El Papa Francisco entró en procesión en la iglesia y fue recibido por aplausos por las 150 mujeres (incluidas 15 madres con sus hijos) que cumplen condena en la cárcel, así como por los 150 hombres que también se encuentran en esta prisión.
Francisco explicó que Jesús, “habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo, hasta el final”.
“Jesús nos amó, Jesús nos ama sin límites, siempre, hasta el final. El amor de Jesús por nosotros no tienen límites. Siempre es más, siempre es más. No se cansa de amar, a ninguno”, dijo el Papa.
Durante su breve homilía, remarcó en varias ocasiones que Cristo “nos ama a todos nosotros hasta el punto de dar la vida por nosotros” y aseguró que cada uno puede decir “dio su vida por mí”.
El Santo Padre destacó además que “su amor es así, personal. El amor de Jesús no defrauda jamás, porque no se cansa de amar, como no se cansa de perdonar, no se cansa de abrazarnos”.
Sobre el gesto de Jesús de lavar los pies a sus discípulos, el Papa aclaró que “en aquel tiempo se usaba esto, era habitual. La gente cuando llegaba a una casa tenía los pies sucios del polvo del camino” y “a la entraba de la casa se lavaban los pies”.
“Esto no lo hacía el dueño de la casa, lo hacían los esclavos, era trabajo de esclavos. Y Jesús lava como esclavo nuestros pies. Y por eso les dice a Pedro: ‘esto que yo hago no lo entenderás ahora, sino después’”.
“Es tanto el amor de Jesús que se ha hecho esclavo para servirnos, para sanarnos, para limpiarnos y hoy en esta Misa la Iglesia quiere que el sacerdote lave los pies de doce personas, como memoria de los Doce Apóstoles”.
El Papa explicó que “en nuestro corazón debemos tener la certeza de que el Señor, cuando nos lava los pies, nos lava todo, nos purifica, nos hace sentir una vez más su amor”.
A continuación, recordó un pasaje de la Escritura en el que el Profeta Isaías se pregunta: ‘¿Puede una madre olvidarse de su hijo? Pero si una madre se olvidara de su hijo yo jamás me olvidare de ti’”.
“Así es el amor de Dios por nosotros. Yo hoy lavaré los pies de doce de ustedes. Pero en estos hermanos y hermanas están representados todos, todos aquellos que viven aquí. Ustedes los representan”, dijo a los detenidos.
“Pero yo también necesito ser lavado por el Señor, por esto recen por esta Misa para que el Señor también me lave la suciedad, para que yo me haga más esclavo de vosotros, más esclavo en el servicio de la gente como ha sido Jesús”, concluyó para dar paso al lavatorio de los pies.
Lavatorio de los pies
Los detenidos permanecieron sentados a ambos lados del altar, en dos grupos de seis. Sus rostros fueron de absoluta emoción ante el hecho de que el Papa Francisco, a ejemplo de lo que hizo Jesús con sus discípulos, les lavase los pies.
A cada uno, tras secárselos con una toalla, el Papa Francisco los miró sonriente y con gesto de cariño. Una de las mujeres de nacionalidad africana aprovechó para que le bendijera unas cruces que llevaba en la mano, tras lo cual se la vio orar.
En el segundo grupo, el Papa lavó los pies a una mujer africana que en sus brazos llevaba a su hijo de unos tres años. Francisco lavó primero los pies al pequeño, y a continuación a su madre, que rompió a llorar llena de emoción al ver como de nuevo el Pontífice besaba el pie del niño por segunda vez. A su lado otra mujer derramó lágrimas mientras el Santo Padre se arrodillaba ante ella y repetía el gesto.
La celebración estuvo repleta de emoción y de alegría, palpable también en los niños que se movían libremente ya desde antes de la llegada del Pontífice e incluso cuando Francisco estaba lavando los pies.
La cárcel de Rebibbia “Nuevo Complejo” (llamada así para diferenciarla de otras que se encuentran en la misma zona), fue inaugurada en 1971. Está dividida en 15 departamentos para los detenidos, entre los que se incluyen los referentes a la toxico dependencia o a los delitos contra la persona o el patrimonio.
En la prisión se desarrollan diversas pastorales, como la iniciación cristiana de adultos, grupos de oración “Padre Pío” o coloquios con los detenidos.
Homilía del Santo Padre
Este Jueves, Jesús estaba a la mesa con los discípulos celebrando la fiesta de la Pascua. El pasaje del Evangelio que hemos escuchado dice una frase que es precisamente el centro de lo que Jesús ha hecho por todos nosotros. “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, les amó hasta el extremo”. Jesús nos amó. Jesús nos ama. Pero sin límites, siempre, hasta el final. El amor de Jesús por nosotros no tiene límites. Siempre más, siempre más. No se cansa de amar. A ninguno. Nos ama a todos nosotros. Hasta el punto de dar la vida por nosotros. Sí, dar la vida por nosotros, dar la vida por todos nosotros, dar la vida por cada uno de nosotros. Y cada uno de nosotros puede decir ‘da la vida por mí, cada uno. Ha dado la vida por ti, por ti, por ti, por ustedes, por mí… Por cada uno, con nombre y apellido. Su amor es así, personal. El amor de Jesús no decepciona nunca por Él no se cansa de amar como no se cansa de perdonar, no se cansa de abrazarnos. Esta es la primera cosa que quería deciros, Jesús nos amó a cada uno de nosotros hasta el final.
Y después hace esto que los discípulos no entendían. Lavar los pies. En aquel tiempo era habitual esto porque la gente cuando llegaba a una casa tenía los pies sucios del polvo del camino. No había ‘sanpietrini’ en aquella época, el polvo del camino. Y a la entrada de la casa, se lavaban los pies. Pero esto no lo hacía el dueño de la casa, lo hacían los esclavos. Era trabajo de esclavos. Y Jesús lava como esclavo nuestros pies, los pies de los discípulos. Por eso dice a Pedro ‘esto que hago yo, tú ahora no lo entendéis’. ‘Lo entenderás después’. Jesús, es tanto el amor, que se ha hecho esclavo para servirnos, para sanarnos, para limpiarnos. Y hoy, en esta misa, la Iglesia quiere que el sacerdote lave los pies a doce personas, en memoria de los doce apóstoles. Pero en nuestro corazón debemos tener la certeza, debemos estar seguros que el Señor cuando nos lava los pies, nos lava todo, nos purifica, nos hace sentir otra vez su amor. En la Biblia hay una frase del profeta Isaías muy bonita, ‘¿pero puede una madre olvidarse de su hijo? Si una madre se olvidara de su hijo, yo nunca me olvidaré de ti’. Así es el amor de Dios por nosotros.
Yo lavaré hoy los pies de doce de ustedes. Pero, en estos hermanos y hermanas, estáis todos ustedes, todos, todos, todos los que viven aquí. ustedes los representan. Pero yo también necesito ser lavado por el Señor. Por esto, recen durante esta misa, para que el Señor también lave mis suciedades, para que yo me convierta en más esclavo suyo, más esclavo en el servicio de la gente, como fue Jesús.
Ahora comenzaremos esta parte de la ceremonia".+
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