La Sociedad Deportiva del Lacio nació hace ciento quince años, cuando un grupo de personas decidió crear un club abierto a los jóvenes del pueblo que perpetuase los valores morales y éticos del deporte.
“En aquella época -dijo Francisco- el deporte organizado era una prerrogativa de la gente rica. La intención del grupo fundador era difundir el deporte en todos los niveles y en todas las categorías sociales. Los animo, por tanto, a seguir siendo hospitalarios, a valorar los diversos talentos y a que su club deportivo sea siempre una casa abierta, donde se pueda experimentar la fraternidad y la armonía entre las personas sin discriminaciones”.
El lema del club es la frase de Salustio: “Concordia parvae res crescunt, discordia maximae dilabuntur” (En la armonía las cosas pequeñas crecen, en la discordia las más grandes decaen) y el Papa afirmó que la historia de la Sociedad Deportiva la corroboraba porque a lo largo de los años se enriqueció con diferentes actividades y se articuló en muchas secciones deportivas, unidas por el espíritu olímpico y la solidaridad mutua.
“Uno de sus méritos -dijo- es haber trabajado para dar igualdad de condiciones a todos los deportes. Cada deporte tiene su valor, no sólo físico o social, sino también moral, ya que ofrece la posibilidad a la gente, especialmente a los niños y a los jóvenes de madurar en el equilibrio, en el autocontrol, en el sacrificio y en la lealtad a los demás. Y quiero subrayar esta última: la lealtad. Lealtad hacia los demás porque la costumbre de traicionar está en aumento: “Esto no me conviene, lo dejo de lado”. ¡Lealtad!. El deporte la hace crecer.”
“La Biblia nos enseña -finalizó el Santo Padre- que el ser humano es una unidad: espíritu y cuerpo. Por lo tanto, los animo a cultivar siempre, junto a la actividad deportiva, la dimensión religiosa y espiritual. Además no hay que descuidar el estudio, las amistades, el servicio a los pobres. No hay que dejar todo esto para hacer solamente una cosa”.
“Gracias a Dios tenemos algunos bellos ejemplos de hombres y mujeres atletas, incluso de grandes campeones, que nunca dejaron de vivir la fe y el servicio a los demás. De hecho, el verdadero deporte fomenta la construcción de un mundo más fraterno y solidario, ayudando a superar las situaciones de injusticia y de malestar humano y social”.+
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