Francisco invitó a los consagrados a volver a las raíces para “vivir el presente sin miedo”
En presencia de sacerdotes, consagradas, consagrados y movimientos de laicos, el Santo Padre agradeció a las autoridades y a los responsables de la realización de las obras de la catedral, fundada por los españoles en 1510 y denominada como la “primera catedral en tierra firme”.
“Una Catedral española, india y afroamericana se vuelve así catedral panameña, de los de ayer pero también de los de hoy que la han hecho posible. Ya no pertenece sólo al pasado, sino que es belleza del presente”, dijo el Papa antes de realizar la consagración del altar.
Durante su homilía, el pontífice se dirigió a los consagrados presentes, tomando el relato evangélico de la Samaritana, su fatiga del camino y su sed de beber, “situaciones que te toman la vida y la energía”, dijo al compararlos con las problemáticas actuales.
Fatiga del camino
En el primer punto, destacó que el cansancio de Jesús, que no es lo que siempre contemplamos de su carácter. Pero “el Señor se fatigó, y en esa fatiga encuentran espacio tantos cansancios de nuestros pueblos y de nuestra gente, de nuestras comunidades y de todos los que están cansados y agobiados”.
Mencionó las múltiples causas que pueden provocar fatigas entre los consagrados: “Desde largas horas de trabajo que dejan poco tiempo para comer, descansar y estar en familia, hasta ‘tóxicas’ condiciones laborales y afectivas que llevan al agotamiento y agrietan el corazón”. Sin embargo, les dijo, que es posible encontrar un “pozo que pueda calmar y saciar la sed y el cansancio del camino”.
Denominó “cansancio de la esperanza” a la fatiga “que nace de cara al futuro cuando la realidad ‘cachetea’ y pone en duda las fuerzas, recursos y viabilidad de la misión en este mundo tan cambiante y cuestionador”. Se trata de “un cansancio paralizante” que no permite “saber cómo reaccionar ante la intensidad y perplejidad de los cambios que como sociedad estamos atravesando”, describió el Papa.
“El cansancio de la esperanza nace al constatar una Iglesia herida por su pecado y que tantas veces no ha sabido escuchar tantos gritos en el que se escondía el grito del Maestro: «Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»”.
Y destacó como “una de las peores herejías posibles para nuestra época”, “pensar que el Señor y nuestras comunidades no tienen nada que decir ni aportar en este nuevo mundo que se está gestando”, lo cual provoca que, “lo que un día surgió para ser sal y luz del mundo termina ofreciendo su peor versión”.
Dame de beber
Sin embargo, ante estas fatigas, el papa Francisco recordó a la Samaritana, que le pidió al Señor “de beber”, y recomendó a los consagrador volver a esa fuente. “Dame de beber es lo que pide el Señor y es lo que nos pide que digamos. Al decirlo, le abrimos la puerta a nuestra cansada esperanza para volver sin miedo al pozo fundante del primer amor, cuando Jesús pasó por nuestro camino, nos miró con misericordia, nos pidió seguirlo; al decirlo recuperamos la memoria de aquel momento en el que sus ojos se cruzaron con los nuestros, el momento en que nos hizo sentir que nos amaba y no solo de manera personal sino también como comunidad”, indicó.
Esta expresión implica “volver sobre nuestros pasos”, aseguró el Papa, e invitó a los presentes a recordar a sus padres fundadores, párrocos, obispos y consagrados que fueron ejemplo para cada comunidad, porque “ir a las raíces nos ayuda sin lugar a dudas a vivir el presente, sin miedo”.
“La esperanza cansada será sanada y gozará de esa 'particular fatiga del corazón' cuando no tema volver al lugar del primer amor y logre encontrar, en las periferias y desafíos que hoy se nos presentan, el mismo canto, la misma mirada que suscitó el canto y la mirada de nuestros mayores”, concluyó Francisco.
Al momento de consagrar el altar, el papa Francisco colocó las reliquias de tres santos latinoamericanos: Santa Rosa de Lima, San Oscar Romero y San Martín de Porres, y asimismo, las del papa polaco fundador de la Jornada Mundial de la Juventud, San Juan Pablo II.
Terminada la Eucaristía, monseñor José Domingo Ulloa Mendieta OSA, arzobispo de Panamá, agradeció al papa Francisco su presencia y la dedicación del altar de la catedral de la ciudad. El prelado le obsequió al Santo Padre un cuadro del cardenal argentino Eduardo Pironio, junto con la Virgen de Luján.
Los trabajos de restauración
Varios son los trabajos de restauración que se llevaron a cabo. La labor de restauración incluyó la instalación de nuevos pisos con baldosas, además de un cableado eléctrico especial. Asimismo, se restauró el techo del templo, el altar y las pinturas, y se reemplazó el órgano monumental.
Como elemento adicional cabe destacar el nuevo balcón, ubicado en el coro. Además, se rehabilitaron las escaleras norte y sur para acceder a los campanarios; a una de ellas se le colocó un elevador. Por otra parte se restauró la puerta principal y el altar mayor, acondicionando los escalones para darle mayor amplitud.+
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