“Es una señal de que los jóvenes cristianos son levadura de paz en el mundo”, dijo, recordando que la razón del viaje fue la Jornada Mundial de la Juventud, pero “las reuniones con los jóvenes se han entrelazado con la realidad del país”.
“Autoridades, obispos, jóvenes presos, consagrados y Hogar familiar”. “Todo ha sido como 'infectado' y 'amalgamado' por la alegre presencia de los jóvenes”, señaló Francisco: “Una fiesta para ellos y para la ciudad de Panamá, y también para toda América Central, marcada por tantos dramas y personas necesitadas de esperanza y paz, y también de justicia”.
La JMJ, también subrayó el Papa, fue precedida por la reunión de jóvenes de los pueblos nativos y afroamericanos: “Un hermoso gesto, hicieron cinco días de reuniones con jóvenes indígenas y jóvenes afrodescendientes”, agregó. “¡Abrieron la puerta a la JMJ!”, exclamó el pontífice, definiéndola como “una iniciativa importante que ha mostrado aún mejor la cara multifacética de la Iglesia en América Latina: América Latina está mezclada”. Luego, con la llegada de grupos de todo el mundo, “se formó la gran sinfonía de caras e idiomas, típica de este acontecimiento”, comentó el Papa.
Durante su catequesis, el pontífice recordó en primer lugar el gesto de los padres panameños de alzar a sus hijos y criarlos con orgullo, como diciendo: “¡Aquí está mi orgullo, aquí está mi futuro!”. “Cuánta dignidad en este gesto -señaló- y que elocuente para el invierno demográfico que estamos viviendo en Europa”, “la seguridad para el futuro son niños”.
El pontífice enumeró con emoción las etapas de la JMJ. En primer lugar, el Víacrucis, “escuela de la vida cristiana”: “allí aprendes el amor paciente, silencioso y concreto”. Francisco comentó tener siempre con él un “Víacrucis de bolsillo”, regalo de una persona muy apostólica en Buenos Aires, y expresó su deseo de hacerlo como obsequio a los presentes lo más pronto posible.
En Panamá, los jóvenes trajeron con Jesús y María la carga de la condición de tantos hermanos y hermanas sufrientes en América Central y en todo el mundo. Entre estos hay muchas jóvenes víctimas de diferentes formas de esclavitud y pobreza. Y en este sentido, la liturgia penitencial que celebré en un hogar de rehabilitación para menores y la visita al hogar familiar “Buen Samaritano”, que alberga a personas que viven con SIDA, fueron momentos muy significativos.
En el transcurso de la Vigilia y la Misa, continuó Francisco, les indiqué a los jóvenes como un ejemplo a seguir, María, que “en su pequeñez, más que ninguna otra” influía “en la historia del mundo: una verdadera influencia de Dios”.
El domingo por la mañana, en la gran celebración eucarística final, Cristo resucitado, con el poder del Espíritu Santo, habló de nuevo a los jóvenes del mundo y los llamó a vivir el Evangelio hoy, porque los jóvenes no son “mañana”. No, son el “hoy” para el “mañana”. No son “mientras tanto”, son hoy, ahora, de la Iglesia y del mundo. Y he apelado a la responsabilidad de los adultos, para que las nuevas generaciones no carezcan de educación, trabajo, comunidad y familia. Y esto es clave actualmente en el mundo, porque estas cosas faltan.
Encuentro con los obispos
El papa Francisco recordó también la reunión con los obispos de América Central, “un momento de especial consuelo” durante el encuentro se enfocó el testimonio del santo obispo Oscar Romero; y la consagración del altar de la catedral restaurada de Santa María La Antigua, “un signo de belleza redescubierta, para la gloria de Dios y para la fe y la fiesta de su pueblo”.
Que la familia de la Iglesia, en Panamá y en todo el mundo, obtenga del Espíritu Santo una fructificación nueva, para que la peregrinación de los jóvenes discípulos misioneros de Jesucristo continúe y se extienda sobre la tierra, concluyó el pontífice.
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