Mons. Conejero llamó a la conversión, a la penitencia y a un espíritu nuevo
Tras señalar que este contexto “conlleva a hacer juicio y balance de los programas y acciones del o de los períodos anteriores”, exclamó: “¡Y qué grandes contrastes apreciamos en los diagnósticos!”
“Si los gobiernos en funciones son de continuidad política -partidaria: los logros alcanzados son ‘maravillosos’; si, por el contrario, los nuevos gobiernos son de signo político contrario al anterior, aparecen crudamente todas las falencias y la corrupción de quienes tenían la responsabilidad de gobernar para el bien común y, en cambio, han dejado una ‘herencia deplorable’”, comparó.
“De hecho, muchos son los males sociales actuales: mentira, injusticias, persistencia de desigualdades inicuas, pobreza, narcotráfico, clientelismo, sobornos, tráficos de influencia, malas gestiones, desidia, complicidad…; en resumen: contradicciones y desequilibrios en nuestro mundo”, detalló en su editorial en el periódico diocesano “Peregrinamos”.
Monseñor Conejero Gallego recordó que el Concilio Vaticano II afirma que “en realidad de verdad, los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano”, y agregó: “¡Que verdad tan grande!”
El obispo formoseño señaló que “en este tiempo de preparación para la Pascua es cuando la Iglesia, con mayor fuerza e intensidad, ora para que, por la conversión y la penitencia, nos hagamos un corazón puro y un espíritu nuevo. Ahora bien, conscientes de nuestra debilidad y fragilidad, de nuestra vulnerabilidad y veleidad, necesitamos pedir ayuda y suplicar al Espíritu Santo”.
“Jesucristo ha sido enviado por el Padre Dios al mundo para salvarnos. Él, ha asumido nuestra naturaleza humana para perdonarnos y redimirnos del pecado y de la muerte. Se ha entregado libremente por nosotros”, subrayó y añadió: “Por eso, con cuánta fe y convicción hemos de proclamar, sobre todo cuando nos acercamos a recibir su Cuerpo en la Comunión, como san Juan Bautista: Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Todos los pecados: personales y sociales”.
“En este Año de la Misericordia vivamos la Semana Santa, la Pascua del Señor, reconociendo y agradeciendo a Jesús, Rostro de la Misericordia Divina. Sin duda, su amor y su entrega por nosotros son las más grandes y mayores Misericordias de Dios”, concluyó.+
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