Napoles (Italia) (AICA): Después de visitar el penitenciario de Poggioreale , el Santo Padre se trasladó a la catedral de la Asunción de Nápoles para venerar las reliquias de San Jenaro, patrono de la ciudad, y encontrarse con el clero, los religiosos y los diáconos permanentes de la archidiócesis. El vicario episcopal para el clero y el vicario episcopal para la vida consagrada plantearon al Papa dos preguntas en nombre de los participantes en el encuentro. La primera sobre la misión del sacerdocio en una ciudad de grandes contrastes como Nápoles, y la segunda sobre las dificultades y alegrías de los consagrados en su vida.
Francisco prefirió responder directamente dejando de lado el discurso oficial que había preparado y, obedeciendo a la sugerencia de hablar sentado, mejor que de pie, dialogó con los presentes.
“Uno de los testimonios que me pedián es este: estar siempre en camino -dijo- El camino de la vida consagrada es seguir a Jesús. Si en el centro de la vida está el hecho de que estoy en contra del obispo o del párroco o de otro sacerdote, toda mi vida estará ocupada por esa lucha. ¡Pero esto es perder la vida! No tener una familia, no tener hijos, no tener amor conyugal, que es tan bueno y tan hermoso, para terminar discutiendo con el obispo, con los hermanos sacerdotes, con los fieles, con “cara de vinagre”.
“Eso no es dar testimonio, señaló. Cuando el centro es Jesús, esas dificultades, que están en todas partes, se enfrentan de una manera diferente. En un convento puede ser que la superiora no me guste, pero si mi centro es la superiora que no me gusta, eso no es testimonio. Si en cambio mi centro es Jesús, rezo por ella, la tolero y hago todo lo posible para que los demás superiores conozcan la situación. Pero la alegría no me la quita nadie. La alegría de seguir a Jesús”.
Después, se dirigió a los seminaristas. “Quiero decirles esto: Si su centro no es Jesús, demoren la Ordenación. Si no están seguro de que Jesús es el centro de su vida, esperen un poco más para estar seguros. Porque de lo contrario, comenzarán un camino que no saben donde acabará”.
Como segundo testimonio el Papa habló del espíritu de pobreza, que es necesario también “para los sacerdotes que no hacen ese voto pero deben tener ese espíritu” porque “cuando en la Iglesia entran los negocios, sea para los sacerdotes que para los religiosos, las cosas se ponen feas. Los consagrados, ya sean sacerdotes, monjas o religiosos, nunca deben darse a los negocios. El espíritu de pobreza no es, sin embargo, el espíritu de miseria. Un sacerdote, que no hizo voto de pobreza, puede tener sus ahorros, pero de una manera honesta y razonable. Pero cuando es codicioso y se pone a hacer negocios… ¡Cuántos escándalos en la Iglesia y cuanta falta de libertad por el dinero!”.
Francisco puso, en este sentido, el ejemplo de los benefactores a los que un sacerdote no puede decir “cuatro verdades”, aunque se las merezcan porque no tiene libertad para hacerlo ya que está apegado al dinero que le dan. Y añadió: “Cuando hay dinero de por medio, se hacen distingos entre las personas. Por eso pido a todos que hagan un examen de conciencia al respecto”.
El tercer testimonio para el Santo Padre es la misericordia. “Nos hemos olvidado de las obras de misericordia y cito un ejemplo: en las grandes ciudades cristianas hay niños bautizados que no saben hacer la señal de la cruz.
¿Y dónde está la obra de misericordia de enseñar en este caso? Hay que reanudar las obras de misericordia, tanto corporales y espirituales. Si tengo cerca de mi casa a una persona que está enferma y me gustaría ir a visitarla, pero el tiempo que tengo disponible para hacerlo coincide con la telenovela, y entre la telenovela y hacer una obra de misericordia elijo la telenovela, hay algo que no va. Estas son las cosas que nos acercan al espíritu del mundo, y esta es otra cosa de la que me gustaría hablar: el peligro de lo mundano.
“Acuérdense de la oración sacerdotal de Jesús al Padre: “No te pido que los apartes del mundo, sino que los guardes del Maligno”. La mundanidad va contra el testimonio, mientras que el espíritu de oración es un testimonio que se ve y el testimonio es una de las cosas que atrae vocaciones”.
Otra cuestión planteada por el Pontífice al clero fue la de la fraternidad sacerdotal y el Obispo de Roma respondió que no era un asunto fácil, ni en el convento, ni en el presbiterio. “Para mí, la señal de que no hay fraternidad –afirmó- son las habladurías. El terrorismo de las habladurías. En un presbiterio puede haber diversos puntos de vista y diferencias, es normal, es cristiano, pero estas diferencias se deben manifestar teniendo el valor de decirlo a la cara. Y cuando no se puede -porque a veces no se puede- lo dices a otro para que haga de intermediario- Pero no se puede hablar en contra del otro, porque las habladurías representan un terrorismo para la fraternidad sacerdotal, para las comunidades religiosas”.
La alegría es también un testimonio. “La alegría de la vida plena, la alegría de haber elegido bien, la alegría de ver todos los días que el Señor me es fiel. Los consagrados o los sacerdotes aburrido, con la amargura en el corazón, tristes, tienen algo que no va y deberían ir a un buen consejero espiritual”.
“Me gustaría terminar con tres cosas -dijo Francisco al final de su encuentro en la catedral- En primer lugar, la adoración. Hemos perdido el sentido de la adoración a Dios, tenemos que reanudar ese culto. En segundo lugar, no se puede amar a Jesús sin amar a su esposa. El amor a la Iglesia. En tercer lugar, y esto es importante, el celo apostólico, que es misionero. El amor a la Iglesia te lleva a darla a conocer, a salir de ti mismo para ir a predicar la Revelación de Jesús, pero también te empuja a salir de ti mismo para ir a otra trascendencia, que es la adoración”.
Por último, el Papa veneró el relicario que contiene la sangre de San Jenaro cuya milagrosa licuefacción esperan todos los años los fieles napolitanos el 19 de septiembre durante una solemne ceremonia religiosa encabezada por el arzobispo. Esta vez la sangre se licuó a mitad y Francisco afirmó: “Se ve que el santo nos quiere solo a mitad. Tendremos que convertirnos todos un poco para que nos quiera más. Gracias y no os olvidéis de rezar por mí”.+
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