Los refugiados, los niños violados en su intimidad, los cristianos perseguidos en distintas regiones del mundo, las familias destrozadas y los poderosos que usan su supremacía sobre los más débiles, son algunos de los dramas que aparecieron en las meditaciones.
“Dios es misericordia” es el título que el arzobispo de Perugia dio a sus reflexiones, para garantizar que es esta la verdadera esencia de Dios, así como el canal con el que Él alcanza al hombre y en referencia al Jubileo convocado por el Papa que concluirá en noviembre.
“En este Jubileo Extraordinario, el Vía Crucis del Viernes Santo nos atrae con una fuerza particular, la de la misericordia del Padre Celeste, que quiere derramar sobre todos nosotros su Espíritu de gracia y de consuelo”, explica la introducción de las meditaciones.
En la primera Estación “Jesús es condenado a muerte” se reflexionó sobre el hecho que “nadie puede sentirse excluido”.
En la reflexión de la tercera estación “Jesús cae por primera vez”, se meditó sobre el dolor en la vida.
“El sufrimiento para el hombre es a veces un absurdo, incomprensible para la mente, presagio de muerte. Hay sufrimientos que parecen negar el amor de Dios. ¿Dónde está Dios en los campos de exterminio? ¿Dónde está Dios en las minas y en las fábricas donde trabajan los niños como esclavos? ¿Dónde está Dios en las pateras que se hunden en el Mediterráneo?”.
“¿Cómo no ver el rostro del Señor en los millones de prófugos, refugiados y desplazados que huyen desesperados del horror de la guerra, de las persecuciones y de las dictaduras?”, fue el cuestionamiento la sexta estación “La Verónica enjuga el rostro de Jesús”.
Sobre la familia se meditó en la cuarta y novena estaciones: “María es esposa de José y madre de Jesús. Hoy como siempre la familia es el corazón palpitante de la sociedad; célula irrenunciable de la vida común; clave de bóveda insustituible de las relaciones humanas; amor para siempre que salvará al mundo”.
“María es mujer y madre. Genio femenino y ternura. Sabiduría y caridad. María, como madre de todos, “es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto”, y “como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios»”, agrega la meditación de la cuarta estación en la que la cruz fue portada por Paolo Budaci su esposa y sus hijas Chiara y Francesca.
En la octava estación, “Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén”, la oración que siguió a la reflexión señalaba: “que tu gracia sostenga nuestro camino de conversión para regresar a ti, en comunión con nuestros hermanos, por quienes te pedimos nos des tus mismas entrañas de misericordia, entrañas maternas que nos hagan capaces de sentir unos por otros ternura y compasión; y de llegar a entregarnos por la salvación del prójimo”.
En esta estación fue una familia de Ecuador la que portó la cruz: José Silva y Mónica Jaramillo, acompañados de su hijo José Carlos.
En la undécima estación, la meditación se centró en los ladrones crucificados junto al Señor: el segundo malhechor “propone una salvación divina y su mirada está dirigida totalmente al cielo. Para él, la salvación significa aceptar la voluntad de Dios incluso en las peores condiciones. Es el triunfo de la cultura del amor y del perdón. Es la locura de la cruz ante la cual toda sabiduría humana desaparece y queda en silencio”. La cruz en esta estación fue portada por John Sentovich de los Estados Unidos y Susana Mamani de Bolivia.
En la duodécima estación, “Jesús muere en la Cruz”, la reflexión recordó a los mártires de nuestro tiempo: “el siglo XX ha sido definido como el siglo de los mártires. Ejemplos como los de Maximiliano Kolbe y Edith Stein reflejan una luz inmensa. Pero todavía hoy el cuerpo de Cristo está crucificado en muchas regiones de la tierra. Los mártires del siglo XXI son los verdaderos apóstoles del mundo contemporáneo”. En esta estación portaron la cruz los sirios Haddad Rana y Yousef Saghir, de la Comunidad San Egidio.
En la décimotercera estación, la meditación recuerda a la Virgen Madre de Dios: “¿Quién podía recibir el cuerpo sin vida de Jesús más que aquella que le había dado la vida? Podemos imaginar los sentimientos de María cuando lo recibe en sus brazos; ella, que creyó en las palabras del ángel y guardaba todo en su corazón”.
“María, mientras abraza a su hijo exánime, repite de nuevo su «fiat». Es el drama y la prueba de la fe. Ninguna creatura lo ha sufrido tanto como María, la madre que, al pie de la cruz, nos ha engendrado a la fe”. Los que portaron la cruz fueron algunos frailes de Tierra Santa.
En la última estación, la reflexión recuerda que “el hombre, deslumbrado por unas luces que tienen el color de las tinieblas, empujado por las fuerzas del mal, hizo rodar una gran piedra y te ha encerrado en el sepulcro”.
“Pero nosotros sabemos que tú, Dios humilde, en el silencio en el que nuestra libertad te ha depuesto, estás más activo que nunca, generando nueva gracia en el hombre que amas. Entra, pues, en nuestros sepulcros: enciende de nuevo la llama de tu amor en el corazón de todo hombre, en el seno de toda familia, en el camino de cada pueblo”.
El cardenal Agostino Vallini, Vicario del Papa para la diócesis de Roma, fue quien portó la cruz como al inicio del Via Crucis.
Al concluir el Via Crucis el Papa Francisco rezó una oración que escribió especialmente para esta ocasión titulada “Oh Cruz de Cristo”.+
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