El templo de Nuestra Señora de la Paz comenzó a funcionar el 24 de enero de 1860. La erección canónica como parroquia se produjo el 12 de octubre de 1865 por decreto del arzobispo de Buenos Aires, monseñor Mariano José de Escalada Bustillo y Ceballos. La primera partida de bautismo se registró el 3 de diciembre de 1965.
La celebración, que contó con gran presencia de la Iglesia diocesana, tuvo un momento particular cuando se inhumaron en el templo los restos del primer obispo diocesano, monseñor Filemón Castellano, fallecido el 27 de septiembre de 1980. Sus restos fueron traídos de Córdoba para la ocasión. Ahora la catedral tiene en su interior los restos de dos obispos diocesanos, porque también están los de monseñor Alejandro Schell, segundo obispo de la diócesis, que falleció el 7 de septiembre de 1972.
Con monseñor Lugones concelebraron sus obispos auxiliares, monseñor Jorge Vázquez, y monseñor Jorge Martín Torres Carbonell, y los sacerdotes presentes. Autoridades municipales estuvieron presentes en la celebración eucarística.
Antes de la misa se llevó a cabo, en la Plaza Grigera, frente a la catedral, una “Expo María” que en varios puestos recrearon la vida y vocación de la Virgen María hasta la advocación de Nuestra Señora de la Paz. El nombre primitivo de Lomas de Zamora fue Pueblo de La Paz.
Gracia, misericordia y paz
En su homilía monseñor Lugones comenzó dando gracias “por tantos años de engendrar y formar tantas generaciones de cristianos en nuestra Parroquia Madre. De ir consolidando y confirmando en la fe a tantos hermanos, a lo largo de la historia particular de los lomenses”, “y damos gracias porque si bien hemos vivido dolorosos momentos como pueblo, acompañando la historia de la patria, también hemos crecido en nuestra conciencia solidaria y como discípulos para la misión”.
“Todo acontecimiento que nos lleva a recordar nuestra historia y nuestras raíces como pueblo -dijo luego-, tiene un contenido de enseñanza y de experiencia agradecida. Enseñanza para no repetir los errores, para saber mirar lo esencial y la experiencia que se puede convertir en sabiduría, es plena cuando se agradece, pues no sin la paternal Providencia de Dios podemos recordar, con gratitud, hoy este hito fundacional”.
Tras estos conceptos de acción de gracias, el obispo indicó que el lema de esta celebración es: “Gracia, misericordia y paz: Juntos hacia una Iglesia abierta, solidaria y misionera”, y se detuvo en estas tres palabras: Gracia-Misericordia-Paz.
Gracia
“Decimos ‘Gracia’, porque nos ha permitido que la ‘llena de Gracia’ protegiera desde sus comienzos al ‘pueblo de la paz’, e intercediera ante su Hijo para alcanzarnos la paz fruto del Espíritu Santo, no solo para nuestro pueblo dividido por la sangre derramada entre hermanos, sino también la paz a otros pueblos que sufrieron el azote de la guerra y vinieron a este templo, frente a esta imagen a implorar a Dios la paz, ante ¡la dolosa injusticia de la guerra!
“Nuestra Parroquia Madre, erigida canónicamente hace 150 años, tuvo desde sus comienzos que ponerse bajo el amparo de la Virgen y como ella frente a la cruz, junto a su Hijo, nos ayudó a abrazar el dolor, la postración y la humillación de pie: desde la designación del primer párroco, que cuenta la historia que fue nombrado pero no vino, hasta la dolorosa e inmediata postración física de su primer obispo, en plena juventud y con tanta tarea pastoral por delante y otros tuvieron que asumir con empeño el duro desafío misionero”.
Seguidamente el prelado invocó a “Nuestra Señora de la prontitud”, Santa María Reina de la paz, llena de Gracia: “alcánzanos del Señor el favor de ser una Iglesia misionera, que partamos el pan de la Palabra a todo hermano, especialmente en las periferias geográficas de nuestros barrios verticales. Que de esta comunidad catedralicia se encienda la llama del anuncio creativo, constante y confiado en la fuerza transformadora del Evangelio. Auxílianos en nuestro deseo de ser una Iglesia en salida, misionera; restaura nuestro cansancio, protégenos de todo peligro, especialmente el de la prepotencia, la comodidad y el mirarnos a nosotros mismos”.
Misericordia
Al reflexionar sobre la palabra misericordia, monseñor Lugones recordó que el papa Francisco en la bula de convocatoria al Jubileo dice: “Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación. Misericordia es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad. Misericordia es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia es la vía que une a Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados, no obstante el límite de nuestro pecado”.
“Misericordia ante las súplicas de tantas madres, que con sus hijos en la miseria de las adicciones, víctimas de la trata de personas o de la violencia, sienten que el camino se hace cuesta arriba, como el del calvario y encima está la cruz de la soledad, de la indiferencia, del miedo, de las faltas de perdón.
“Misericordia ante los anhelos de pastoral planificada de nuestra Iglesia diocesana. ¡Líbranos de la tentación de la autorreferencialidad, pues tampoco ella es extraña a la palabra de más, que divide, al individualismo que fragmenta, al derrotismo que agobia y a la exclusión que selecciona dentro del perímetro de sombra que proyecta el campanario.
“Misericordia para nosotros, que lejos de las discriminaciones, del egoísmo y del aislamiento, podamos estar siempre del lado de los pobres y de la vida.
Misericordia en nuestras familias: que la tolerancia, el diálogo, el amor crucificado, la constancia y la ternura, hagan de ellas lugar privilegiado para construir una patria de hermanos.
Construir la paz
Al considerar el tercero de los términos elegidos, el obispo señaló que “la paz es tarea de todos, pero se realiza artesanalmente, comenzando por cada uno de nosotros. La paz comienza por ti, se repite en los mensajes para la Jornada Mundial de la Paz; el cuidado de la creación comienza por ti y el encuentro con tu hermano empieza por ti”.
“Nuestro pueblo necesita de la verdadera paz fruto de la justicia, una justicia demasiado largamente esperada, que solo puede ser suplida con el amor, con la fe de nuestro pueblo que busca algo de consuelo en los santuarios, lugares de paz, de acogida, de oración, de silencio, de escucha, de bendición. Que este santuario de la catedral basílica de nuestra querida diócesis de Lomas de Zamora se abra cada vez más a la contención, a la paciente artesanía del encuentro, al suave ungüento de la reconciliación, a la misteriosa transformación sanante de la adoración eucarística y al abrazo del hermano perdido, deprimido, dolorido y agobiado por la pesada cruz de una vida devastada y sin esperanza”, concluyó monseñor Lugones.+
This entry passed through the Full-Text RSS service - if this is your content and you're reading it on someone else's site, please read the FAQ at fivefilters.org/content-only/faq.php#publishers.
Publicar un comentario