En su homilía, el obispo consideró que la conmemoración anual de la Santísima Cruz de los Milagros “nos ofrece una providencial ocasión para acercarnos, contemplar y dejarnos transformar por este signo universal del cristianismo: la cruz de Jesús”.
“La cruz es tan amada como odiada, es buscada con ansias y repudiada con asco. Hay gente que la abraza y hay gente que la desprecia; hay quienes sellan su vida con la cruz y los hay quienes la combaten a muerte”, reconoció el prelado. “Sin embargo, la cruz como símbolo del sufrimiento humano es una realidad que nos acompaña todos los días, desde que amanecemos, durante la vigilia y aún en los sueños”, señaló.
“Sobre este signo tenemos miradas muy diversas, algunas sabiamente complementarias y otras totalmente contrapuestas. En ese variado desconcierto de perspectivas, los cristianos tenemos una determinada experiencia de la cruz, que nos da también una mirada propia, la que deseamos compartir con todos aquellos que estén dispuestos a dialogar y a enriquecerse mediante el intercambio de visiones y saberes”, continuó.
“Digamos, ante todo, que la cruz es el signo que distingue al cristiano. Somos cristianos porque creemos en Jesucristo, el Hijo de Dios, nacido de la Virgen María, que padeció, fue crucificado, murió y resucitó”, recordó monseñor Stanovnik. “Todos los que nos llamamos cristianos, abrazamos la cruz no porque representa un elemento de tortura, sino porque ella fue el camino que Dios hizo en medio de nosotros: se sometió a la muerte y muerte de cruz, para vencerla y convertirla en fuente de vida, de luz y de sentido”, indicó.
“La cruz, que representa el pecado, la muerte y el mal, fue transformada por Jesús en un manantial inagotable de amor y de vida indestructibles. Ella es el escenario en el que triunfó la vida sobre la muerte, el espacio donde se consumó la victoria del amor sobre la venganza y el odio. Hoy, el signo de la cruz, sigue siendo señal de contradicción y un desafío a ser valientes en dar testimonio de nuestra condición de cristianos”, afirmó.
El prelado llamó a los fieles a preguntarse “¿qué signo podría representar mejor que la cruz aquellos valores que hacen a la dignidad humana y al proceso civilizatorio de la familia humana sobre la tierra? ¿Bajo qué otro signo se preservaron mejor las culturas originarias con sus valores propios, su lengua, sus danzas y su sabiduría ancestral?”.
En medio de luces y sombras, la cruz cristiana fue siempre una “señal de alerta”, sostuvo el arzobispo, para poner en evidencia “los atropellos a la dignidad humana, fueran aquellos cometidos ya sea por las fuerzas seculares o por representantes eclesiásticos”.
“El signo de la cruz fue siempre un faro que indicaba el camino del encuentro, la amistad, la justicia, el perdón y la misericordia. Era la señal de contrapartida a la venganza, a la discriminación y al odio. Por eso, con inmensa gratitud reconocemos que la Cruz de los Milagros, es no solo la señal, sino también la fuente y el camino que nos fueron conformando como pueblo diverso y unido, peregrino y solidario, trabajador y festivo”, expresó.
El pastor de Corrientes señaló el carácter amplio, inclusivo e integrador del mensaje que contiene la cruz de Jesús: “En ella descubrimos los fundamentos últimos por los cuales vale toda vida, por eso nos sentimos interpelados a cuidar las dos vidas, la de la madre y la de la criatura que gesta en su vientre, sin sacrificar al más desprotegido”, mencionó. “La defensa del inocente que no ha nacido –nos dijo el papa Francisco en su bellísima carta sobre “El llamado a la santidad en el mundo actual”– debe ser clara, firme y apasionada, porque allí está en juego la dignidad de la vida humana, siempre sagrada, y lo exige el amor a cada persona más allá de su desarrollo”, recordó, y añadió, en palabras del Santo Padre, que es “igualmente sagrada la vida de los pobres que ya han nacido, que se debaten en la miseria, el abandono, la postergación, la trata de personas, la eutanasia encubierta en los enfermos y ancianos privados de atención, las nuevas formas de esclavitud, y en toda forma de descarte”.
“Señor Jesucristo, venimos a consagrarnos a Ti, ante la Santísima Cruz de los Milagros, origen de nuestro pueblo correntino y signo de tu inmenso amor por nosotros”, rezó monseñor Stanovnik, y advirtió: “Ni la cruz sin Cristo ni Cristo sin la cruz. Ni el crucificado sin la resurrección, ni la resurrección sin el crucificado. A Jesucristo, vida y esperanza nuestra, le pedimos que nos ilumine con su Espíritu, para conocerlo más y seguir sus pasos, abrazarnos a su cruz y vivir en su amistad, para vencer con Él el pecado, la muerte y el mal”. +
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