La valiente tarea de un refugio para personas de la calle

Desde diciembre de 2007, funciona en Mar del Plata un hogar para gente en situación de calle. Se llama Nazaret y depende de Cáritas Mar del Plata. Ubicado en Balcarce 5036, desarrolla sus actividades con capacidad completa, ya que hay 60 personas -entre mujeres y hombres - que diariamente se alojan allí.

De 18 a 8, los “huéspedes” meriendan, se duchan, lavan su ropa, cenan y pueden descansar tranquilos; por la mañana desayunan y vuelven a su actividad cotidiana. Es el único lugar en Mar del Plata que presta este servicio de esta manera y durante todo el año.

“Las personas llegan porque se enteran que está el hogar, están en condición de calle, algunos derivados de las parroquias que salen con la 'Noche de la Caridad', y también de la municipalidad nos envían gente. El hogar ya es conocido, y cuando alguien ve que hay personas en situación de calle los envían para acá”, manifestó Mirta Salas, responsable del hogar.

El hogar cuenta con una trabajadora social y una psicóloga. Ellas ayudan a seguir el progreso de la gente y proponen un plan de trabajo durante la estadía del albergado. El hogar es transitorio, y su objetivo es que las personas puedan reinsertarse social, familiar y laboralmente.

“Ya han pasado 5.000 personas por aquí desde diciembre de 2007. Por supuesto que todos tienen distintos tiempos, pero se notan los cambios, con las profesionales se sienten escuchados, y atendidos, los ayudan en trámites, como por ejemplo hacer un documento. Se sienten más acompañados y respaldados”, explicó la responsable del hogar.

El sostenimiento económico se realiza con los aportes de Cáritas Mar del Plata. También hay un subsidio mensual de la municipalidad de General Pueyrredón, pero nunca se recibe en tiempo y forma. Los trabajadores del hogar Nazaret denunciaron que, en lo que va del año, aún no se han efectuado aportes. “Solo contamos con la solidaridad de la gente que dona mercadería”, explicó Salas.

Los trabajadores y voluntarios del hogar Nazaret necesitan ayuda. Para colaborar, se pueden acercar los mismos enseres que uno utiliza en casa, como elementos de higiene personal, alimentos varios para la merienda y el desayuno y, cuando llega el frío, también una taza de chocolate. Para las cenas, los voluntarios suelen preparar guisos por ser rendidores, pero lamentan no contar con donaciones de fruta para ofrecer una alimentación más variada.

También se necesitan manos. A muchos de los albergados les gustaría festejar sus cumpleaños, o el de sus compañeros, siquiera una vez por mes. "Hemos tenido momentos en que ha venido un grupo aunque sea una vez al mes, pero el voluntariado a veces decae y nos quedamos sin el festejo", contó Mirta Salas.

Además, el hogar está endeudado por la reparación de un techo que se rompió hace dos años. “Si bien la obra se hizo, hay que terminar de pagarla y siempre tenemos los bonos de veinte pesos para vender a la gente que quiera colaborar", puntualizó la responsable de la comunidad.

En primera persona: Mirta Salas
“Como mujer –cuenta la coordinadora del hogar- me respetan mucho, me cuidan entre ellos. Creo que yo trabajo como si fuera la mamá, es lo que sé hacer, como toda mujer, el instinto de madre lo tenemos dentro, más las que lo somos. Desde ahí trabajo, ayudo, aconsejo, si tengo que retar o poner un límite desde ahí lo pongo. Muchas veces es lo que les hace falta, hasta el momento da resultado".

Muchos de los residentes transitorios son hombres con historias de vida realmente duras. "Cuesta cargarse tantas mochilas, hay que aprender a escuchar y ayudar, porque si te desmoronás con ellos no podés hacer nada. Como les digo a todos, no podemos volver el tiempo atrás, ojalá pudiéramos solucionar las cuestiones y después venimos acá y está todo bien. Es de ahora en más, tratar de perdonar, desde el corazón arrancar desde cero porque los vínculos, la familia, los afectos son lo que lo van a sacar”.

Mirta cuenta que muchos entran en las adicciones al perder el afecto de un ser querido. “Ocupan ese espacio que está vacío con droga, alcohol, juego... Hay cuestiones gratificantes cuando sabés que salen, salen bien y vuelven a saludar o a ayudar, o a mostrarte el hijo porque se casaron y tuvieron uno".

Los protagonistas del hogar: Franco, Javier y Mary
Franco tiene 18 años, es de Junín y llegó al hogar hace casi un mes. Esto dijo: "Estoy solo acá y luchándola. Lo veo como mi casa, pero sé que es temporal, no es eterno. Ya en estos días estoy rebuscándomela para alquilarme algo. Está lindo, te atienden bien, te dan de comer, no es lo mismo que dormir en la calle. Acá te dan un techo, tenés contención con la gente, me hablo con todos los compañeros que están acá, nos llevamos bien".

"Me parece bueno que haya un lugar así, un refugio al que pueda venir la gente que está en la calle, está bueno porque es feo vivir en la calle y morirse de frío. Yo he dormido muchas veces en la calle, desde los 15 años. Es feo no se lo deseo a nadie”, contó el joven que se vino a Mar del Plata “para conseguir un futuro”, que está agradecido de corazón con la gente de Cáritas.

Javier, un colombiano de 43 años, tiene otra realidad: "Llegué hace unas semanas al hogar porque quedé en situación de calle. Perdí mi documentación y todo lo que tenía, y me vi obligado a venir. El hogar es tranquilo. Puedes pegarte un duchazo, lavar algo de ropa, comerte un plato caliente y puedes dormir tranquilo, porque llega la hora del silencio y duermes hasta las 6.30".

"Creo que voy a salir. La trabajadora social del hogar me está ayudando a armar un currículum con lo que he trabajado. Acá te colaboran en lo que pueden, te dan todo limpio, te consienten...te consiguen zapatos, ropa interior, medias", señaló Javier.

Mary, tiene 75 años, brindó también su testimonio: “Llegué porque iba a buscar la ‘Noche de la Caridad’. Dormí en la calle muchos años y ellos me trajeron acá, en coche. Estuve un tiempo, colaboraba con el hogar, y me gustó. Después me fui otra vez, porque aparentemente era algo que estaba acostumbrada. Dormía con un pedazo de cartón y un plástico en los pies, nunca usé frazada ni colchón. Así después volví al hogar otra vez, empecé a colaborar con el hogar, y estoy muy tranquila, colaboro para ayudar. Estoy contenta, muy contenta”.+

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