Mons. Domingo Castagna reflexiona sobre la resurrección de Cristo


Mons. Domingo Castagna reflexiona sobre la resurrección de Cristo




Corrientes (AICA): En sus semanales sugerencias para la homilía dominical, el arzobispo emérito de Corrientes, Mons. Domingo S. Castagna, efectúa unas reflexiones sobre el hecho de la resurrección de Cristo, que se celebra el próximo 5 de abril, domingo de Pascua. Al respecto señala que la resurrección de Cristo reclama de los creyentes un acto de fe, porque es imposible entender el acontecimiento sin haber aprendido a creer, como ocurrió a los Apóstoles, a María Magdalena y a los demás discípulos, ya que no es suficiente la convicción intelectual.

En sus semanales sugerencias para la homilía dominical, el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo S. Castagna, efectúa unas reflexiones sobre el hecho de la resurrección de Cristo, que se celebra el próximo 5 de abril, domingo de Pascua.

En primer lugar el prelado señala que la resurrección de Cristo reclama de los creyentes un acto de fe, porque es imposible entender el acontecimiento sin haber aprendido a creer, como ocurrió a los Apóstoles, a María Magdalena y a los demás discípulos, ya que no es suficiente la convicción intelectual.


Tras otras reflexiones sobre los signos de la resurrección de Cristo y la necesidad de aprender a leer, auxiliados por la virtud de la humildad, los signos como los que aparecen en el texto del Evangelio que presenta la liturgia del Domingo de Pascua, monseñor Castagna concluye su sugerencia homilética afirmando que “es muy perjudicial ignorar nuestra condición de creaturas y dejar que la imaginación obnubile la visión de la verdad”, y narró un episodio reciente. “Escuché -dijo-, de un protagonista del ambiente artístico, recientemente fallecido, una lamentable justificación de su confeso ateísmo: ‘Dicen que el hombre ha sido creado a imagen de Dios, yo creo que Dios ha sido creado a imagen del hombre’. Es la reflexión de un ser que ha perdido la visión de su verdadera identidad de creatura y simula, altaneramente, ser su propio creador”.+


Texto de la homilía sugerida


1.- Los signos de la Resurrección. La Resurrección de Cristo reclama de los creyentes un acto de fe. Es imposible entender el acontecimiento pascual sin haber aprendido a creer, como ocurrió a los Apóstoles, a Maria Magdalena y a los demás discípulos. No es suficiente la convicción intelectual; el don gratuito de la fe requiere la decisión de la libertad, sanada por el poder de Cristo resucitado. Jesús hace responsable a Tomás de su resistencia a creer. La fe, como gracia, no actúa si no se produce una renuncia libre a la pretensión de comprobarlo todo, desestimando el testimonio legítimo de quienes han sido enviados a transmitir la buena Noticia. "Luego dijo a Tomás: trae aquí tu dedo; aquí están mis manos. Acerca tu mano, métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe. Tomás respondió:¡Señor mío y Dios mío! Jesús le dijo: Ahora crees porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!" (Juan 20, 27-29).


2.- Aprender a leer los signos. En el texto del Evangelio, que hoy presenta la Liturgia pascual, se descubre el estilo pedagógico del Señor resucitado. Los Apóstoles y demás discípulos son urgidos a la práctica de la fe. Aprenden a leer los signos que el mismo Jesús resucitado les propone. De esa manera serán los inmejorables transmisores de la fe para quienes atienden la Palabra de Dios. Así será siempre, aún en los dias borrascosos de la persecución y de la flojera causada por el estancamiento y la mediocridad. No existe otra forma de cerciorarse de la Resurrección de Cristo que los signos expuestos hoy - por Él mismo - a nuestra religiosa lectura. La fuerza o virtud del signo está puesta únicamente por Dios. Es lamentable que miremos sin ver y que leamos sin interpretar, por cuya causa nuestra fe decrece y pierde su valor testimonial y misionero. Todas las escenas posteriores a la Resurrección constituyen, para aquellos discípulos, un aprendizaje de la fe en el Misterio central de la fe cristiana. San Pablo, admirable creyente y maestro, lo manifiesta así: "Y si Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación y vana también la fe de ustedes". (1 Corintios 15, 14) Estamos mal si la convicción de la presencia viva de Cristo no alienta nuestro comportamiento y compromiso en el mundo. Me estoy refiriendo a cristianos autocalificados tales.


3.- La humildad auxilia la decisión de cambio. La Iglesia debe volver al fervor de Pentecostés y no debilitar la energía misionera de la era apostólica. No neguemos que existe un decaimiento en la Iglesia, puesto en evidencia durante inexplicables momentos de su vida y actividad pastoral. La humildad viene en auxilio de sus auténticas decisiones de cambio. Si falta se produce un anquilosamiento que desfigura su imagen y la declara incompetente para responder a los grandes interrogantes y necesidades del mundo. Conocemos bien la actualidad del Evangelio como "Buena Nueva". La inercia y la cobardía causan el anquilosamiento mencionado y el consecuente avejentamiento de los hombres y sus organizaciones. La conversión, como efecto de la humildad, rejuvenece a los creyentes y a sus instituciones. La humildad nos hace dependientes de la gracia divina, al mejor estilo paulino: "Por la gracia de Dios soy lo que soy". Estamos tan absorbidos por nuestras ansias de protagonismo que actuamos como si fuéramos omnipotentes. La auténtica sabiduria logra que nos situemos en el Universo creado por Dios. Somos pensados y realizados por Él. Cuando empeñamos nuestra vida, secundando su acción, nos reconocemos como su obra, la más admirable y perfecta.


4.- Somos creaturas de Dios, no sus creadores. ¡Qué lejos estamos de esa visión de la realidad! Confesar nuestra fe es ocupar el lugar que nos corresponde en el Universo, del que somos parte. Es muy perjudicial ignorar nuestra condición de creaturas y dejar que la imaginación obnubile la visión de la verdad. Escuché, de un protagonista del ambiente artístico, recientemente fallecido, una lamentable justificación de su confeso ateismo: "Dicen que el hombre ha sido creado a imagen de Dios, yo creo que Dios ha sido creado a imagen del hombre". Es la reflexión de un ser que ha perdido la visión de su verdadera identidad de creatura y simula, altaneramente, ser su propio creador. +



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