Dios se muestra como es para cada uno de nosotros. Es el Padre que nos ama y, ante el espectáculo bochornoso de nuestros pecados, se enternece hasta el perdón. Ternura que debiera conmovernos ya que, para medir su magnitud, escoge el doloroso camino de la Cruz. Por ello, el gran Apóstol de la mayoría de nosotros - los gentiles - no pretende otra sabiduría que a Cristo crucificado. En Él se revela el amor que Dios nos tiene. De esa manera se llega al conocimiento de la Verdad necesaria y de su importancia para nuestra vida temporal. Es un fracaso, el mayor de todos, no llegar a ella, teniéndola al alcance de la mano en Cristo.


4.- La Palabra y el testimonio. En aquellas circunstancias - y en las actuales - el entusiasmo desmedido, vinculado a lo espectacular, constituye una peligrosa desviación del auténtico propósito del Maestro. El Señor lo evita, no exponiéndose a la voracidad de una dudosa adhesión popular, denominada hoy "populismo": "...de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos". (Marcos 1, 45) La Palabra y el testimonio constituyen el método que el poder de Dios utiliza para suscitar la fe. Toda teatralización podrá conmover los sentidos pero no movilizará la voluntad. Es preciso asegurar que lo principal se produzca, me refiero a la conversión, aunque el efecto emotivo sea reducido a un prudente silencio.+



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