Sínodo: “Las familias no son ajenas a nosotros”, coinciden los círculos menores

Sínodo: “Las familias no son ajenas a nosotros”, coinciden los círculos menores

Los trece círculos menores presentaron esta mañana durante la cuarta congregación general el resultado de sus reflexiones sobre la primera parte del Instrumentum Laboris que aborda la misión de la familia y de la Iglesia en el mundo contemporáneo.

Los relatores de habla inglesa, francesa, española, alemana e italiana coincidieron en que se debería “dar una lectura menos negativa de la historia, la cultura y la situación de la familia en nuestros días”, como escribe el arzobispo australiano Mark Coleridge, porque de ser así ''la única opción de la Iglesia sería la de condenar''.

“No todo es así. También hay fuerzas positivas, incluso luminosas que debemos identificar porque podrían ser signos de Dios en la historia”, subrayó el prelado australiano.

“La Iglesia no vive en un mundo fuera del tiempo, como afirmó el Concilio Vaticano II -señaló-. Ni tampoco vive en un mundo fuera de las culturas humanas; la Iglesia da forma a las culturas y las culturas dan forma a la Iglesia. Considerando el matrimonio y la familia, aquí y ahora, somos conscientes de la necesidad de enfrentarnos a los datos de la historia y a la realidad de las culturas -tanto con los ojos de la fe como con el corazón de Dios- Esto es lo que significa para nosotros leer los signos de los tiempos”.

Otra necesidad expresada en diversos círculos es la de servirse más del lenguaje de las Escrituras, que puede ser más cercano a las experiencias diarias de la familia y servir de puente entre fe y vida, evitando las expresiones demasiado “eclesiásticas”. Se trata de comprender y hacer comprender a las familias cual es “la naturaleza del sueño divino que están llamadas a hacer propio, para que se den cuenta de que en las dificultades de la vida pueden poner su confianza en un Dios que no desdeña ni abandona a ninguno”, como explicó el arzobispo irlandés Diarmuid Martin.

El prelado observó también que al analizar la situación de las familias habría que reconocer que “con la ayuda de la gracia, familias que están muy lejos de ser perfectas y viven en un mundo imperfecto cumplen su vocación, incluso si caen durante el recorrido. Como miembros de nuestro grupo, hemos reflexionado sobre la naturaleza de nuestras propias familias y lo que ha surgido estaba muy lejos de un estereotipo de ''familia ideal'', se trataba más bien de un ''collage'' de familias que difieren en su bagaje social, étnico y religioso. Pero, entre tantas dificultades nuestras familias nos dieron el don del amor y de la fe”.

Hombres de familia, hombres de fe y pastores. Según esta concepción, manifestó el arzobispo canadiense Paul-André Durocher, los sacerdotes y obispos deben encauzar la pastoral familiar.

“Todos nosotros somos, en primer lugar, hombres de familia -afirmó-. Tenemos padres, hermanos, sobrinos, primos. Por lo tanto las familias de las que hablamos no son ajenas a nosotros, forman parte de nuestras vidas. Esto debe transparentarse en nuestro lenguaje, en nuestros textos, en nuestra atención y compasión por las familias de la tierra. Existe el peligro de hablar de 'familia', como de una realidad externa a nosotros. Somos hombres de fe. No pretendemos ser psicólogos, ni sociólogos, ni economistas, aunque algunos de nosotros tengan una formación de ese tipo. Hablamos ante todo como hombres de fe y esto se debe ver en la primera parte analítica del documento”.

“Somos pastores. Nuestra preocupación es que la misión que Cristo confío a su Iglesia, la misión que es la Iglesia, se cumpla cada vez más en nuestro mundo de hoy. Todo el esfuerzo sinodal debe tender a este objetivo. Todos los documentos que elaboremos deben obedecer a esta preocupación fundamental. En particular, queremos ayudar a nuestras familias a responder a dos preguntas, la de la vocación: Familia, ¿quién eres? Y la de la misión: Familia ¿qué haces?”, puntualizó.

“Nuestro documento final debe dar esperanza a nuestras familias, manifestar la confianza que tenemos en ellas y suscitar su confianza en nosotros. Habría que evitar que algunas personas se sientan excluidas de nuestra solicitud, porque todas las familias participan en la misión de la Iglesia. Recordemos que las familias de la Bibilia son a menudo disfuncionales y que la Palabra de Dios se ha realizado en ellas y por ellas. Dios puede hacer las mismas maravillas hoy”, agregó.

Algunos círculos observaron que el análisis de la situación de la familia del Instrumentum Laboris no refleja una condición universal, sino sobre todo occidental y, en particular, europea.

“Los contextos históricos y las culturas no son los mismos -escribió el arzobispo francés Laurent Ulrich-. No se puede decir que los matrimonios y los bautismos disminuyen en todo el mundo. Y no se puede hablar de la misma forma de la presencia de la Iglesia en nuestras respectivas sociedades. Las posibilidades de compartir la fe en nuestros países no son idénticas, ni el testimonio público que se puede dar”.

“Y tampoco son las mismas razones las que lo hacen difícil: la libertad de actuar en los países 'liberados', no significa que se reconozca realmente y puede llevar a actitudes contradictorias -unos escogen una posición de fuerte identidad, mientras otros eligen un diálogo paciente y no siempre comprendido-. En otros países la presión religiosa o cultural que se ejerce sobre los cristianos no significa que callen, sino que después de muchos siglos deben afrontar un camino doloroso”, añadió.

El tema de la presencia de familias cristianas en Medio Oriente está presente en buena parte de las relaciones de los círculos menores, que además de brindar su solidaridad, alertan de que su huída de la región pondría fin a una presencia cristiana milenaria.

La diversidad de contextos socio-culturales y de situaciones pastorales la nota también el círculo cuyo relator es el padre François-Xavier Dumortier SJ, quien subrayó que esa diversidad exige “articular lo que es de orden universal y de orden particular, una palabra común fuerte y que responda a las situaciones particulares encontradas. Al respecto se ha propuesto, aunque no se haya discutido entre todos, que las conferencias episcopales tengan un poder determinado para permitir a sus pastores ser 'buenos samaritanos' en su servicio eclesial”.

El religioso pidió también que el Sínodo “facilite caminos para que la familia viva su vocación y su misión según el plan de Dios y la enseñanza de la Iglesia” y que haya una “intervención del magisterio encaminada a dar más coherencia a un conjunto de textos sea de orden teológico que canónico que parecen más yuxtapuestos que articulados para simplificar así su expresión”.

Es común, en todos los círculos, la exigencia de que los Estados concedan mayor atención a las necesidades de las familias y sobre todo a sus miembros más frágiles, como los ancianos o los discapacitados. Varios manifiestan preocupación por las llamadas teorías del género que, como escribió el arzobispo Durocher “se han desarrollado en la sociología y la filosofía, tratando de analizar algunos fenómenos humanos y sociales que pueden enriquecer nuestra comprensión del mundo. Pero cuando estas teorías se convierten en un absoluto, apuntan a imponer un punto de vista que niega la relación entre la identidad sexual y el ser sexuado que somos en nuestro cuerpo”.

El círculo de habla hispana, cuyo relator es el cardenal panameño José Luis Lacunza Maestrojuán, señaló “el desafío de la renovación de la propia Iglesia”.

“Hemos fallado en la 'formación cristiana' y en la 'educación de la fe' y se llega al matrimonio con muchas lagunas -matiza el prelado-. No se dice que es la familia. Y no es cuestión solo de preparación porque muchos sin preparación han sido fieles y felices, y otros, con mucha preparación, han terminado separados”.

El purpurado panameño habló también de la ruptura de la unidad “entre amor, sexualidad y procreación” y señala además que se ha separado también de su dimensión educativa. “Se ha roto -dijo- la relación entre amor, sexualidad, matrimonio, familia y educación de los hijos”.

Los padres sinodales italianos, al igual que tantos otros expresaron su preocupación por el fenómeno migratorio, que afecta a tantas familias que huyen de la guerra o de la pobreza e involucra cada vez más a otras familias y a la Iglesia. Muy sentida es también la cuestión bioética, sobre todo la de las parejas que no pueden tener hijos.

Tras reafirmar la oportunidad de recordar que la igual dignidad entre el hombre y la mujer tiene raíces evangélicas, el círculo italiano, cuyo relator es el cardenal Mauro Piacenza, señaló a todos la necesidad de denunciar la explotación del trabajo infantil, de los niños soldados, del cuerpo de la mujer (prostitución, útero de alquiler, violencia hasta el feminicidio y violación como 'arma de guerra'”.

Por último, el círculo italiano advirtió que es necesario reafirmar que la Iglesia tiene “una mirada positiva de la sexualidad, porque es expresión de tensión sinfónica entre eros y ágape”.+

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