Mons. García Cuerva animó a construir un “gran lugar de encuentro” con los migrantes
Participaron de la Eucaristía las comunidades migrantes de Chile, Bolivia, Paraguay, República Dominicana, México, Venezuela, de las provincias de San Juan, Tucumán, La Rioja, Santa Fe y los Centros de Residentes salteños “Rancho Argentino”, y santiagueños “Francisco de Aguirre”.
En su homilía, monseñor García Cuerva se refirió al Evangelio y haciendo un paralelo con la sociedad actual, consideró que la comunidad tiene que ser como un banquete, sin que nadie quiera ocupar los primeros lugares, porque “somos todos hermanos”.
Por otra parte, señaló que el Evangelio “insiste en que tenemos que invitar a los pobres, a los lisiados, a los ciegos, para sentarse en ese banquete”. En ese sentido, expresó: “Pensaba en nuestros hermanos migrantes del exterior argentino y también del interior, cuántos habrán llegado ciegos porque en sus países estaban perdiendo toda esperanza, porque en sus provincias vivían en la oscuridad de la injusticia, en la falta de trabajo, cuántos habrán vivido como ciegos en sus naciones… Y entonces habrán venido a la Argentina y a esta Patagonia buscando la luz. Ojalá hermanos hayan podido renovarse y encontrar la luz de la esperanza y dejar de ser ciegos”, anheló.
“Dice también el Evangelio, que hay que invitar al banquete a los inválidos, a los cojos, a los paralíticos… Cuántos habrán cansado sus piernas, habrán cansado sus vidas y habrán sentido la parálisis de decir ‘no doy más’, no puedo más, y entonces encontraron la esperanza como única salida en el salir de su terruño, de su tierra, el salir de su país, de su provincia, y se pusieron en camino, es decir empezaron a recuperar la ganas de avanzar en la vida. Ojalá que en esta tierra santacruceña, en esta diócesis de Río Gallegos siempre los ciegos, porque han perdido toda luz de esperanza, los inválidos porque ya no tienen más ganas de caminar en esta vida, encuentren un lugar y que nadie se crea de primera por haber nacido o criado acá”, continuó.
Finalmente, animó a pensar en el banquete “como un gran lugar de encuentro, lo que estamos haciendo hoy: encuentro de los distintos, encuentro de los que tenemos distintas historias, distintas tradiciones, encuentro de hermanos que tenemos un origen común: nuestro Padre Dios, pero que después tenemos ideas distintas, comemos distinto, rezamos distinto, y eso está buenísimo, ese ‘encuentro’”, afirmó.
En ese sentido, agradeció a muchos hermanos migrantes “porque nos contagian a los argentinos la cultura del esfuerzo y del trabajo” y porque “nos interpelan, porque si hasta ahora yo creía que me tenía que sentar en el primer lugar en el banquete, me doy cuenta de que no, que somos hermanos, y que los primeros lugares son para los lisiados, para los que ya no tienen más ganas de caminar en esta vida, y para los ciegos, los que ya han perdido la esperanza, ellos se merecen el primer lugar”, sostuvo.
Cada comunidad manifestó su fe presentando imágenes de las distintas advocaciones de la Virgen y Santos. Además, los migrantes ofrecieron frutos típicos de la tierra de su lugar de origen y las banderas que identifican su símbolo patrio.
El Equipo Diocesano de Pastoral Migratoria presentó a la Virgen Nuestra Señora de los Migrantes y ofreció un poncho como símbolo de la diversidad cultural, trama tejida de diversos colores con hilos de ovejas de la región como signo de la variedad de colores, de texturas, de consistencias diversas, pero que juntos conforman el tejido de la vida, que encierra la fe, la esperanza y los sueños de cada migrante; dado que los migrantes son la suma del entramado del tejido social y también tejedores de vida nueva.
En síntesis, el poncho representa el abrigo, la protección, la integración y la inclusión de los migrantes, tal como lo señala el papa Francisco, como horizonte de tarea pastoral a los agentes de la Pastoral Migratoria.
El obispo hizo entrega a los referentes de las distintas comunidades migrantes, de la carta pastoral “Eucaristía, verdadera comida con sabor a todos”, documento elaborado en preparación para el jubileo por los 500 años de la primera misa en territorio argentino.
“Que este Año Eucarístico nos comprometa en la construcción de una sociedad más justa y fraterna, sin hermanos descartables o desechables; que en nuestras comunidades nadie quede afuera”, deseó el obispo.
Al finalizar la misa, las comunidades migrantes, portando las distintas imágenes representativas de su fe, banderas y con vestimentas típicas, se dirigieron en procesión al tradicional izamiento dominical, al ritmo de bombos santiagueños y de la música de los sikuris bolivianos. En ese espacio a pesar del frío y del excesivo viento imperante en ese momento, los migrantes de Bolivia y Santiago del Estero ofrecieron sus bailes folclóricos.+
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