El Papa a las teatinas: Salir al encuentro de los “corazones secos y sedientes de agua viva”
“Ursola Benimcasa fue una mujer contemplativa” y “toda su vida buscó la plena conformación a Cristo crucificado, también gracias a las experiencias místicas. Enamorada de la Eucaristía, ha hecho de este sacramento el centro y el alimento de su vida”, dijo el Papa sobre la fundadora.
“Enraizada en Cristo y atraída por la luz de la Inmaculada Concepción, les ha dejado un carisma que es inseparablemente cristocéntrico y mariano; y como testamento, vivir sin otra regla que el amor”, agregó.
Francisco, al mencionar la vida de oración que llevan en comunidad, dijo que las lleva “a amar el mundo, así como lo ama y lo quiere el Señor”, pero sobre todo “las lleva a dedicarse a la educación y la formación de las nuevas generaciones, con atención a su promoción humana y a su crecimiento en la fe”. Sin olvidar “su presencia cerca de las personas que sufren, en las que reconocen a Jesús crucificado”.
El pontífice las animó a continuar por el mismo camino para “salir de ustedes mismas e ir a las periferias existenciales, con libertad de corazón. Ustedes mismas encontrarán vida dando vida, encontrarán esperanza dando esperanza, encontrarán su razón de ser en la Iglesia y en el mundo amando y viviendo siempre según la lógica del don, la lógica del Evangelio”.
“El mundo de hoy –precisó el pontífice– necesita testigos de la trascendencia, de personas que sean sal de la tierra y luz del mundo, que sean la levadura en la masa”. No priven a los y mujeres de hoy, les dijo el Papa, de este alimento necesario cuanto el pan material, hoy Jesús les dice al igual que a los discípulos, denles ustedes de comer. “Si estarán abiertas a la acción del Espíritu –alentó el Papa– Él las guiará para responder con creatividad al grito de los pobres y de tantos hambrientos y sedientos de Dios”.
El mundo necesita de su testimonio de vida fraterna en comunidad, les dijo Francisco, animada por una espiritualidad de comunión entre ustedes. La espiritualidad del vivir juntos, de tal modo que el camino comunitario se convierta en un santo peregrinar.
“Que resuene siempre en sus corazones el testamento de su fundadora: ámense mutuamente. Respétense mutuamente. Cada una busque el bien de la otra. Así encarnaran el mandamiento del amor allí donde viven y trabajan, en las escuelas, en las parroquias, en las casas de acogida, en todo lugar donde con la vida y la palabra llevan el Evangelio de Cristo. Así serán constructoras de comunión dentro de su Instituto y fuera de este”, concluyó el Papa.
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