“Tal vez convenga reconocer que, frente al marasmo espiritual y moral que esta crisis representa, se nos han caído todos los libros. Retengo que el único camino posible de resolución pase, indefectiblemente, por un muy concreto acto de humildad que nos lleve a reconocer que no hemos estado preparados para esta crisis y la insuficiencia de nuestras respuestas. El mismo Papa ha entrado por este camino. Es un punto que merece atención”, subrayó en su columna en el blog Evangelium Gratiae.
“¿Tenía Bergoglio en su agenda de temas prioritarios los abusos sexuales cuando fue elegido Papa en 2013?”, se preguntó, y agregó: “Lo cierto es que ha tenido que hacer rápidamente un intenso aprendizaje, no exento de dificultades o errores. Lo reconocía él mismo, hace un año, volviendo de su visita pastoral a Chile”.
El prelado sostuvo que “aun reconociendo lo insuficiente de la respuesta eclesial a los abusos, lo que no se puede aseverar es que exista pasividad, voluntad de ocultar o dejar pasar el tiempo sin resolver este problema”.
“La Iglesia es un sujeto compuesto de muchos sujetos. Esta pluralidad hace injusto un juicio absoluto. Hoy, muchos en la Iglesia -entre ellos el mismo Francisco- han tomado el toro por las astas y se han aplicado a enfrentar la crisis con decisión, energía y claridad, pero también con la paciencia que supone perseverar en una crisis que no es de solución inmediata y en la que, de seguro, habrá muchos sinsabores”, destacó.
El obispo consideró que “ya no hay demasiado margen para el error” en el panorama complejo de los abusos e hizo suyo un comentario del cardenal Oswald Gracias, arzobispo de Bombay y miembro del C9 que asesora al Papa en la reforma de la Curia Romana, sobre la cumbre antiabusos de febrero próximo a la que fueron convocados los presidentes de los episcopales del mundo.
“Será o un gran éxito o una gran desilusión, sin vuelta atrás. Me alienta observar el liderazgo del Papa y la convicción que, sobre todo, muchos laicos tienen de que esta crisis urge caminos firmes y exigentes de purificación. Sobre todo, en su capítulo más difícil: el cambio de mentalidad y un trabajo preventivo a conciencia en cada una de las Iglesias particulares”, subrayó citando el purpurado indio.
Monseñor Buenanueva consideró que en este punto “asoma un horizonte oscuro e inquietante. Las críticas al Papa y una reviviscencia de los enfrentamientos eclesiales entre conservadores y progresistas amenazan ponen palos en la rueda de la Iglesia que juega su credibilidad y su futuro en la resolución de este problema”.
“Unos y otros –advirtió- están usando el drama de los abusos como munición gruesa para arrojarse mutuamente a la cara”.
“Los conservadores denuestan a los progresistas por haber dejado abiertas las puertas de los seminarios a los homosexuales y al relativismo moral que ha llevado a la actual crisis. Además, el tiro por elevación alcanza a “Casa Santa Marta” y a su ilustre inquilino, el Papa. Por otra parte, los progresistas señalan a los “ultras” que su sistema eclesial de rigidez moral, esteticismo litúrgico, sobredimensión del sacerdocio generan, de por sí, una forma de vida clerical que, detrás de una pantalla de ortodoxia y firmeza, deja amplios espacios abiertos para estos derrapes sexuales”, diferenció.
El prelado admitió que “la guerra de la Iglesia contra los abusos conoce de muchas derrotas y algunas victorias. Ahora, otras guerras generan otras batallas”.
“Temas en sí mismos de legítima discusión son llamados en causa, mostrando una preocupante falta de imaginación y de perspectiva para encontrar nuevos y originales puntos de vista que nos lleven a soluciones superadoras. Van y vienen demasiadas recetas de corto alcance”, lamentó.
“Como en toda polémica que se quiera enfocar desde la fe y con una correcta visión teológica, se requiera más discernimiento espiritual que ensañamiento discursivo. ¿Hay una hoja de ruta para la Iglesia en esta crisis? Sí. Esa hoja de ruta existe. Su meta y el trazado de su curso son, hoy por hoy, más que un esbozo. Tendremos que hablar de ello”, concluyó.+
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