La capilla se encuentra en el kilómetro 1887 de la transitada ruta 40 y es el centro de la Aldea San Francisco, un emprendimiento inmobiliario en marcha en el cual hay hasta ahora sólo dos casas de madera. El templo se halla a la vista de la ruta, a menos de 300 metros de ella, y el boulevard de entrada a la Aldea parece invitar a acercarse a la iglesia a quienes pasan por ese concurrido camino.
La capilla fue construida íntegramente en madera de Misiones en aquella provincia, y armada en su lugar, con pilares de coihue de la zona patagónica en que está ubicada. Tres troncos de esa misma especie sostienen la campana, fuera del edificio. Los bancos fueron hechos en la comarca andina, con madera de ciprés, que abunda allí. Un artista local, Sergio Ramírez, talló un crucifijo, una estatua de San Francisco, los candelabros y otros elementos.
Donó la capilla el empresario Carlos Spadone, presidente del Grupo Spadone, responsable de ese emprendimiento. Al final, el donante agradeció a todos los que trabajaron en el proyecto y expresó: “Nos hemos quedado cortos con la medida de esta capilla” (los bancos estaban todos llenos y había mucha gente de pie, hasta afuera de la iglesia).
Recordó que su padre se llamaba Francisco y dijo que reza todos los días con una medalla del santo de Asís, al tiempo que mencionó al papa Francisco, a quien hacen presente dos vitrales con su rostro en las puertas de entrada.
“Esta casa es como un signo de la Iglesia que peregrina en la Tierra. Con alegría nos hemos reunido aquí para dedicar una nueva iglesia”, leyó al comienzo una mujer que explicaba el sentido del acto.
El nuncio entró con los sacerdotes y los fieles en procesión al templo, bendijo el agua y roció con agua bendita al pueblo reunido y los muros de la iglesia.
Monseñor Tscherrig, nacido en Suiza, en un pueblo de 150 habitantes en zona montañosa, manifestó: “Es para mí un profundo gozo visitar este lugar hermoso que recuerda las montañas y valles de mi patria”.
Concelebraron la misa con el obispo los padres Matías Slaby (hermano del obispo), Darío Pabis, Adalberto Flizikowski, Pedro Strycharr y José Baraniak, todos ellos de la Congregación del Santísimo Redentor. Asistió también el fraile franciscano Gentile, con más de tres décadas en la parroquia de El Bolsón. Estuvo presente el intendente de Epuyén, Antonio Reato.
“El verdadero paraíso está en la visión de Dios”
En la homilía, el nuncio transmitió a todos el cariño y la bendición del papa Francisco “como expresión de su cercanía y solicitud paternal”.
Dijo que “Dios el creador del cielo y de la tierra no puede ser contenido en una construcción de ladrillos y madera. El Señor está presente en todo el mundo y en todo lugar, pero en el templo católico se encuentra un signo único de su presencia: tenemos el tabernáculo donde el Señor quiere vivir entre nosotros en la humilde especie del pan consagrado”. Y tras señalar esa presencia real por excelencia, dijo: “Por eso, cuando entramos en una iglesia, nos ponemos de rodillas porque nos hallamos verdaderamente delante del Señor del cielo y de la tierra”.
Glosando la “Evangelii gaudium”, invitó a reflexionar, porque “a menudo nos hemos acostumbrado a ser católicos sin practicar la fe”. Y apuntó que “el papa Francisco nos invita a renovar ahora mismo nuestro encuentro personal con Jesucristo, o “al menos a tomar la decisión de dejarse encontrar por El, de intentarlo cada día sin descanso”. Dijo que él quisiera que nos hiciésemos tocar por esta alegría del Evangelio que “llena el corazón y la vida entera”.
El nuncio invitó a peregrinar hacia la vida eterna, en medio de angustias y ansiedades, en “un mundo que tiene sed de Dios y de su paz”. Dijo que “esta capilla rodeada por una maravillosa naturaleza es un signo de esta fe que nos advierte continuamente que nuestro futuro no está en este mundo, que toda belleza creada es pasajera y que el verdadero paraíso está en la visión de Dios, que es la verdadera belleza y el origen de toda bondad”.
Incienso y oraciones
Tras entonarse las letanías invocando la intercesión de los santos, el obispo local ungió las paredes de la iglesia. Se incensó el altar, la nave de la iglesia y “al pueblo de Dios, en el cual cada uno de los fieles es un altar espiritual”. Luego se colocó el mantel sobre el altar y encima de él los cirios encendidos para celebrar la Eucaristía.
Al concluir la celebración, monseñor Slaby agradeció la donación de esta iglesia y la estimó como una respuesta a las oraciones para que hubiera un templo en esa zona. Dijo que debe ser un templo de la presencia de Dios y el amor a los hermanos y recordó que el Papa pide que “salgamos a evangelizar, a transmitir el Evangelio de Cristo”.
El párroco de Lago Puelo, padre Darío Pabis, en cuya juridisdicción está la nueva capilla, la calificó como “la más linda en nuestra parroquia”, y anunció que se oficiará misa allí los segundos y cuartos jueves de mes, a las 20. Recordó la obligación del precepto dominical e informó de otras iglesias de la zona donde se celebra la Eucaristía. Y anticipó que pronto comenzará la catequesis para chicos que se preparen para la primera comunión.
Un testimonio personal
Al final el nuncio, volcando su sentimiento personal, expresó que consideraba un milagro el hecho de que él, venido de un pequeño pueblo de Suiza, se sintiera “en casa” en este lugar, inaugurando una capilla, como dice el papa Francisco, “en el último confín del mundo”. Dijo que “es la maravilla de la Iglesia Católica”, testimonio de la presencia de Dios en todo lugar y que él pudo ver en Corea, en Escandinavia, en África, en tantos sitios donde le tocó servir. Expresó que la Iglesia es madre y en cualquier lugar del mundo al que vayamos podemos entrar en una capilla y estar en nuestro hogar. E hizo pensar en qué será “cuando veamos a Dios cara a cara”. Confió que nunca sintió tanto “la presencia de Dios entre nosotros” como cuando fue elegido el papa Francisco. “Sentí esa presencia de Dios, que es el Señor de la historia, de todo lo que pasa en el mundo”.
Tras la bendición final, todos compartieron unos sándwiches, empanadas y bebidas afuera del templo, conversando animadamente cuando ya era de noche y la torre de la iglesia se destacaba a la luz de la luna.+ (Jorge Rouillon)
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