Conmovedora fiesta de fe en la gruta marplatense de Lourdes




Mar del Plata (Buenos Aires) (AICA): Miles de personas acudieron este 11 de febrero a la Gruta de Lourdes, de Mar del Plata, para pedir y agradecerle a la Virgen, sobre todo por la salud de los enfermos, y muchas participaron de la procesión con la imagen mariana en la zona del puerto. La misa fue presidida por el obispo de Mar del Plata, monseñor Antonio Marino, quien consideró que ésta es “una de las manifestaciones de fe más fervorosas y tradicionales” de la ciudad balnearia y constituye “un acontecimiento poco frecuente y muy conmovedor”.

Miles de personas acudieron este 11 de febrero a la Gruta de Lourdes, de Mar del Plata, para pedir y agradecerle a la Virgen, sobre todo por la salud de los enfermos, y muchas participaron de la procesión con la imagen mariana en la zona del puerto.

La misa fue presidida por el obispo de Mar del Plata, monseñor Antonio Marino, quien consideró que ésta es “una de las manifestaciones de fe más fervorosas y tradicionales” de la ciudad balnearia y constituye “un acontecimiento poco frecuente y muy conmovedor”.


En la homilía de la misa, el prelado agradeció “a todos los que trabajan en la Pastoral de la Salud, sobre todo en los hospitales y geriátricos, y a cuantos dedican sus vidas a cuidar y consolar a los enfermos, a aliviar a las personas no sólo en sus dolencias físicas, sino también psíquicas y espirituales”.


Tras saludar de modo especial a las Pequeñas Hermanas de la Divina Providencia, vinculadas con esta gruta desde su inicio en 1937, y que brindan en silencio su servicio de caridad, expresó su mi agradecimiento al Servicio Sacerdotal de Urgencia por todo el bien que se viene realizando en horas nocturnas.


“La ocasión es propicia para invitar a un nuevo impulso en la pastoral de atención a los enfermos, a fin de perfeccionar nuestro servicio de presencia habitual en el mundo del dolor, y de respuesta ante la demanda del sacramento de la unción en horas diurnas”, subrayó.


Por último, monseñor Marino pidió que en el marco de la semana vocacional “no nos cansemos de pedir por las vocaciones de especial consagración. Todas las vocaciones son un don precioso de Dios. Pero para celebrar la Eucaristía, perdonar los pecados y ungir a los enfermos; para guiar, enseñar y consolar al Rebaño de Dios, necesitamos más sacerdotes. Asimismo, para despertar a nuestra sociedad del sueño y del encierro exclusivo y dañino en las cosas temporales, necesitamos del variado testimonio de los carismas de la vida consagrada”.


Texto completo de la homilía



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