Ciudad del Vaticano (AICA): “Con el pretexto de su edad, los ancianos reciben cada vez menos atención por parte de la medicina curativa y a menudo están abandonados. El abandono es la enfermedad más grave del anciano y también la injusticia más grande que pueda padecer: los que nos han ayudado a crecer no deben abandonarse cuando necesitan nuestra ayuda, nuestro amor, nuestra ternura”, dijo el papa Francisco al recibir esta mañana, en audiencia a los miembros de la Academia para la Vida, con motivo de su asamblea general dedicada al tema ‘Asistencia al anciano y cuidados paliativos’.
“Los cuidados paliativos expresan la actitud humana de cuidar unos de otros, especialmente de los que sufren y atestiguan que la persona es siempre preciosa, también cuando es anciana o está enferma. La persona, en cualquier circunstancia, es un bien para sí misma y para los demás y Dios la ama. Por eso cuando su vida se vuelve muy frágil y se acerca el final de la existencia terrenal, sentimos la responsabilidad de asistirla y acompañarla de la mejor manera”, les dijo el Papa a los miembros de la Academia para la Vida.
“El mandamiento bíblico que nos pide que honremos a nuestros padres, en sentido lato, nos recuerda el honor que debemos a todas las personas ancianas. A este mandamiento Dios asocia una doble promesa: “Para que tus días se alarguen en la tierra que Yahveh, tu Dios te dará”, añadió Francisco
La fidelidad a este mandamiento asegura no solamente el don de la tierra sino, sobre todo, la posibilidad de disfrutarla. El precepto nos revela -explicó el Santo Padre- la relación pedagógica fundamental entre padres e hijos, entre los ancianos y los jóvenes, en relación con la custodia y la transmisión de la enseñanza religiosa y sapiencial a las generaciones futuras. Honrar esta enseñanza y a los que la transmiten es fuente de vida y bendición. Al contrario, la Biblia reserva una severa admonición a los que abandonan o maltratan a los padres”.
“La palabra de Dios -subrayó- está siempre viva y nos damos cuenta de cómo ese mandamiento es de acuciante actualidad para la sociedad contemporánea donde la lógica de la utilidad predomina sobre la de la solidaridad y la gratuidad, incluso dentro de las familias. Hoy “honrar” podría traducirse también como el deber de respetar profundamente y cuidar de los que, por su condición física o social podrían dejarse morir o hacer que mueran.
“Toda la medicina, dijo Francisco, juega un papel especial en la sociedad como testigo del honor que se debe a la persona anciana y a cada ser humano. La evidencia y la eficiencia no pueden ser los únicos criterios que gobiernen la acción de los médicos, ni tampoco las reglas de los sistemas sanitarios, ni el beneficio económico. Un Estado no puede pensar en sacar beneficio de la medicina”.
El Obispo de Roma recordó que la asamblea de la Academia para la Vida estudió nuevos sectores de aplicación de los cuidados paliativos que, si hasta ahora estaban destinadas sobre todo a los pacientes oncológicos, en la actualidad interesan también a las personas, sobre todo ancianos, con patologías caracterizadas de una degeneración crónica progresiva.
“Los ancianos necesitan en primer lugar los cuidados de los familiares cuyo afecto no pueden sustituir ni siquiera las estructuras más eficientes o los agentes sanitarios más competentes y caritativos”, reiteró.
“Los cuidados paliativos son pues, “una ayuda importante, especialmente para los ancianos, que con el pretexto de su edad, reciben cada vez menos atención por parte de la medicina curativa y a menudo están abandonados. El abandono es la enfermedad más grave del anciano y también la injusticia más grande que pueda padecer: los que nos han ayudado a crecer no deben abandonarse cuando necesitan nuestra ayuda, nuestro amor, nuestra ternura”.
Francisco finalizó su discurso animando a los profesionales y a los estudiantes de medicina a especializarse en este tipo de asistencia “que no posee menos valor por el hecho de que “no salva la vida”. Los cuidados paliativos hacen algo igualmente importante: valorizan a la persona. Por eso exhorto a todos los que, de diversas formas, trabajan en este sector a mantener ese compromiso conservando íntegro el espíritu de servicio y recordando que cualquier conocimiento médico es realmente ciencia, en su significado más noble, sólo si se considera como una ayuda para el bien del ser humano, un bien que no se alcanza nunca “en contra” de su vida y de su dignidad”.+
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