La misa fue presidida por el arzobispo, monseñor Ramón Alfredo Dus, y concelebrada por el arzobispo emérito, monseñor Fabriciano Sigampa y presbíteros de la arquidiócesis. Acompañaron la celebración diáconos y seminaristas.
Hubo 36 puestos expositores, entre los que se destacó la presencia de religiosas, religiosos, movimientos eclesiales y laicales, y comunicadores católicos, que realizaron la transmisión radial en directo.
Monseñor Dus, presentando la figura de un colorido poliedro en sus manos, se refirió a la familia como una variedad de relaciones, como la realidad que es la Iglesia.
“Para significar esa variedad que somos, constituimos esta realidad que es la Iglesia, recordamos que es la figura que Francisco presentó en primer lugar cuando hablaba de la familia. La familia, decía él, es un poliedro de relaciones: en el amor paternal, el amor maternal, el amor fraternal, la convivencia se conjuga. Todos distintos pero también todos unidos en una misma realidad, un mismo Espíritu que nos hace familia”.
Al recordar el encuentro del papa Francisco con pastores evangélicos, mencionó que “la Iglesia de Cristo también tiene esas facetas, a lo cual todos estamos invitados con esas palabras de Jesús que dice que es necesario caminar hacia la unidad para ser uno con Él, como es Él con el Padre, para la comunión”.
Recordó también la presentación del poliedro en la asamblea de los Movimientos Eclesiales, “como la que nos congrega hoy”, dijo. “Somos como un poliedro de una realidad maravillosa que es la familia de Jesús. Con distintos carismas que reflejan justamente la realidad de Dios, tan novedosa siempre, tan variada, pero que esa unidad con Él fructifica en la comunión entre todos. Este es el camino de Iglesia que queremos vivir, transitar, fortalecer y educarnos siempre más”.
“Me motiva mucho este símbolo, porque tenemos que darnos cuenta, como hemos recordado en otras oportunidades, que nosotros hoy como Iglesia vivimos un ambiente y una realidad distinta de otras épocas. Somos una fuerza, y una presencia dentro de muchas otras que influyen en la gente, en las decisiones sociales, en los caminos históricos”, señaló.
“No estamos en esa época en que la Iglesia era la autoridad donde su palabra tiraba a veces poderes políticos o influencias sociales. No; hoy somos uno más, muchas veces también probados, criticados, desafiados, y es bueno ver en este camino de Iglesia que Dios nos hace hacer para purificarnos y reflejar el espíritu del Evangelio que siempre debe renovar las realidades”.
“Entonces, sentirnos como una Iglesia variada y en comunión nos sitúa en un mundo que es así. ¿Cuál es nuestro desafío a cuidar, para no relativizar nuestra vida, muchas veces perder fuerza, dejarnos confundir o muchas veces arrinconarnos? El desafío es: nuestra coherencia y nuestra comunión en primer lugar”, afirmó.
“Lo que nos hace fuertes es esta presencia de Jesús que está escondida en nuestros corazones, pero que pulsa de vida para manifestarse. Entonces, nuestra llamada en esta variedad para construir y fortalecer nuestra unidad es reflejarnos en Jesús y sentir esta llamada que dice el Evangelio, una llamada a la interioridad, una llamada a fortalecer nuestro corazón y nuestras actitudes que nos hace permanecer coherentes”.+
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