Buenos Aires (AICA): Miles de personas participaron este Viernes Santo del tradicional Viacrucis de la Ciudad por la Avenida de Mayo, donde los niños fueron protagonistas al llevar por primera vez una cruz penitencial como ¨símbolo de esperanza y unión para el país que viene¨. Al igual que en el Vía Crucis que presidió el papa Francisco en el Coliseo romano, el eje de las meditaciones fue la palabra ¨custodiar¨ y se subrayó la necesidad de cuidar del otro, del hermano que sufre, del vecino, de la vida en toda su extensión y de la creación.
Al igual que en el Viacrucis que presidió el papa Francisco en el Coliseo romano, el eje de las meditaciones fue la palabra "custodiar" y se subrayó la necesidad de cuidar del otro, del hermano que sufre, del vecino, de la vida en toda su extensión y de la creación.
Fuentes de la Asociación Amigos de la Avenida de Mayo, a cargo de la organización junto con el arzobispado de Buenos Aires, estimaron que más de 10.000 personas participaron de esta trigésima tercera edición consecutiva del Viacrucis porteño, al que años anteriores asistió mezclado entre la gente Jorge Bergoglio, el hoy pontífice.
En la representación de las catorce estaciones que evocan la pasión y muerte de Jesucristo en la cruz se rezó por los cristianos perseguidos, a quienes se definió como "mártires de hoy que soportan con dignidad insultos y ultrajes", y hubo un llamado a reaccionar ante las organizaciones que explotan a jóvenes y pobres con
"el cínico comercio de la droga".
Asimismo, se pidió por las madres que "lloran y todavía buscan a sus hijas víctimas de la trata de personas" o pierden a sus hijos en guerras fratricidas.
La recreación de la vía dolorosa de Jesucristo salió desde Plaza Lorea, Avenida de Mayo y Luis Sáenz Peña, tras la bendición del obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Enrique Eguía Seguí, y culminó ante el altar en Plaza de Mayo, donde el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Poli, hizo una reflexión.
La manifestación de fe fue precedida por la imagen del Cristo del Buen Amor, una talla de poco más de 1,80 metros también conocida como el Cristo de los Futbolistas, y una imagen de la Virgen Dolorosa, realizada en 1870.
Un grupo de personas también llevó en andas una cruz penitencial de 15 metros de largo, y un peso de 130 kilogramos, como "una expresión de solidaridad a Jesús y muestra de sacrificio".
Como ocurrió en los dos últimos años, jóvenes de la arquidiócesis transportaron por la arteria porteña otra cruz iluminada con 140 luces.
Este año también se incorporó a la procesión la cruz penitencial para los niños, como "símbolo de esperanza y unión para el país que viene".
Al llegar a Plaza de Mayo se representó la crucifixión de Jesucristo, teatralizada por un grupo de actores en un escenario a modo de Monte Calvario.
Luego se realizó la ceremonia simbólica del entierro de Jesús, cuya imagen yaciente fue llevaba después en medio de un pasillo de velas hasta la catedral metropolitana, donde fue recibida y depositada junto al altar mayor para su veneración.+
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