Mons. Castagna: “El humilde siempre se levanta y vuelve al camino”
Corrientes (AICA): En su sugerencia para la homilía del Domingo de Ramos, el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, aseguró que “es fácil sucumbir al engaño en una sociedad sin orden y sin rumbo”, por lo que consideró “urgente la práctica de la honestidad, sobre todo en quienes elaboran proyectos políticos-sociales y prometen su eficaz ejecución. Es comprensible el error, ‘es humano’, pero es injustificable el empecinamiento y la soberbia. Tras recordar “un adagio bíblico, repetido por nuestros mayores: ‘el justo cae siete veces’”, comparó: “El humilde siempre se levanta y retoma la ruta. El soberbio confunde la verdad con el error, la virtud con la fuerza descontrolada y el delito”. “Es preciso recurrir a los valores espirituales que nuestro pueblo posee, gracias -en su inmensa mayoría- a su fe religiosa”, subrayó.
El prelado recordó “un adagio bíblico, repetido por nuestros mayores: ‘el justo cae siete veces’” y comparó: “El humilde siempre se levanta y retoma la ruta. El soberbio confunde la verdad con el error, la virtud con la fuerza descontrolada y el delito”.
“Es preciso recurrir a los valores espirituales que nuestro pueblo posee, gracias -en su inmensa mayoría- a su fe religiosa”, subrayó y agregó: “Durante esta semana se expondrán sus contenidos principales. Hoy se nos da la posibilidad de entender hasta qué grado Dios nos ha amado y nos ama. En lo sucesivo será el amor el único motivador para una auténtica vida en sociedad o se producirá la corrupción y la injusticia, como inevitable desenlace”.
“Con acentuaciones diversas, de acuerdo a sus creencias y culturas, el mundo manifiesta su necesidad de Dios. Jesucristo es el Salvador esperado. De Él los hombres aprenden a amarse mutuamente y a conducir su diversidad a la unidad querida por Dios”, profundizó en su sugerencia para la homilía del Domingo de Ramos.
Texto de la sugerencia
1.- Desborde del amor de Dios. Iniciamos la Semana Santa con la lectura de la Pasión relatada por Marcos. Es preciso entrar en ella dejándonos conmover por el amor que el drama expresa. El amor de Dios es lo expresado. Es el amor personal, que hace referencia a cada uno de nosotros, y desborda todo extremo. Dios, "Padre de la vida" (Beato Pablo V), se compromete, encarnándose, a redimir del mal y del pecado al mundo. Lo hace de acuerdo con su naturaleza, que es amor purisimo y perfecto: "Porque Dios es Amor" (San Juan). Dios ama tanto al mundo "que le da a su Hijo único", eligiendo, para ello, este inexplicable drama. Dios, en su Hijo, se hace Hombre y solidario de todos los hombres, prefiriendo ser pobre y padecer la injusticia, ejecutada por los personeros del pecado y de la muerte. El amor verdadero busca expresarse, sin negar su naturaleza. La cruz, resumen de todos los sufrimientos, es la impresionante expresión de su infinito Amor. De Él aprenden los santos que, en consecuencia, no temen a la persecución, al tormento y a la muerte. Todo sufrimiento, desde el más pequeño y oculto, hasta el más expuesto, se convierte - gracias a la Cruz de Cristo - en signo de redención y de vida.
2.- Abrir el corazón al amor de Dios. Los hombres necesitamos abrir voluntariamente nuestro intelecto y corazón a la Encarnación de Dios - en la Persona de Cristo - llegada a la Pasión y Muerte. Esta semana Santa posibilita esa apertura y la contemplación del acontecimiento. Queda, por nuestra parte, pensar y rezar. De esa manera nos hallaremos, cara a cara, con la indescriptible expresión del amor de Dios a quienes han pecado y lo reconocen humildemente. Es el paso ineludible, si es nuestro propósito abandonar el estado de pecado e iniciar una vida nueva. Nadie decide un cambio tan sustancial sin motivo alguno. Toda decisión responde a un estímulo espiritual que la justifique. La forma evangélica de vida es consecuencia de un encuentro con Dios, que se revela como el Padre "que ama al mundo (los hombres)" hasta el don de sí mismo en su Unigénito. Al contemplar las escenas desgarradoras de la Pasión, debemos repetirnos, sin temor a exagerar: "ha sido por mi". Es decir: "hasta ese extremo me amó y me ama". Toda la liturgia de la Semana Santa, en particular la del Viernes, está orientada a esa contemplación. Su propósito es ofrecer la razón de nuestra correspondencia a su amor. El comportamiento del cristiano es una respuesta de amor al amor "extremo" de Dios. Sin esa motivación, la existencia cristiana es imposible y la recuperación de la paz social se torna una ilusión sin sustento.
3.- El humilde siempre se levanta y vuelve al camino. Es fácil sucumbir al engaño en una sociedad sin orden y sin rumbo. Es urgente la práctica de la honestidad, sobre todo en quienes elaboran proyectos políticos-sociales y prometen su eficaz ejecución. Es comprensible el error, "es humano", pero es injustificable el empecinamiento y la soberbia. Recuerdo un adagio bíblico, repetido por nuestros mayores: "el justo cae siete veces". El humilde siempre se levanta y retoma la ruta. El soberbio confunde la verdad con el error, la virtud con la fuerza descontrolada y el delito. Es preciso recurrir a los valores espirituales que nuestro pueblo posee, gracias - en su inmensa mayoría - a su fe religiosa. Durante esta semana se expondrán sus contenidos principales. Hoy se nos da la posibilidad de entender hasta qué grado Dios nos ha amado y nos ama. En lo sucesivo será el amor el único motivador para una auténtica vida en sociedad o se producirá la corrupción y la injusticia, como inevitable desenlace. Con acentuaciones diversas, de acuerdo a sus creencias y culturas, el mundo manifiesta su necesidad de Dios. Jesucristo es el Salvador esperado. De Él los hombres aprenden a amarse mutuamente y a conducir su diversidad a la unidad querida por Dios.
4.- ¿Cristo ha sido desalojado? El relato histórico de la Pasión de Jesús, expuesto como un mensaje de amor al hombre, debe ser recogido con particular respeto. La Iglesia, en virtud de su misión universal, lo convierte en centro de su celebración pascual. La urgencia de "ser bautizado con ese bautismo" actúa de acicate en cada gesto y movimiento de Jesús entre nosotros. También inspira la actividad evangelizadora de sus Apóstoles. Transmitir hoy el mismo mensaje se ve urgido por el lamentable vaciamiento de su contenido, en las conciencias de tantos bautizados, con especial incidencia en las principales expresiones de la sociedad moderna. Cristo ha sido deslojado del pensamiento, del arte y del ámbito sagrado de los corazones y de las familias. Sin embargo, la historia humana sigue clasificada por un antes y un después de Cristo. Ese orden mantiene su referencia al mensaje y a la presencia viva del Hijo de Dios. Se nos impone renovar la certeza de su activa relación con el mundo contemporáneo y con sus protagonistas.+
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