Mons. Buenanueva: Jesús sigue caminando con nosotros

Mons. Buenanueva: Jesús sigue caminando con nosotros

San Francisco (Córdoba) (AICA): Luego de haber explicado la experiencia de fe a partir del encuentro con Jesucristo, el obispo de San Francisco, monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva, compartió con sus fieles una nueva columna semanal, titulada “La picardía del Señor Brochero”.
Con el título “La picardía del Señor Brochero”, el obispo de San Francisco, monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva, publicó una nueva edición de las reflexiones que semana a semana salen en el periódico “La Voz de San Justo”.

El obispo relató la experiencia vivida la semana pasada en el VIII Encuentro Nacional de Sacerdotes, que se llevó a cabo en Villa Cura Brochero y fue el primero desde la canonización del Cura Gaucho. En su reflexión, el prelado eligió las mismas palabras que en su última columna, pero en orden inverso: pan, palabra y camino.

“Primero, el pan. Al caer la tarde de este jueves, y cuando ya la mayoría de los curas estaban de regreso a sus hogares, me fui despacito a la casa donde murió Brochero”, relató el prelado, para comprar algunos objetos piadosos, y detalló el intercambio que mantuvo con la señora que lo atendió: “Mientras elegía algunas medallas e imágenes, la fe compartida por ambos fue el clima para que abriéramos nuestros corazones para reconocer la profundidad de lo vivido”.

“Terminé en la piecita donde murió el Cura. Recé las vísperas, ayudado de mi celular. El silencio hacía aflorar y fluir la oración en la que se entremezclaban rostros, vivencias, penas y alegrías”, contó, y reconoció sentirse allí atraído por la gigantografía de la foto que muestra a Brochero yacente, revestido con los ornamentos de la Misa, en lo que fue la capilla ardiente de su velatorio. “Ahí estaba el pan sobre el que había escrito. Era Brochero, hecho pan. Como Jesucristo en la hora de su Pascua. De ese pan sabroso, recién salido del horno, habíamos podido comer esos días. El aroma de santidad de Brochero había sido – una vez más – imposible de resistir”, admitió.

La “vida pobre y entregada” del Santo Cura, añadió monseñor Buenanueva, “era el pan en el que habíamos experimentado la presencia de Cristo resucitado. El pan del Evangelio. El pan criollo del amor de Jesús en la vida de un cura que no vivió para sí mismo, sino para los demás”.

“Esa piecita vale por una basílica. Allí Brochero, ciego y leproso, al final de su camino terreno, se hacía leer el Evangelio. Su camino, ahora más interior e íntimo que los ajetreados caminos recorridos por el apóstol, quedaba iluminado por la Palabra de Jesús que resonaba en él con una dulzura y fuerza de persuasión cada vez más fuertes. Allí, ayudado por su lazarillo, celebraba la Misa, repitiendo las palabras sagradas”, recordó el prelado y “como ocurre con toda vida sacerdotal lograda, el sacramento se iba fundiendo y confundiendo con la propia existencia”.

En una Argentina muy distinta de la que conoció Brochero, al igual que la Iglesia y el modo de ser curas, “los caminos de seiscientos pastores de Argentina se entrecruzaron con el camino de este cura cordobés. Y, así, Emaús volvió a echar luz: Jesús sigue caminando con nosotros, tocando nuestros corazones con su Presencia e iluminando nuestras mentes con su Palabra”, señaló.

“Nos volvimos con más ganas de ser curas para nuestro pueblo. Y Brochero, contento. Muy contento. Su picardía cordobesa y serrana, potenciada por el Evangelio, nos había conquistado, como supo hacerlo con tantos y tantas que, de su mano, encontraron a Cristo en los Ejercicios espirituales”, concluyó.+

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